La novel cineasta uruguaya María Arrillaga (Montevideo, 1986) conoce a la poeta Ida Vitale desde toda la vida, por eso admite que todavía no le cae el veinte de a quién grabó con su ópera prima documental; publica MILENIO.
“Es muy difícil darme cuenta de a quién filmé al ser alguien tan familiar. Entiendo el privilegio gigante de poder conocer a Ida Vitale tan cerca, de compartir esos momentos con ella, pero nunca pasó por ser algo extraño, como cuando conoces al gran maestro de tu vida; esa realización no la tuve porque siempre estuvimos muy cerca”, refiere Arrillaga en entrevista en vísperas de presentar su largometraje en México, “un sueño hecho realidad” no sólo por viajar al país, sino porque la poeta también participó.
“Ida habla de México y se emociona. La década aquí fue la más feliz de su vida; ha vivido 100 años y habla mucho de México y adora a los mexicanos, es impresionante”, agrega la cineasta al llegar al país.
Con la presencia de la premio Cervantes 2018, el 29 de agosto se proyectó en Cineteca Nacional Ida Vitale (2022), el documental de 81 minutos producido por Inés Vázquez Messano y la casa Byobu, para el que durante tres años María Arrillaga emprendió un road trip por tres países con la inagotable poetisa que cumple 101 años el 2 de noviembre, cuya obra poética se puede leer en antologías como Poesía Reunida (Tusquets, 2017, en edición de Aurelio Major) o Sueños de la constancia (FCE, 1988).
Sólo 81 minutos para alrededor de 200 horas de grabación que registraron minuciosamente la vida cotidiana de la escritora e incluso su viaje a España en abril de 2019 para recibir el premio Cervantes, que casi 40 años antes, en 1980, había conseguido su compatriota Juan Carlos Onetti, otro miembro de la Generación del 45, que incluye a Mario Benedetti, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Maggi, Ángel Rama, María Inés Silva Vila, José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, entre muchos otros.
“No es una película biográfica, no intenta retratar sus 100 años de vida, sino intenta retratar a una poeta viviendo de forma poética. Fue un poco difícil, porque Ida Vitale es puro presente. Hay una fusión muy grande entre poesía y realidad cuando empiezas a compartir con ella y a escucharla nombrar, y eso me interesó mucho”, comenta la cineasta, que también escribió el guión, fotografió y editó el largometraje, que en julio formó parte de la programación del 43 Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
Empezó grabando a la también premios Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2015 y FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018 con una vieja cámara Leica de su padre, que para nada importunó la vida doméstica de la autora de Resurrecciones y rescates (FCE, 2018) y Léxico de afinidades (FCE, 2012), libro que sirvió de estructura para el documental, que se desarrolla a partir de las letras del abecedario.
Conoce a Vitale por sus abuelos maternos, los escritores Carlos Maggi y María Inés Silva Vila, amigos de la poeta y miembros, como ella y su primer marido, Ángel Rama, de la Generación del 45 uruguaya.
“Los padres de mi madre (Ana María Maggi Silva) eran escritores de la misma generación de Ida, hoy la única representante de ese movimiento de intelectuales, escritores y artistas muy reconocidos en Uruguay. A los 20 años se conocieron. Admiraban mucho a José Bergamín, quien vino a Uruguay por circunstancias políticas. Los unía la literatura, se juntaban en cafés a criticarse lo que escribían”.
“Te cuento esta historia porque es muy linda. En un momento se casaron Ida y Ángel Rama, su primer marido, y mis abuelos, con diferencias de un mes. Y no tenían plata para una casa con jardín cada pareja, así que se mudaron todos a la misma casa. Ahí nació mi madre y la hija mayor de Ida; allí escribieron mis dos abuelos su primer libro. Y después cada uno se fue a su propia casa”, relata María.
Por eso, Vitale con Rama (1926-1986), y luego con su segundo esposo, el poeta Enrique Fierro (1941-2016), con quien vivió una década en México, le son familiares. Con éste, cuando Ida y él se mudan a Austin, donde pasaron casi 30 años, visitaban en el verano la casa de sus abuelos en Las Toscas, a una hora de Montevideo. Y para 2016, cuando Ida vuelve a enviudar, la poeta regresa a la capital uruguaya.
“Y para mis ojos de niña era como verlos casi como una unidad. Eran muy divertidos juntos, tenían gran sentido del humor, mostraban mucha atención a todo lo que pasaba, curiosidad. Ida venía con regalitos, siempre muy originales; después no la vi durante muchos años. Estuvieron en momentos importantes de la familia, pérdidas de personas mayores”, comenta la realizadora sobre la escritora.
Un día, Vitale fue a almorzar a la casa de la madre de Arrillaga. Y, al conectar María “con su capacidad de leer el mundo, como si fuera en minúscula, letra por letra, detalle a detalle”, le propuso en un impulso hacer una película. La poeta le contestó que estaría encantada y le preguntó por cómo sería.
“Pero, me dijo que no, ‘qué me vas a filmar a mí’; me lo dijo con mucho sentido del humor, pero también con mucha humildad. Y agregó: ‘Pensémoslo’. Después de eso, ganó el premio Cervantes, como a los meses le dieron la noticia. Y ahí de nuevo le volví a preguntar si podía ir a España con ella y documentar y registrar todo eso. Y como España daba ciertos pasajes para la familia, quedó uno libre y me lo dio y me fui con ellos. Fue impresionante, una de las experiencias más lindas de la vida”, cuenta.
Además de registrar el 23 de abril de 2019 la entrega del premio Cervantes en Alcalá de Henares a Ida Vitale, de manos del rey Felipe VI de España, Arrillaga también acompañó a la poeta y su familia a Juzbado, una población de 189 habitantes en la provincia de Salamanca, cuyo alcalde desde 2007, el socialista Fernando Rubio, organiza cada año un encuentro de poetas en la plaza, y homenajeó a Vitale.
“Atravesamos todo el pueblo empedrado hasta la plaza y los casi 200 habitantes estaban ahí, portaban placas con los poemas de Ida. Ella estaba radiante, como enchufada del mundo. Es impresionante lo que ella genera. Su apellido lo dice todo: Vitale”, agrega Arrillaga sobre ese pasaje de su documental.
Además, grabó otros dos viajes de la poeta, uno por Mallorca, en la costa española, y otro a Cartagena de Indias, en el Caribe colombiano, donde se puede ver a la autora de Procura de lo imposible (FCE, 1988) muy activa, incluso viajando en barco o caminando por la calle mientras se oye música de salsa o enternecida y preocupada por un caballo amarrado a un poste con todos los aparejos encima del animal.
“También la acompañé a eventos públicos en Montevideo y al interior de Uruguay. Fue todo un road trip con Ida Vitale y con ese fervor que genera. Hay algo en ella cuando está en conexión con un animal o con una persona, incluso con el rey de España. Es como si quisiera a todos por igual, es más la atención. Hay una frase de Simone Weil que citamos al respecto: ‘La atención es la forma más rara y pura de generosidad’. Y esa atención Ida Vitale se la regala al mundo permanentemente.
“Ese efecto de inmersión en lo que atiende y ve es contagioso; se expande y te atrapa. Estás ahí con ella, caminas una cuadra y podés estar todo el rato que mire caminando esa cuadra. Eso te transforma el tiempo, baja la ansiedad, hay un cambio de perspectiva, de percibir el tiempo, se vuelve como si ella percibiera que es finito y por un instante lo vuelve infinito. Y después pasa a otra cosa, tiene esa capacidad de detener y de poetizar, de hacer aparecer lo que no estaba ahí, al nombrarlo”, concluye.
Imagen portada: JJA / MILENIO