Por Félix Cortés Camarillo
Hay de ladrones a ladrones.
Los que no son políticos actualizan sus métodos utilizando el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Un amigo muy querido acaba de regresar de un largo periplo con su hija adolescente por Europa y ayer por la tarde me compartió algo de su experiencia. Hicieron el recorrido como les dio la gana, pasando tres días aquí, dos en otro país, cuatro en Londres, tres en Praga, dos en Viena endiablada y endividiablemente así. Casi dos meses en total.
En una de las pausas recibió un mensaje de nuestro común Joaquín López-Dóriga, pidiéndole apoyo financiero para equis proyecto. Más o menos por las fechas en que yo recibí mensaje similar de Joaquín, al que contesté con obvia burla, que con mucho gusto le confiaba la cantidad de dinero que necesitara -cualquier cantidad, subrayé- para yo depositarle en transferencia de inmediato al número de cuenta que me proporcionara. Ya nunca supe de ese Joaquín.
Mi amigo contestó al mensaje advirtiéndole al supuesto pedinche que evidentemente le estaban hackeando alguna de las numerosas cuentas que en la red Joaquín tiene. A cambio de eso, a Roberto le cancelaron su servicio de correo electrónico, acusándolo de “perverso” para explicar la medida. No me queda más que pensar que, usando las cuentas de mi amigo algún delincuente se puso a difundir pornografía o material similar. En la práctica, ello significó que sus boletos prepagados para ver en Londres el magnífico musical Cabaret tuviesen que se comprados de nuevo, y se perdiera la reservación de B&B que tenían en Viena.
Por aquellos días, López Dóriga reconoció en su programa de tele que efectivamente habían hackeado alguna de sus cuentas, que él había sido un pendejo y que lo reconocía. No lo dijo así pero yo asumo que hubo uno que otro más pendejo que él y que depositó en el banco HSBC algúna cantidad; tengo entendido que no llegó a los mil dólares por cabeza.
La semana pasada recibí una llamada telefónica de alguien que conocía mi nombre y me dijo que era de alguna compañía de entregas y tenía para depositar en mi casa y en minutos un paquete para mí, y me pidio instrucciones para llegar. Como sí tengo algunos envíos pendientes de los chinos, que a veces tardan, le di datos como imbécil. Cuando me pidió que le repitiera el código numérico de seguridad que estaba enviando a mi celular, ya me olió raro. Me dijo que si quería cancelar y le dije que si el tenía un paquete para mí y conocía mi dirección que me lo trajera; que si no lo hacía podría introducirlo -desconociendo las dimensiones- por un orificio del cuerpo humano en donde la piel se hace remolino.
Para mi consuelo, el de Joaquín, Roberto y compañeros del mismo dolor, hemos de saber que en el mundo hay cuatro mil asaltos cibernéticos al día, y que la filtración de datos en el mundo daña casi cinco millones de dólares en promedio por país.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): El seis de Septiembre de 1930 nació en San Antonio de Béjar, Texas, Emilio Azcárraga Milmo. Mexicano de excepción que impulsó el entretenimiento y la comunicacion como nadie. Hoy se cumplen 94 años de la fecha. Yo lo recuerdo.