‘Soñar como sueñan los árboles’, de Brenda Lozano, es una historia sobre rebeldía, maternidad y el robo de una niña en la Ciudad de México de los años 40.
Por Roberto Pliego
En la página 15 de Soñar como sueñan los árboles (Alfaguara), la narradora decide no guardarse nada y muestra de una vez sus cartas: “No soy una voz en tercera persona sabihonda, un narrador que controla la historia, una voz de hombre blanco que dice esto es así y esto es asá. […] Tampoco soy una voz en abstracto, tengo cuerpo, soy mujer y también soy tercera persona”. Esta declaración de principios sirve única y petulantemente —porque esa narradora es, vaya infidelidad, tan omnisciente como los ya impopulares decimonónicos… aunque conceda treinta páginas a las voces de cuatro personajes— para asegurar que estamos ante otra novela que se deja mecer por la corriente dominante. Así es. Soñar como sueñan los árboles tiene a una madre doliente, a una casada infértil, a un sistema de justicia fundado sobre principios masculinos y a una serie de opiniones biempensantes que sin duda agitarían los corazones en las nuevas plazas públicas. ¿Suena conocido?
La narradora pone la vista en un pasado remoto: la Ciudad de México en 1946. Goza de una amplia perspectiva ya que escribe desde nuestro presente —y sus estudios de género y sus derechos reproductivos y sus ánimos de cancelación— y tiene una prosa extraída del más desvalido taller de redacción (“En las calles, las oficinas y las casas se comenzó a comentar el caso de la niña”; “en el periódico, donde había tenido primicia el caso”; “se reprochaba no haber hecho otras cosas con él, no haberle dicho otras cosas”). Lo que importa, lo que Brenda Lozano tiene en la mira, es proyectar las dos caras de la maternidad —y de la paternidad, para establecer algunos contrastes—. Así que nos enfrenta al robo de una niña de 2 años y al dolor de su madre, y a la recién nacida alegría de la mujer que maquinó el robo para satisfacer el deseo que la biología y el sistema de adopción le negaron. Como en los melodramas de anticuario, las diferencias sociales juegan también a los dados: allá la riqueza, acá la digna estrechez. Por fortuna, pues no leemos un thriller, y gracias a los buenos servicios de la policía —estimulados a golpes de dinero—, la niña vuelve a casa.
Las últimas páginas entregan un clasismo al revés que finge la causa de la denuncia: no se castiga el deseo, se castiga el deseo chapoteando en la pobreza. Así se mira a sí misma una vasta región de la narrativa mexicana, tan de asamblea; publicó MILENIO.
Soñar como sueñan los árboles
Brenda Lozano | Alfaguara | México | 2024
Imagen portada: MILENIO | LABERINTO.