Por José Jaime Ruiz
Si París bien vale una misa, los votos del Clan Yunes bien valen ese segundo piso para la Cuarta Transformación. Ante todo que la sangre no llegue al río. ¿Valía la pena que el cura Hidalgo cumpliera la independencia tomando la Ciudad de México con el imborrable derramamiento de sangre? ¿Valía la pena que Andrés Manuel López Obrador aprehendiera a Ovidio Guzmán en el llamado «culiacanazo» con el terrible derramamiento de sangre en Sinaloa? No. Que la sangre nunca llegue al río. El Segundo Piso, entonces, bien vale esa transacción pacífica.
Optar por inconvenientes, mejor el voto de los Yunes que seis años más sin reforma judicial: otra vez un Poder Judicial secuestrado por la oligarquía, la delincuencia de cuello blanco y la delincuencia organizada; un Poder Legislativo paralizado (en moratoria) por 43 representantes del conservadurismo y sin manera de llevar a cabo los cambios constitucionales por los que votaron los ciudadanos. La 4T es una revolución pacífica y un voto presencial y uno en ausencia cumplieron para refrendar el voto de casi 36 millones de mexicanos. Optar por el conveniente inconveniente, obvio.
Las revoluciones violentas pagan su cuota de inconvenientes, mucho mayores que las negociaciones de la 4T con el Partido Verde, con el PT o con el Clan Yunes. ¿Qué hubiera sido de la Revolución bolchevique y las Tesis de Abril sin el pacto de Lenin con los alemanes para trasladarse por Europa en un tren sellado (como valija diplomática)? Las revoluciones, pacíficas o violentas, optan por inconvenientes. Muchos aún no entienden que se trata no de un cambio en el régimen sino de un cambio de régimen: no la toma de gobierno, la toma del poder.
Hay ingenuos, como Hernán Gómez Bruera, quienes confunden el ejercicio democrático de representatividad del voto con una deriva autoritaria (la deriva autoritaria fue el cómico Golpe de Estado de los vástagos prianistas al querer tomar el Senado). Otros, politólogos de ficción, como Jorge Volpi, se inventan fantasías animadas de ayer y hoy: “Lo que presenciaremos a partir de ahora, en un régimen donde la 4T ya no cuenta con ninguna oposición, será una guerra intestina de proporciones épicas: la batalla descarnada y salvaje, en medio de desmentidos e hipócritas llamados a la unidad, entre Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Beltrán” (profeta parroquial ni estudió a Claudia ni analizó a Andy).
Desde su miopía senil, Enrique Krauze miente cuando afirma que AMLO ha cerrado el paso a la libertad y al progreso económico: “En los ochenta, una nueva generación abrazó los valores de la libertad. El gobierno de Salinas abrió la economía. Y aunque 1994 fue sangriento, la voluntad de cambio pacífico era incontenible. El presidente Zedillo la reconoció: creó una Corte independiente, renunció al ‘dedazo’. Con el concurso de partidos y ciudadanos, se logró el tránsito ordenado de México a la democracia”. La deriva autoritaria, contra lo que afirma el historiador deslustrado, se impuso en el neoliberalismo, se cancelaron libertades (los asesinatos fueron la impronta) y el progreso económico fue terrible desigualdad.
Con la aprobación de la reforma judicial, la Cuarta Transformación se erigió democráticamente como un Poder Constituyente y da paso con el Segundo Piso de la 4T –encabezado por la doctora Claudia Sheinbaum Pardo– a un Poder Constituido. París bien vale una misa. En efecto, neoliberales… Ite missa est…
