El cine está poblado de romances, de aventuras, de escándalos, de sospechas, de enigmas… Uno de los subgéneros que contiene varios o todos estos elementos y que ha dado lugar a películas icónicas es el cine de espías; publica MILENIO.
El espionaje cinematográfico es un mundo trepidante que Xavier Pérez aborda con conocimiento y amenidad en su libro Películas clave del cine de espías, publicado por Robin Book. La obra es un recorrido histórico por un subgénero que encuentra sus antecedentes en los melodramáticos folletines del siglo XIX. Comienza con Spione (1928), de Fritz Lang, película en la que un banquero (Rudolf Klein-Rogge) es el cerebro de una red de espionaje que intenta provocar una crisis mundial. Un joven agente del gobierno le sigue los pasos mientras a este, a su vez, una hermosa espía busca seducirlo y acabarlo.
Fritz Lang puso las bases de este tipo de cine y Hollywood lo revistió con la belleza y el glamour de estrellas como Marlene Dietrich, que en Fatalidad (Josef von Sternberg, 1931) interpreta a una joven y escultural viuda que se ha vuelto prostituta para sobrevivir; es reclutada por el Servicio Secreto Austriaco para convertirla en una espía cuyo nombre clave es X-27. Ella, fatalmente, se enamora de un oficial ruso, por el que traiciona a su país y posteriormente muere frente al pelotón de fusilamiento.
Otra película clásica del cine de espías es Mata Hari (George Fitzmaurice, 1931), en la que Greta Garbo “encarna a la espía más famosa de la Primera Guerra Mundial”, cuya historia ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones. La película se basa en la historia real de la holandesa Margaretha Geertruida Zelle (1876), conocida como Mata Hari, bailarina exótica y espía que fue ejecutada el 15 de octubre de 1917 en Vincennes, Francia, después de un juicio tan expedito como plagado de irregularidades.
Entre la exaltación patriótica, la propaganda y el anticomunismo, en las primeras décadas del siglo XX la nómina del cine de espías se incrementó con obras como 39 escalones (1935), de Alfred Hitchcock, basada en la novela homónima de John Buchan, en la que el héroe es perseguido a la vez por la policía y los maleantes. Hitchcock volvería una y otra vez a este género con cintas como Encadenados (1946), que combinan suspenso, aventura y romance.
El cine de espías “necesita un acotado marco político para manifestarse”. Si hurga en la intimidad de algunos personajes, es por una razón política. Esto sucede en películas como La conversación (Francis Ford Coppola, 1974) o La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) Las dos muestran una sociedad destinada a existir bajo vigilancia, ya sea de corporaciones ocultas, como en la primera; o del Estado, como en la segunda. En ambas, es angustiosa la indefensión del individuo frente a poderes velados.
El cine de espías no ha dejado de evolucionar, de cautivar al público con sus estrellas, con las historias de autores como Ian Fleming, John Le Carré, Grahan Green o Robert Ludlum, que enfrentan al hombre con los peligros más grandes para la humanidad. Que se han vuelto referencias perdurables como las películas de James Bond, cuya saga comienza en 1962 con Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young) protagonizada por Sean Connery y Ursula Andress.
El 007 es un icono, pero también lo son Ethan Hunt, protagonizado por Tom Cruise en Misión imposible, que de la televisión pasó al cine en 1996 con la película dirigida por Brian de Palma con la que comenzó una saga interminable. Y desde luego el desmemoriado Jason Bourne (Identidad desconocida, 2002, de Doug Liman, inicio de otra larga serie), interpretado por Matt Damon. Son tres héroes, entre tantos otros, que han dado vida a un género en el que nunca faltan novedosos artilugios tecnológicos.
Imagen portada: Especial / MILENIO