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México y la guerra mundial de la información

Por Ernesto Ángeles

Este fin de semana el ecosistema de Meta (Facebook, Threads e Instagram) procedió a dar de baja y restringir a diversas cuentas y perfiles asociados a la influencia informativa rusa, esto incluyó a los medios y activos de comunicación relacionados directamente al Kremlin, así como a cuentas con posturas y opiniones favorables a Rusia por supuestas “actividades de injerencia extranjera”. Esto sucedió al mismo tiempo en que un medio de noticias de Rusia en India (Sputnik News India) denunció una campaña de intimidación llevada a cabo por la embajada de Estados Unidos en contra de dos investigadores, a los cuales amenazó si colaboraban con dicho medio de comunicación.

Lo anterior también ocurre días después que se diera a conocer que tanto el partido demócrata como el partido republicano habían aprobado un presupuesto de 1.6 mil millones de dólares para promover propaganda en contra de China a nivel mundial, mejor conocido como el “Fondo para contrarrestar la influencia maligna de la República Popular de China”. Dicho fondo repartirá el dinero entre el Departamento de Estado y la USAID para subsidiar medios de comunicación y la sociedad civil para “contrarrestar la maligna influencia” de China. Sí, esa misma USAID que conocemos de primera mano en México y que ha financiado a la oposición nacional, tal como a Claudio X. y su ONG Mexicanos Contra la Corrupción, los cuales recibieron en 7 años poco menos de 97 millones de pesos.

En este punto es claro que Estados Unidos y Occidente en general están dando un viraje en los supuestos valores que se dicen defender, lo cual no sólo se limita a la comunicación, sino que se extiende a toda área, tal como lo muestra el proteccionismo tecnológico ¿Será que la defensa de ciertos valores es un pretexto que sirve para mantener el equilibrio de poder, desigualdad y sumisión entre países ricos y los demás? ¿las capacidades de poder de países como EUA les permiten tener una interpretación flexible de valores como la libertad de expresión?  Y más allá del pretexto de las libertades, ¿a dónde nos puede llevar esta guerra mundial de la información y cómo esto puede afectar a un país como México? ¿Qué puede hacer el país y la nueva administración de la presidenta Claudia Sheinbaum para navegar en medio del conflicto?

Resulta evidente que estamos presenciando el desarrollo en tiempo real de una guerra de la información que se acompaña de otros frentes como la guerra financiera, económica o tecnológica y que tiene por objetivo mantener a flote a nivel mundial la hegemonía estadounidense y occidental; mientras que, a su vez, se intenta debilitar a los enemigos de Washington como China, Rusia, Irán, Venezuela o Nicaragua. Esta estrategia también incluye el favorecer informativamente a sus aliados e intereses más cercanos, como con Israel y el genocidio que está cometiendo.

Y si bien desde hace años habíamos vivido bajo la esfera informativa estadounidense y occidental gracias a su monopolio de la información y los espacios digitales, en los últimos años habían aparecido y se habían fortalecido actores informativos de otras latitudes que no respondían a los intereses estadounidenses u occidentales, dichos actores no sólo incluían medios de comunicación, como RT, CCT, HispanTV o AlJazeera, sino también periodistas, influencers y espacios digitales, los cuales no sólo incluyen webs o foros, sino también plataformas de redes sociales como TikTok o Telegram, esta última víctima reciente de la censura occidental.

Y es que esta guerra mundial de la información, que se debate entre el sostenimiento de la hegemonía estadounidense/occidental frente a la persecución de un mundo multipolar, tiene distintas manifestaciones: por un lado, están los medios y espacios masivos de comunicación tradicionales como la TV, la radio o el periódico; por otro lado, están los espacios digitales (foros, webs, grupos, redes sociales, etc.) y los personajes que dominan las narrativas ahí (influencers, líderes de opinión, medios digitales, agencias gubernamentales, la farándula, etc.).

En lo que respecta al poder de los medios de información, las capacidades de EUA y Occidente aún siguen siendo inmensas en comparación a Oriente, no sólo por el capital y la situación del mercado, sino porque estos actores llevan décadas si no centurias en el negocio, por lo que tienen un bagaje muy amplio que se traduce en un conocimiento de su audiencia a profundidad.

El tema aquí es que actualmente se tiene que luchar con elementos nuevos tal como una mayor politización, educación e información de las sociedades, así como la exposición a otras voces y canales informativos; por lo que uno de los objetivos de esta guerra de la información será silenciar estos canales y voces alternativas; mientras que, paralelamente, se promoverán nuevas voces y formas de hacer llegar los mensajes y la propaganda pro occidental, tal como sucede con la digitalización de los medios y las operaciones de comunicación negativa, muchas veces coordinadas y alimentadas tanto por medios masivos como por redes sociales. Así como sucedió en México y el intento de asociar al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con el narcotráfico, en donde la influencia de la prensa nacional e internacional se acompañó de una enorme campaña negativa digital, especialmente en la red social X.

Además, Estados Unidos no sólo tiene de su lado a los medios de comunicación, sino también un ecosistema tecnológico digital que se extiende a nivel mundial; por lo que  la censura técnica será más que socorrida en esta guerra de la información, ésta se puede lograr a través de diferentes métodos: ordenándoles a las plataformas el bloquear el contenido y usuarios; invisibilizar tendencias y narrativas por medios técnicos como el “shadow banning”;  permitir la acción coordinada de hordas de usuarios (automatizados o no) para que pirateen conversaciones y tergiversen su sentido (tal como pasó con los grupos de troles de las “NAFO” en el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania); así como quitar de los motores de búsqueda ciertas palabras o personas. Empero, también existe la posibilidad de atacar directamente los espacios digitales opositores por medios técnicos, tal como hackeo de las páginas.

En cuanto al ataque a las voces emisoras, éste puede darse por medios como el soborno, las amenazas físicas y materiales, el ataque a la reputación o lograr que espacios informativos les sean cerrados.

Esta guerra de la información es una condición que ha afectado, afecta y afectará a México en distintos frentes; tal como quedó demostrado tras la llegada del presidente AMLO al poder y la maquinaria de mentiras nacionales e internacionales que se echó a andar, parte de esta financiada directamente desde Estados Unidos. Por tanto, queda la pregunta ¿qué se puede hacer?

En principio, bastante se hace distanciándose de las ansias censoras de Washington, lo malo es que mucha de esta censura ya viene directamente desde las empresas, por lo que poco se puede hacer a menos que se regule al respecto. No obstante, México no debe cancelar medios de información ni perseguir a las personas por expresarse, tampoco sumarse a iniciativas censoras solicitadas o promovidas desde afuera.

Asimismo, la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum tendrá que mantenerse cauta a la hora de evaluar grupos financiados desde el extranjero, varios de la supuesta sociedad civil, ya que la experiencia internacional nos ha enseñado que tales grupos son clave si se quiere intentar promover un golpe de Estado u otro tipo de desestabilización político-social.

Por último, México debe evaluar la posibilidad de crear o sumarse a espacios digitales diversos, con un énfasis en acercase más a la sociedad y empoderarla digital e informativamente.

Fuente:

// Con información de SPR

Vía / Autor:

// Ernesto Ángeles

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Autor: lostubos
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