Por José Jaime Ruiz
La deriva autoritaria de la 4T es un invento de cretinos. La deriva fascista o filo fascista es una ofuscada realidad: Daniel Tabe (padre del panista Mauricio) amenazó con un cuchillo a un inspector de la CDMX; en Nueva York Rafael Elías, asesor de Xóchitl Gálvez, maltrató corporalmente a un mexicano migrante que protestaba contra la candidata de la derecha; las ministras del Poder Judicial, Lenia Batres y Loretta Ortiz (pastelazo de por medio en el Congreso de Nuevo León) han sido insultadas por las huestes perjudiciales de Norma Piña y el Cártel de la Toga; los juniors del PRIAN y trabajadores judiciales asaltaron violentamente el Senado; la senadora panista, Chuya Díaz, azuzó a los oponentes de la reforma judicial para linchar a los legisladores que votaran a favor; el abogado Carlos Velázquez hace meses insultó a Claudia Sheinbaum en un restaurante de San Pedro Garza García y ahora golpeó al presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, en el aeropuerto de la Ciudad de México y, por tanto, a su investidura. Del dicho al hecho fascista, no hay mucho trecho.
En su libro sobre el fascismo, Antonio Gramsci apunta: “Esta nueva táctica se lleva a cabo de los modos y formas permitidos a una clase de charlatanes, de escépticos, de corruptos… es como la proyección en la realidad de un relato de la jungla de Kipling: el relato de Bandar-Log, del pueblo de los monos, el cual cree ser superior a todos los demás pueblos de la jungla, poseer toda la inteligencia, toda la intuición histórica, todo el espíritu revolucionario, toda la sabiduría de gobierno, etcétera, etcétera. Esto fue lo que sucedió: la pequeña burguesía, que se sometió al poder gubernamental a través de la corrupción parlamentaria, cambia la forma de su prestación de servicios, se vuelve antiparlamentaria y trata de corromper la calle”.
No son hechos aislados, ya existe un patrón de violencia que trasciende al discurso del odio y olvida parlamentar, aunque sea desde sus posiciones corruptas neoliberales. Dos elementos sustanciales del fascismo son el radicalismo y el clasismo (J. Sole-Tura). Quienes juraron cumplir la ley, trastocan la ley. Margarita Zavala y su post facho: “Nada se les puede decir, nadie los puede tocar; solo ellos pueden insultar, descalificar y destruir y lo hacen desde el poder”. Lilly Téllez y su enloquecido tuit: “Repruebo que el senador @fernandeznorona use la fuerza del Estado contra el ciudadano que lo increpó”. Chumel Torres y su discurso de odio y su apología del clasismo y la violencia.
Todos ellos, como apuntó Gramsci en otra circunstancia social sobre este grupo: “Pero también ha demostrado ser fundamentalmente incapaz de desempeñar una misión histórica cualquiera: el pueblo de los monos ocupa las páginas de sucesos, no crea historia, deja rastros en los periódicos, no ofrece material para escribir libros”. Transgreden la autoridad de la ley con la violencia pública y privada (Fernández Noroña en la sala de American Express en el AICM).
Derrotados electoral, ética y espiritualmente, su frustración política los ofusca. Debieran repensar este patrón de odio y volver a los cauces legales. Los miembros de la 4T han sido respetuosos, cautos, prudentes. Y más vale que el pueblo de los monos fascistas no le jale la cola al tigre.
