Sin tener que recurrir a quimeras mentales, Edgar San Juan dirige una adaptación bastante decente de la obra de Luis Spota.
Por Fernando Zamora
Casi el paraíso, de Edgar San Juan, muestra todo lo que cambió México desde que la novela original de Luis Spota se volvió famosa en torno a 1956. El clasismo es actual, pero sus características cambiaron, sobre todo en torno a esta palabra que cada día envejece más: malinchismo. Y es que este es un adjetivo equívoco y en el fondo despreciable. Pero el malinchismo es todo aquello que la novela de Spota quería denunciar: que los mexicanos somos todos como aquella supuesta mujer mexicana que supuestamente entregó a un supuesto hombre español un supuesto país. Por más que nada de eso sea real. En 2024, tildarnos de malinchistas no es divertido; publicó MILENIO.
Edgar San Juan dirige una adaptación bastante decente de la obra de Luis Spota sin tener que recurrir a quimeras mentales. Aun así, la historia sigue siendo ésta: un hombre blanco y guapo se hace pasar en México por conde y consigue ascender tanto en la escala social que se interna en las altas esferas de la política nacional. Pero, si uno se fija, el exotismo que lo extranjero produce en cualquier sociedad es suficiente para hacer chistes sobre lo mexicano sin tener que tildarnos de malinchistas. Y este resulta un gran logro que se concreta en el personaje más pulido de toda la película.
Karol Sevilla es Teresa Rondia, una influencer que utiliza a un apócrifo conde italiano para hacerse de seguidores. Y es cierto, Teresa, el personaje, es un poco guarro, un poco frívolo y un poco inestable, pero es adorable. Muy lejos del malinchismo que Luis Spota quería denunciar. Al contrario, Teresa resulta tan interesante como personaje que la actriz le otorga unos apuntes en los que es posible adivinar que Sevilla se devoró al director. Sólo un poco. Es justamente en este punto donde comienzan los peros.
Sin duda, Edgar San Juan, el director de Casi el paraíso, pudo manejar un presupuesto alto para los estándares mexicanos gracias a que ha tenido el acierto de delegar en actores, el fotógrafo y sus compañeros guionistas ciertas decisiones propias de su oficio, pero para que la película se transformase realmente en una excelente e hilarante adaptación, el director tendría que haber crecido en sus propias destrezas.
Durante una escena, por ejemplo, la heroína patea una pistola. ¿Y el close up? No hay tal. Hubiera sido necesario que el director diese el salto entre el teatro filmado y el arte visual. Intercalar detalles en tanto plano general.
Ahora bien, la cosa no sería tan grave si uno no tuviese la impresión de que los actores se están limitando. Volvamos a Karol Sevilla. Teresa, su personaje, hace un berrinche en lo alto de un edificio desde el que se ve Paseo de la Reforma y amenaza con suicidarse, aunque eso resulta imposible. Uno se queda con la impresión de que la actriz completamente metida en clave cómica pudo haber llegado más allá. Burlarse de su ser influencer, de su clase social, de sus amores. De ser tan pequeña junto a un italiano que se hace pasar por conde. ¿Y qué sucede? El clímax de esta secuencia se esfuma como el ímpetu de la actriz. El novio traidor espeta un “tranquilízate” y se acabó. Qué decepción.
En resumen, Casi el paraíso, la película, tiene esta virtud: hace comedia con un texto bien escrito que, sin embargo, ha envejecido un poco mal. El director del filme consiguió dar el salto entre la denuncia y la comedia, pero a veces el ritmo se le desinfla o se le va más hacia la farsa. Lástima. Ojalá que San Juan siga dirigiendo y perfeccionando el arte cada vez más.
Casi el paraíso
Edgar San Juan | México | 2024
Imagen portada: MILENIO | LABERINTO.