Por José Jaime Ruiz
Si Felipe VI es el jefe del Estado español debiera comportarse en Latinoamérica como tal, no como monarca. Los borbones confunden su función, nadie les discute que asuman la Constitución española y sean, a la par, el jefe de Estado y monarca en España, pero en nuestros países no son ningún rey, aunque quieran comportarse como tales.
Felipe merece dos tirones de orejas, primero, porque como jefe del Estado español agravió a Colombia al no levantarse ante la espada del Libertador en la toma de protesta de Gustavo Petro, ante la simbólica espada de Simón Bolívar. Antes agravió a los mexicanos al hacer caso omiso y no responder a la petición del Estado de pedir perdón por la Conquista y la Colonia a los pueblos originarios de este país. Nadie se puede asumir como jefe de Estado si no acata las disposiciones republicanas de los demás países. Su monarquía no es trasnacional.
La decisión del gobierno español de no mandar ningún representante a la toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo como presidenta es entendible dentro de las formalidades constitucionales de la soberanía española, pero es su problema, no el nuestro, y el pueblo español, bajo su autodeterminación, deberá resolver esa contradicción interna entre democracia y monarquía, por cierto, muy corrupta e impune. Es su asunto. Si el gobierno español considera “inaceptable” que Felipe VI no sea invitado, como jefe de Estado, a la asunción de Sheinbaum, en Latinoamérica podemos considerar inaceptable que no se comporte precisamente como jefe sino como rey.
Nuestros asuntos son otros: atajar la colonización y el extractivismo, tanto de Repsol, Iberdrola y Calica, lo cual trata de finiquitar la 4T. Si la agenda española es monárquica, la nuestra es social. Existen bellas sincronías, mientras los “miramones” mexicanos se rasgan sus súbditas vestiduras ante la posición de Sheinbaum de no invitar a un jefe de Estado que se pretende monarca de Latinoamérica (no se olvidan las groserías de Juan Carlos I en cumbres iberoamericanas), en la realpolitik se avanza: con el respaldo de todas las fuerzas políticas, el Senado de la República aprobó la reforma al artículo segundo Constitucional que eleva a la Carta Magna el reconocimiento y protección de los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos y obliga al Estado a garantizar su cultura e identidad y, dos: el pleno de la Cámara de Diputados aprobó una reforma al artículo 123 para establecer que el salario mínimo en México nunca estará por debajo de la inflación.
Estos son nuestros asuntos, el nuevo modelo del bienestar compartido del Segundo Piso de la Cuarta Transformación. Si en España no resuelven sus contradicciones de Estado, muy lo suyo. Antes se afirmaba que crímenes son del tiempo, no de España; ahora podemos decir: especímenes decadentes son del tiempo, no de México.