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Por Félix Cortés Camarillo

Con el trocito de mi capote, un relicario te voy a hacer.

En este país de 116,386 desaparecidos (segundo lugar mundial), que se llaman desaparecidos por no decirles muertos, para que el número no suba la estadística negra que se despide este martes, sabemos que existe una Comisión Nacional de Búsqueda de personas desaparecidas, creada en noviembre de 2017. Yo me enteré gracias al trabajo excelente de Wendy Selene Pérez para el portal Animal Político sobre el celebérrimo tamaulipeco Catarino Garza.

Hace más de treinta meses, y por expresa órden presidencial, la dicha comisión se encargó de inciar la búsqueda y rescate de los restos de Catarino Erasmo Garza Rodríguez en una fosa común de Bocas del Toro, isla de Colón, hoy Panamá. La semana pasada en Matamoros, Tamaulipas, el presidente López desveló un busto -que parece una copia del de José Martí, que fue su cuate- con una oquedad en donde se colocó un pedacito del hueso cúbito, cinco centímetros, de Catarino. La aún esposa del presidente de México, inspiradora evidente de toda esta historia, estuvo, y leyó una carta en verso del prócer a su mujer e hija.

Algo más de Catarino.

Nació en 1895 en Brownsville/Matamoros cuando éramos uno mismo a pesar de la reciente anexión. A los 18 se fue pa´l  Norte. Ahí fue tipografo, vendió máquinas Singer, y -no sé por qué- fue nombrado Cónsul del Gobierno de Díaz en St. Louis Missouri a los 26 años. Renuncia, y se convierte en el primer pre-revolucionario favorito de Lopitos. Existen los Flores Magón, los Serdán, pero Catarino es Catarino. 

De tipógrafo a periodista es una ruta muy frecuente entre los mexicanos de entonces. Dispuesto a denunciar el régimen opresor de Porfirio Díaz, Catarino funda en Texas los periódicos El Comercio Mexicano y El Libre Pensador  y escribe el autobiográfico libro La lógica de los hechos, o sean observaciones sobre las circunstancias de los mexicanos en Texas desde 1877  1888.

Cambia la pluma por el rifle; Catarino conduce tres incursiones pre revolucionarias en la franja fronteriza entre Laredo y Brownsville. Se suele llamar a esas incursiones como la Revolución Garza. Nada más que tiene dos enemigos al mismo tiempo: las tropas federales de Díaz y los Rangers de Texas, que no quieren pedos con México. 

En una premonición del Ché Guevara, en 1892 se va con su revolución a otra parte. Desembarca en Puerto Limón, Costa Rica, conoce a José Martí, y se envuelve en  la liberación americana: de Cuba, de Panamá, de Colombia, de lo que se ofrezca, para sumar lealtades a la revolución mexicana, que tiene en su mente. Subrayo que es 1895, 15 años antes de lo de acá, lo de Madero, Villa, Carranza y toda esa película.

En la toma de un fuerte en Bocas del Toro, Catarino recibe un riflazo al pecho y otro al abdomen. Junto con los otros muertos de uno y otro lado, su cadáver termina en una fosa común de la isla de Colón, hoy Panamá. 

Hasta ahí la historia de Catarino. Por el que tengo enorme admiración poética.

En 2016 Andrés Manuel López Obrador publicó en México un libro sobre su investigación de Catarino Erasmo Garza Rodríguez, con el sugestivo subtítulo de “Revolucionario o Bandido”. Tres años más tarde, con el poder en la mano, Lopitos ordena buscar, encontrar, traer y venerar lo que quede de don Catarino.

Faltába más: 60 marinos, 20 soldados y funcionarios de todo tipo fueron enviados hace 30 meses a Panamá en el buque El Huasteco a buscar lo que hubiere. Bajo la coordinación de la Embajadora de México en Chile (?) se armó un equipo formidable. Entre otras cosas, lograron exhumar restos de las dos hijas de don Catarino en cementerios de Brownsville, Texas, y profanar (estoy exagerando, ya lo sé) la fosa común en Panamá. A consecuencia de todo ello una reliquia de doce centímetros del hueso radio se sometió a análisis comparativos de todo tipo para determinar coincidencias genéticas. Aleluya: el hueso era de don Catarino. 

El hueso radio va, al lado del húmero, del hombro a la muñeca, pero es más chiquito. Gracias.

Concluyo.

La figura de don Catarino el norteño es venerable. Merece el reconocimiento de los mexicanos, como lo merecen todos los que en su momento denunciaron los desmanes de Don Porfirio. Noble actitud del Presidente López de reconocer su figura y de buscar sus restos, a un costo de nueve y medio millones de pesos. Enaltece a Lopitos haberle mandado a hacer un malancón busto del escultor Pedro Reyes, con un urna insertada y placa de bronce encimada, para meter ahí los cinco centímetros del huesito de don Catarino.

Se cumplen diez años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Los padres de esos muchachos, y todos los padrotes en su alrededor, no han tenido una respuesta. 

El gobierno de Peña Nieto nunca se enteró. Lopitos quiere pasar a el -la- que sigue, como en el dominó. Desde luego que hay muchos conflictos en la misma instancia, pero esta lesión social es vital de necesidad, como dicen los médicos de toros. Con todo y su raíz turbia, el caso de Ayotzinapa va creciendo como factor político en este país. Ni siquiera un relicario monumental como el que Lopitos regaló a con Catarino y su biznieto que ni idea tenía de dónde su antecesor estaba.

A mi simple entender Ayotzinapa es uno de los enigmas más grandes de la política mexicana. Me explico: ni los normalistas de Guerrero eran monjas de la caridad; ni el municipio de Iguala es vírgen; ni el presidente  hizo lo que tenía qué hacer; ni el gobernador de Guerrero de entonces es impoluto. 

Yo no sé cuantos millones de pesos se gastaron en la investigación, en Zerón, en los asesores extranjeros que costaron millones, sin cumplir el compromiso de sacar la chivo del barranco. No han podido demostrar que Murillo Karam dijo mentira histórica. Dicho todo lo anterior, pregunto: ¿los “desaparecidos” de Ayotzinapa no merecen ni un relicario? Por lo menos que alguien se ocupe de ellos.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Cero y van dos. Los que alimentábamos esperanzas de que el gobierno de Claudia diera un cambio en el rumbo colectivo nuestro, entre los que yo estoy, recibimos dos cachetadas de la doctora Sheinbaum. Primero, la tácita admisión de que Lopitos quiere nombrar a su hijo Andy como sucesor, y ello se puede poner en pausa. Lo que no se puede en pausa es el pleito de la esposa de Lopitos contra la Corona de España. Siguiendo la línea de la Primera Dama, la presidente próxima sigue empeñada en que la Corona de España pida perdón a quien es representante de similares atrocidades que hace cinco siglos se hicieron del otro lado. Negar el mestizaje, que es la raigambre de la mexicanidad y de todas las naciones del mundo que se nutren de lo que viene, raíz de la misma señora Sheinbaum sin que se cuestionen los inventos racistas que han circulado, es una estupidez.

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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