Por José Jaime Ruiz
No bubónica, borbónica, esa peste monárquica que recorre España. El ciudadano Felipe Juan Pablo Alfonso, como monarca, es un lastre para la relaciones interiores y exteriores de España. En el primer cuarto del siglo XXI no une, divide a los españoles; no facilita sus relaciones exteriores con Latinoamérica, las dificulta, las dinamita. En la época de la Inteligencia Artificial, ¿por qué mantener a un monigote artificial y sin inteligencia? Rancio misterio que tendrían que resolver constitucionalmente los españoles. Educados en laicidad, el juarismo y la Revolución, para muchos mexicanos el figurín de un rey, de Felipe VI, es una caricatura más de Disneylandia que de una república, y causa pena ajena esa sumisión, ese avasallamiento ciudadano.
Para la directora del periódico El País (ya no hablemos de la prensa monárquica española), la “postura de México ha obligado a España a dar una respuesta contundente, rápida y, sobre todo, comprensible. El Gobierno no enviará delegación alguna al acto, el próximo 1 de octubre, lo que constituye una absoluta anomalía histórica”. Pepa Bueno leyó mal la misiva del presidente Andrés Manuel López Obrador y, arrodillada, prolonga la anomalía diplomática e histórica del ciudadano Felipe y su arrogante y silenciosa investidura. Los sumisos de España prefieren mantener una corona abollada por un rey que tensa las relaciones con Latinoamérica, si para ellos es más importante el ciudadano Felipe que su relación de hermandad con los pueblos hispanoparlantes, la relación financiera y comercial, muy su gusto, muy su mal cálculo.
De sopa boba el reyezuelo impertinente, de coña insufrible el rebuznar de Aznar, de supina estupidez la filtración de Pedro Sánchez al monárquico periódico ABC; gramática del insulto, la intelectual pereza de Pérez-Reverte vertida y revertida en el vómito de la descalificación, grado cero de una academia real que incordia más a la Real Academia que a nuestros presidentes.
La España de charanga y pandereta, encerrada en sacristía, devota de Franco y de María, de política que todo lo encorseta… Que los gobiernos monárquicos se olviden de una vez de la España colonial, es una torpeza constitucional eso de que el rey sea jefe de Estado y se ocupe de una fantasmal “comunidad histórica” a la manera del Reino Unido con su legítima mancomunidad desde Australia a Belice. En Latinoamérica no se imprimen billetes con la imagen de la corrupta e impune Casa Real, tampoco fotografías del rey español. En México el pueblo es el soberano y 36 millones votaron a Claudia Sheinbaum.
El ciudadano ibérico, Felipe Juan Pablo Alfonso, representante de esa España sin rabia y sin idea. Qué decirles a su gobierno y su monarquía de cartón piedra, a ese tío Felipe, a esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste… qué decirles, tan provincianos ellos, dan lástima.