“Que hayamos elegido en México a una mujer con un voto tan apabullante y tan definitorio me parece un logro increíble. Yo creo que esta mujer presidente que vamos a tener la pusieron las feministas y el movimiento feminista en México que ha sido definitorio, que ha sido el compás moral, la verdadera oposición, en muchos sentidos en los últimos 10 o 20 años”, dijo Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964) sobre el triunfo de Claudia Sheinbaum, quien mañana tomará posesión como la primera presidenta de México; publica MILENIO.
La escritora participó ayer en una charla en la FIL Monterrey.
“Me refiero a que a ese movimiento de mujeres y especialmente mujeres feministas ha puesto en el centro de la conversación, ha hecho ineludible el que hablemos sobre cuestiones que tienen que ver con género, con mujeres, con cuerpos no normativos, creo que sin ese empuje y sin esa demanda habría sido impensable un voto tan mayoritario por una mujer, porque esos son los datos, no lo estoy inventando”, agregó.
Aun así, la ganadora del Pulitzer comentó: “Ahora bien, la historia nos ha enseñado que el hecho de que tengamos mujeres líderes o mujeres en posiciones de poder, tampoco implica, ni es naturalmente que van a tener políticas feministas o a favor de las mujeres y les recuerdo a Margaret Thatcher, que es un gran ejemplo y hay muchos más.
“Yo creo que, como con todos, presidentas y presidentes, todo va a depender de una sociedad civil activa que sepa hacer sus demandas y que sepa igual ganar el corazón del debate público de la conversación pública; creo que nos corresponde a nosotros como sociedad civil, el mantener ese estado de alerta y una claridad también sobre el país que queremos”.
Sobre la justicia
Cristina Rivera Garza, que cumplirá 60 años este 1 de octubre, dice que está contenta con todo lo que ha pasado en su vida, desde ganar el Premio Pulitzer por El invencible verano de Liliana, donde habla del feminicidio de su hermana, hasta el reconocimiento que hizo la revista Time como líder latina al escribir sobre la justicia.
“Claro que estoy muy contenta y agradecida por el premio Pulitzer en el área de Memoir, pero tengo mis dudas sobre esta categoría en general. El Memoir es una clasificación muy acotada en el mundo anglosajón y usualmente se le pone a libros que cuentan historias muy lineales de confirmación de la realidad, con las que yo no asocio ni a El Invencible verano de Liliana ni a ninguno de mis libros, pero pues tampoco les voy a decir a los de Pulitzer ‘no me den el premio’ o cambien el nombre para que lo pueda aceptar”, comentó la escritora con una sonrisa.
De hecho, piensa un poco lo mismo cuando le dicen que es una autora que escribe por la justicia. “Igual, no le voy a decir al Times que no (risas). Hay una preocupación, sobre todo en El invencible verano de Liliana, definitivamente con la justicia legal, la justicia punitiva, que por desgracia se nos ha escapado. Ángel González Ramos, el presunto feminicida de mi hermana, por todo lo que sabemos es que nunca ha comparecido frente a la ley y sigue fuera de la ley.
“Por otra parte, en un entendimiento más amplio de justicia, la justicia que tiene que ver con la memoria colectiva y con la verdad, creo que ese es el coto pertinente también de la escritura y de la literatura, no nada más la justicia entendida en su versión más legal, sino también algo que la literatura sabe hacer muy bien y en lo que incide con gran fuerza, que es la memoria colectiva, y si a eso nos referimos cuando decimos ‘escribe por la justicia’, estaría completamente de acuerdo con eso”.
Historias entre archivos
La autora habló también sobre la investigación y su relación con la escritura:
“Tengo una cierta fascinación y debilidad por tratar de entender contextos muy amplios, contextos que ahora le llaman de tiempo profundo, y claro, tener acceso a los materiales de archivos siempre ha sido importante para mí, sobre todo porque si sabemos buscar en los archivos, encontramos historias que han sido borradas o no consideradas en su debida profundidad, o cosas que han quedado por ahí desperdigadas, y me parece que la mirada desde el presente, que es una mirada siempre urgente, esa mirada ayuda a ir conectando pedazos que de otra manera parecería no tener sentido. Entonces, ir recontando historias desde este presente, y también con miras a lo que viene, con miras al porvenir, para mí ha sido fundamental”.
Agregó: “La investigación es un animal vivo, es un proceso muy creativo e implica una serie de cuidados con nuestro sistema de percepción y con los materiales con los que trabajamos. Creo que ahí es donde la respuesta a de qué podemos escribir, de qué nos corresponde escribir, que a mí me parece una pregunta legítima, creo que la respuesta está precisamente en eso, en el cuidado que ponemos en el momento de aproximarnos a nuestros materiales, a ese proceso yo le llamo investigación”.
Entonces Rivera Garza se definió como escritora e investigadora: “Para ser escritora estamos investigando el mundo, escribir es una exploración del mundo, hay una definición muy básica. Precisamente, escribir es la atención más concentrada sobre temas o materiales con los que uno ha elegido trabajar o que nos han elegido, como dicen los más místicos, que nos han elegido para ir trabajando”.
Pero la autora aseguró estar en desacuerdo que sus libros se cataloguen como novelas históricas:
“Si van a poner un nombre, insisto en que sean llamadas novelas documentales, por esa mirada muy encausada en el presente. Me interesa menos la melancolía, la nostalgia de lo que fue, en lo que no estoy interesada. Me interesa lo que mantiene mi atención, en todo caso, es cómo esto se entrevera, cómo esto explota o cómo lo podemos citar de otra manera para construir futuros distintos”.
La charla con la autora fue larga y relajada en el marco de la Feria Internacional del Libro de Monterrey. Habló de todo, dijo que no hay que demonizar a la inteligencia artificial, comentó sobre la inspiración, del trabajo el escritor y su relación con el cuerpo y fue tajante al decir que no cree en la capacidad terapéutica de la literatura.
“Me han hablado mucho de que si El invencible verano de Liliana me ha sanado y lo que últimamente digo es que a lo mejor escribí porque ya había pasado por todo un proceso. Es el resultado de y no la causa de, pero es cierto que el libro transformó el duelo mío y el de mi familia de un proceso aislado y lleno de culpa a una práctica mucho más amplia y de un abrazo muy evidente con la generosidad de los lectores. Sí hay un cambio fundamental importante, afectuoso, pero creo que cuando metemos el lenguaje terapéutico estamos entrando en otro tipo de terrenos”.
Modesta Burgos regresa
En 1999, Cristina Rivera Garza publicó Nadie me verá llorar, una novela donde recupera la historia de Modesta Burgos, una mujer que fue internada desde que tenía 35 años y hasta que murió en el manicomio La Castañeda a inicios del siglo XX.
“Es un libro en el que, como saben, utilicé materiales del archivo histórico de la Secretaría de Salud. Es una historia de ficción entretejida en conexión muy cercana. Para esta nueva edición que publica Random House queríamos traer el cuerpo y la presencia del cuerpo directamente a los ojos de los lectores, no necesitamos la fotografía de Modesta Burgos, porque eso es como la vieron a ella, sino su letra, porque eso es como ella se produjo a sí misma”.
Rivera Garza decidió incluir un ensayo inédito y transcripciones hechas a mano de las cartas que dejó Burgos.
“Pudimos haber tomado una foto al documento y ponerla en la portada y dije no, esas letras de Modesta tienen que pasar también por mi cuerpo, porque es una letra única y fui al archivo, usé el lápiz que ella usé, que se llama tinta lápiz, y me puse a transcribir a mano sus palabras y es lo que pusimos en el cuadernillo con el que viene esta edición limitada. Yo quería confrontarme con su letra, cuando escribimos se requiere una tecnología del cuerpo y hay ciertas palabras que corresponden a posturas del cuerpo que uno tiene que acoplarse y eso fue un reto por el que volvería a pasar gustosamente, aunque me dio tortícolis (risas) y la razón por la cual ahora digo que soy una artista visual”.
Además, para la nueva edición de la novela, la escritora pudo usar el nombre real de su protagonista, una mujer que fue internada por la fuerza, pero que conservó su furia crítica y una inconfundible voz propia y su libertad a través de las palabras.
“Cuando escribí este libro hace muchos años, la ley de archivos me dijo que no podía utilizar el nombre de ella por cuestiones de privacidad y por eso en la novela hasta ahora el personaje se ha llamado Matilda Burgos, pero la ley cambió en el 2012 y ahora ya me permitieron utilizar el nombre verdadero que es muy hermoso. Por eso digo que Modesta Burgos regresa 25 años después con su propio nombre, con su propia letra y yo creo que eso puede ofrecer claves para una lectura contemporánea y renovada y esa es mi intención”.
Imagen portada: Gabriela Riveros / MILENIO