En un mundo donde a menudo nos olvidamos de las maravillas que nos rodean, Mi amigo el pingüino emerge como una carta de amor al vínculo que existe entre el ser humano y la naturaleza; reporta MILENIO.
Esta película protagonizada por Adriana Barraza y Jean Reno nos sumerge en la entrañable historia de un pingüino que encuentra un hogar en el corazón de un pescador, y también nos recuerda la relación vital que tenemos con el mundo.
“Se nos olvida que todos estamos en el mismo planeta —dijo el cineasta David Schurmann en entrevista para MILENIO—, los humanos nos creemos todopoderosos, pero en Latinoamérica, hace cientos de años estamos conectados con la naturaleza. Sabíamos la importancia de los animales, de las plantas, de nuestra vida y vivíamos con una simbiosis muy buena. Cuando el humano se quedó con todo lo cerebral, se olvidó de esta conexión”.
“Esta película nos conecta con esa esencia, este pingüino y este señor son amigos y uno ayuda al otro. Ambos se rescatan, uno rescata la vida porque está obviamente ahí en medio del petróleo, y el otro salva su sentimiento, que era el más importante, con su familia, con sus amigos; estaba solo. Esas conexiones son muy importantes y potentes, pero las olvidamos”, explicó el director brasileño, sobre la historia.
La historia de Mi amigo el pingüino está inspirada en hechos reales. João, un pescador brasileño, rescató a un pingüino atrapado en un derrame de petróleo, con el tiempo, ambos establecieron un vínculo inquebrantable; el pingüino no sólo sobrevivió gracias a la generosidad del pescador, sino que también le enseñó a João sobre el amor y la importancia de cuidar del entorno natural: “no quería hacer una película tontita de pingüinos”, enfatizó.
“Mi interés era crear algo que hiciera pensar y sentir a la audiencia, que generara un debate y una reflexión sobre la vida y nuestras conexiones”, dijo sobre esta visión se materializó en una narrativa que trasciende a lo superficial, “quiero que la gente se lleve algo, un pensamiento, que genere debate, porque no es solo un pescador que salva a un pingüino”, explicó el director sobre la historia que le tomó alrededor de seis años de trabajo constante.
Una mexicana y un francés
El filme cuenta con el talento internacional de Adriana Barraza y Jean Reno. De acuerdo con el director, eligió a la mexicana por su habilidad actoral que reconoció desde que la vio en Babel, la cinta de Alejandro González Iñárritu: “Me marcó mucho y cuando surgió su nombre le enviamos el guión y hablamos por dos horas sin parar. Me enamoré de Adriana porque es una persona y una actriz increíble. Con Jean Reno fue un poco parecido”, dijo Schurmann.
“Jean fue un regalo, es un actor con tremendo talento y era algo que él quería hacer. Algo distinto. Siempre lo echan en rollos que son duros, que son de asesinos y creo que esta es una de las primeras películas en la que ves a Jean llorando; fue muy bonito verlo emocionado en la pantalla, algo que normalmente no se ve. Lo que lo atrae es la historia, el ambiente, los pingüinos, todo. Como actor era algo distinto que no había hecho”.
Más de 80 por ciento del rodaje de la película se realizó con pingüinos reales y el asesoramiento de un experto en fauna; el equipo logró crear un entorno seguro y amigable para los animales en el set, incluso construyeron «hoteles de pingüinos, con todo y sus piscinas”; curiosamente, de lo 12 pingüinos que participaron en la película, dos se enamoraron, lo que les impidió formar parte de la filmación, “fue una experiencia mágica”.
El rodaje lo encabezó David Schurmann, pero fue un profesor universitario de Argentina, especialista en pingüinos, quien sugirió el método en el set: “Rodamos con un protocolo que nunca he visto en toda mi vida, no podían venir al set, sólo quedarse ahí en su hotel. Y rodamos con 10 pingüinos que hacían escenas distintas porque su personalidad; los pingüinos son muy distintos, parecen todos iguales, pero no lo son”, explicó.
“Los cuidamos muy bien, teníamos dos ONGs —una estadunidense y una brasileña— presentes todo el tiempo para constatar que los pingüinos estaban felices, sin estrés, que nada pasara con ellos. Fue muy bueno el rodaje y muy especial, a mí me encantó trabajar con pingüinos, traían una magia especial al set y una calma absoluta; no podíamos hacer ningún tipo de ruido en el set cuando teníamos a los pingüinos”, compartió David Schurmann.
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