Por José Jaime Ruiz
En el devocionario patriarcal del estilo personal de gobernar de los presidentes se exaltaba la Figura (Juárez, Díaz, Carranza, Calles, Cárdenas, Salinas, López Obrador), aunque se fuera un figurín (Ortiz Rubio, Portes Gil, Alemán, Fox, Calderón, Peña Nieto). Para Daniel Cosío Villegas: “…puesto que el presidente de México tiene un poder inmenso, es inevitable que lo ejerza personal y no institucionalmente, o sea que resulta fatal que la persona del Presidente le dé a su gobierno un sello peculiar, hasta inconfundible. Es decir, que el temperamento, el carácter, las simpatías y las diferencias, la educación y la experiencia personales influirán de un modo claro en toda su vida pública y, por lo tanto, en sus actos de gobierno”.
El “mal de altura” del que también escribe Cosío Villegas fue expulsado en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Ese mal psicológico que recorrió a López de Santa Anna (“Alteza Serenísima”), a Porfirio Díaz y, después del ejercicio popular de Cárdenas, a todos y cada uno de los oficiantes de la presidencia imperial: “el Gran Dispensador de Bienes y Favores, aun de milagros” (El estilo personal de gobernar, Cosío Villegas, 1974). Según se atisba, con la presidentA Claudia Sheinbaum Pardo, el estilo personal de gobernar se transciende en un estilo plural de gobernar: temperamento como amabilidad no como autoritarismo; temple como respeto y responsabilidad.
Lección bautismal nombrar a las conferencias matutinas como “mañaneras del pueblo”; lección histórica el decreto de perdón por la masacre de Estado en contra de los estudiantes y los ciudadanos en Tlatelolco 1968; lección de respeto al dirigirse a los miembros de su gabinete como “compañeros”, no como subalternos. El poder personal ejercido como pluralidad, diversidad, institucionalidad: el saludo a Norma Piña en la toma de protesta no anula las irreconciliables diferencias en los temas de la reforma judicial. Un proyecto de nación sintetizado en cien puntos que giran alrededor de un Estado social de bienestar compartido, de prosperidad compartida donde la salud, la educación y la vivienda son ejes fundamentales.
El Segundo Piso de la 4T, desde lo femenino, hace de la transformación, creación; de la revolución, creatividad. El 2 de octubre no se olvida, nunca más; Acapulco no se olvida. Los damnificados históricos y los damnificados climáticos se hermanan en esta nueva etapa del Estado mexicano. La emancipación de los desposeídos es prioridad, atender la historia y atender el presente. Con Claudia Sheinbaum se traza un nuevo régimen de un Estado ciudadano, horizontal, democrático, un Estado social y un estilo plural de gobernar. A las generaciones post68, bienvenidas al cambio de régimen, a la nueva realidad.