Un documental narra las manifestaciones artísticas que han surgido a partir del caso Ayotzinapa. El común denominador es el amor y la solidaridad hacia los padres de los 43.
Por Témoris Grecko
Francisco Toledo se elevó a buscarlos en el aire. Por años, como todas y todos, quiso encontrar a los 43 normalistas en esta tierra. Y voló papalotes con sus rostros. El escultor oaxaqueño sabía que, siguiendo la senda de los papalotes en el aire, sería posible hallar otras pistas, acaso sus aromas reposando en la armonía vaporosa de las nubes; publicó MILENIO.
Toledo y muchos otros artistas han partido de esta tierra sin lograr devolver los chicos desaparecidos a sus madres y padres: Minerva, Tomás, Saúl, el Tío Venado y Ezequiel. Lo mismo, el poeta David Huerta, el cineasta Xavier Robles, el editor Damián Mendoza o el músico Armando Vega-Gil. En estos últimos se nutre en gran medida la última ofrenda de un grupo de comunicadores que entregaron a la causa que lo parió, Ayotzinapa.
Este arte que abraza es un proyecto transmedia que recoge numerosas obras creativas consagradas a la memoria, manifestaciones artísticas que surgieron a partir del caso y la protesta y que se convirtieron en parte de la memoria histórica de este país; algunas de estas obras fueron realizadas por figuras de talla internacional, otras por personas que, en la solidaridad, descubrieron la fantasía que podía brotar de sus manos.
El eje es un largometraje documental homónimo, realizado por el colectivo Ojos de Perro vs la Impunidad y dirigido por Juan Castro Gessner. Este mes se estrenará en la apertura del Festival DocsMx, el jueves 10 de octubre a las 19 horas, frente al Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM.
La cinta inicia, sobre el fondo agreste de la sierra del Chichinautzin, con una reflexión de Vega-Gil con la que construye el leitmotiv: “Habemos artistas que, a veces, sólo tenemos la herramienta de nuestra pieza artística –una canción, una instalación, una intervención o una pintura, pueden ser muchas cosas, una coreografía– y a veces nos sentimos inútiles. Quisiéramos estar en el terreno de la acción de otra manera, pero nuestra aportación es entregar nuestra obra a causas, a acciones, a movilizaciones”.
“El arte no es político ni militante, los políticos y militantes son los artistas al comprometerse con causas determinadas”, dice el escritor Alejandro Ortiz, uno de los responsables del desarrollo creativo de la película. Una causa que, al cumplir diez años de los crímenes que le dieron origen, readquiere valor, peso y vigencia.
El fuego inició en Ayotzinapa
Sin claridad de objetivos, esquema de organización, ni siquiera nombre, un grupo de personas dedicadas al periodismo, la literatura, el cine, la fotografía y la música se reunió por primera vez el 27 de noviembre de 2014, con la indignación y la voluntad de actuar. Aunque Ojos de Perro se constituyó como asociación civil, su espíritu es de colectivo de iguales, insuflado por la defensa de la justicia y la verdad, y la insumisión ante la violencia.
La noche de Iguala, la del 26 de septiembre de ese año, es “una barbarie que me avergüenza, mi generación quedará marcada en la historia de México como la que lo permitió, no pudo hallarlos ni castigar a los culpables”, reclama la periodista Concepción Peralta. “Seremos tan criticados como la sociedad conservadora de 1968, que celebró las Olimpiadas pese a la matanza de sus estudiantes”.
Damián Mendoza creía, en cambio, que en la lucha está la redención: “Algún día hablaremos de estos años como se habla de un genocidio. Y diremos que estuvieron cerca, pero que los caciques y criminales que gobernaron nuestro país, y que nos llenaron de sangre por un monto de dinero, no pudieron arrodillarnos; que la brutalidad y la pesadilla recibieron como respuesta solidaridad, empatía, amor, valentía y dignidad”.
El también codirector del documental de Ojos de Perro Atl, lucha y libertad (2021), Mendoza escribió en el quinto aniversario: “Se recordará que no fue toda la sociedad mexicana la que luchó, que la mayoría se contentó muchas veces con decir que los estudiantes ‘en algo andarían’, ‘pa’ qué se metió ahí, pa’ qué se metió en eso’. Quienes resistieron, y resisten, […], apenas son unos cuantos. Pero así de poco se necesita para que la oscuridad no triunfe”.
Gilet también rememora lo que significó para ella: “Fue realmente una toma de conciencia a la que aún no puedo ponerle palabras pero sí recuerdo esta imagen: cuando volteé en la conferencia que dieron las madres y los padres de los desaparecidos en Montevideo, la mayoría de los presentes, prensa y solidarios, llorábamos”.
Tras largas asambleas con pocos resultados Ojos de Perro vs la Impunidad encontró su vocación en donde estuvo siempre: en las de sus integrantes, en la investigación y la narrativa de la injusticia y la desigualdad, de la lucha y la resistencia. No sólo sobre el tema Ayotzinapa, pero jamás olvidando Ayotzinapa.
El proyecto incluyó documentales, libro y pódcast
La tarea inicial fue aproximarse a los familiares de los desaparecidos para ayudarlos a compartir con el mundo lo que era pasar la primera Navidad sin saber de sus hijos, sin saber dónde estaban, si tenían hambre, si padecían frío, si se sentían solos, si veían la luz.
“Cuando llegamos a la Normal de Ayotzinapa, Coizta Grecko, en la dirección, y yo con mi cámara, nos atrevimos a pedirles a las madres y padres que hablaran ante la lente”, recuerda Luis Alberto Castillo. “La tragedia estaba fresca y el dolor era palmario. Filmar las sillas vacías de los estudiantes, con velas, fotos de sus rostros y lágrimas […] fue muy difícil. Allí estaban las madres y los padres, enfrentándose a una realidad brutal”.
El debate de fondo, sin embargo, se centró en qué tratamiento darles a los trabajos del colectivo. El cabreo exigía militancia y reivindicación. Pero el gobierno de Enrique Peña Nieto, dedicado a fabricar una falsa pesquisa para encubrir las responsabilidades superiores, controlaba el discurso en los medios de comunicación y sus esbirros descalificaban a los disidentes como partisanos y enceguecidos defensores de criminales.
Ojos de Perro decidió enfriar la cabeza y fortalecer sus argumentos con investigación, reportaje en territorio, entrevistas con testigos y expertos, y rigor metodológico para producir dos documentales, MirarMorir. El Ejército en la noche de Iguala (2015) y MirarMorir. Addendum (2020), el libro Ayotzinapa. Mentira histórica (2016), el pódcast Ayotzinapa 10 años. Sin justicia ni verdad (2024) y otras piezas más pequeñas que lograron incidir en el debate y ayudaron a derribar el montaje oficial.
Pero esa no fue la única línea de trabajo, pues en paralelo caminaba otra más cercana al corazón. Y definiría la más reciente entrega que llega a DocsMx. Coizta Grecko, uno de los dos productores, explica:
“Quisimos despojarnos un poco del rigor de la investigación periodística e irnos más al amor. […] Ya venía esa espinita que Juanfe fue desarrollando. Y la verdad es que Ojos de Perro, aunque nació de la indignación, también es un borbotón de amor. Por eso ofrendamos nuestro trabajo, hacemos una ofrenda. Un abrazo, no sólo a las madres y a los padres, también a todas las personas que tienen a alguien desaparecido”.
‘Este arte que abraza’, el documental más reciente
“Estamos por un lado contentos. Pero por otro lado, no. No hubiéramos querido que llegáramos a estas alturas de diez años”, lamenta Juan Castro Gessner, director del documental, ante el estreno. “Este trabajo es coral, porque somos muchos los que hemos participado”, afirma. “Igual, a nivel dirección, somos muchos los que hemos dirigido, son muchos fotógrafos, son muchos periodistas”.
Se trata de una colaboración voluntaria pero “horizontal y sorprendentemente eficiente, donde parece que todo está aceitado”, apunta el diseñador gráfico Alfonso Ochoa. “Hay gente del equipo a la que ni siquiera conozco en persona y con la que el diálogo fluye libre, generoso, creativo y ordenado. Es mi experiencia más chingona al momento de poner manos y cabeza al servicio de algo: la sensación de que al otro lado de la mesa hay una persona que también quiere un país más justo. Sólo eso, que a la vez es tanto”.
Después de una primera fase en la que se lanzaron a filmar, cuando explotaba la tragedia y la indignación de todo un país, el levantamiento de imagen fue una tarea cotidiana con los años: con distintos integrantes, de acuerdo con la disponibilidad de cada persona, el equipo de filmación registró eventos, siempre a la caza de expresiones artísticas. Y pudo llegar a personalidades internacionales que se habían solidarizado con los 43, como el chino Ai Weiwei, el argentino Marcelo Brodsky, la escocesa Jan Nimmo, los italianos Giulia Lacolutti, el grupo de teatro Instabili Vaganti, y los chicanos Andrea Arroyo, en Nueva York, y Roberto Ferreyra, en Chicago.
Pero también se encontró con gente que no sabía que, en su esfuerzo por ofrecer un abrazo solidario, estaba haciendo arte. Como el grupo de un barrio humilde y combativo del sur de la Ciudad de México:
“Uno de los momentos que recuerdo con especial cariño fue cuando las compañeras de Los Pedregales de Coyoacán nos prestaron sus bordados para filmarlos en nuestro estudio”, recuerda Axel Hernández, uno de los miembros más jóvenes de Ojos de Perro. “Colocamos el ‘set’, las luces, y pasé como una semana encerrado, retratando todas y cada una de las mantitas. Fue una experiencia bonita, pude apreciarlas a detalle y conectar con los mensajes que las bordadoras dedicaron a cada uno de los estudiantes”.
La tarea de reunir estas obras de protesta fue inmensa e inevitablemente incompleta, porque no ha cesado, subraya el compositor Juanjo Rodríguez: “Lo mismo la tarde que grabamos el videoclip de la canción ‘Grito de guerra’ [compuesta por Michelle Solano] en 2014, que diez años después del suceso, al terminar la música para Este arte que abraza, hemos seguido encontrando a personas que quieren colaborar y brindar su arte para los estudiantes que, desafortunadamente no supieron que se convertirían en un parteaguas de la memoria histórica de este país”.
Lo más difícil fue, sin embargo, encontrar el mejor eje narrativo para integrar tantos bellos y muy diversos trabajos en una historia audiovisual. El director y varios compañeros discutieron largamente la edición de cortes que, año con año, eran proyectados a grupos pequeños para encontrar dónde la narración no cuajaba y retornar a las máquinas.
“Lo que más permanece en mi cabeza, son las semanas y semanas de posproducción”, rememora el poeta Edson Lechuga. “Encontrarnos con horas y horas de material en video y tener que darle sentido para narrar un hecho tan doloroso y trágico, a través de otro hecho –el arte– tan humano”. La música y escritora Solano también participó en esas largas sesiones “para encontrar el hilo conductor. Cada testimonio me hacía pensar: ‘Este país tiene futuro, con gente así las cosas tienen que cambiar’, no importa cuántas veces viera los materiales, siempre me inyectaron esperanza, fuerza”.
Cada primavera el equipo aspiraba a llegar al aniversario de septiembre con el corte final. Pero no se lograba. “Al inicio, lo hicimos cronológicamente, y no funcionó. Después por disciplinas artísticas, tampoco. Nos juntábamos, veíamos, no, no va por aquí. Sentía desesperación porque llevábamos años”, explica Castro.
Hasta que, en 2023, con un público nuevo, ajeno al arte y al periodismo, finalmente emergieron críticas que les cambiaron la perspectiva a los creativos, que entendieron que tenían que ordenar las piezas a partir de sensaciones:
“Cuando desaparecieron los muchachos, no sabíamos qué ocurría. Era la confusión. De ahí entramos a la indignación. Luego, a la acción, a la lucha. Y de ahí pasamos a la esperanza”.
Ofrenda a los desaparecidos y a los compañeros que se marcharon
Damián Mendoza hizo aportaciones fundamentales. Castro lo describe como “un gran, gran editor, él logró darle una coherencia”. Trabajó en el largometraje hasta que, en una escapada amorosa a Zihuatanejo, sufrió un infarto mientras nadaba en mar abierto, el 9 de julio de 2023, a los 50 años y 20 días. Era la segunda herida en el corazón de Ojos de Perro, tras la también trágica muerte del músico Vega-Gil, el 1 de abril de 2019, a los 63.
Fue necesario que Gerry Contreras tomara el relevo en la edición:
“Llegué con la tristeza de que un buen amigo y compañero se fue, para continuar su trabajo, todavía sin saber bien de qué se trataba. Poco a poco fui dándome cuenta del amor con que estaba hecho, tan grande como el de las expresiones artísticas ahí recopiladas. Es un trabajo del que siempre me sentiré orgulloso y nuestro Damián, desde donde esté, también lo estará”.
En octubre de 2015, un año después de los crímenes de Iguala, el documental MirarMorir fue estrenado como parte del festival de cine documental del Distrito Federal, DocsDF, en un estacionamiento de Ciudad Universitaria donde se reunieron 2 mil 100 espectadores. Nueve años más tarde, el festival ya es DocsMx, a raíz de que la capital abandonó el vacuo título de Distrito Federal, y reivindica su espíritu al acoger por tercera vez el trabajo de Ojos de Perro (en 2018, presentó su No se mata la verdad).
Para los directores de ese encuentro cinematográfico, el nuevo trabajo es “testimonio y memoria que debe siempre ayudarnos a recordar a quienes, con su voz y un puño en alto, claman por un México en paz”, dice Inti Cordera. A Pau Montagud, valenciano, lo anima “la admiración hacia el pueblo mexicano por la gestión de su respuesta emocional, en la capacidad de movilización y la transformación de la ira en protesta”.
El objetivo común del documental es hacerles esta ofrenda a las madres y a los padres de los desaparecidos. “A mí me gustaría que esto fuera una especie de alivio ante el dolor que han estado sufriendo”, dice Coizta Grecko. “Que sea una bocanada de aire porque parece que se vienen más años de lucha por la resolución del caso, porque el ejército, que es el gran ente que ha obstaculizado la investigación, sigue a sus anchas. Que les ayude a seguir adelante. Ya van cinco padres que mueren buscando a sus hijos”.
Para Castro Gessner, el sentido de la ofrenda es el inverso: “Yo siento que más bien el abrazo nos lo están dando ellos, siento que nos han dado una lección de dignidad, de lucha. Yo quisiera que este trabajo cuando menos tuviera la capacidad de crear empatía y no perder esa lucha por la búsqueda de los 43”.
Fallecido el 5 de septiembre de 2019, solo 21 días antes del quinto aniversario de la desaparición de los estudiantes, Francisco Toledo había corrido con niños en la ciudad de Oaxaca, volando papalotes con los rostros de los 43 aplicados en sus frágiles alas como lienzos porque, explicó, “nuestra idea era buscar a estos muchachos en todos lados, si ya los buscaban en tierra, en el mar, entonces también buscarlos por el aire”.
Imagen portada: MILENIO.