Por José Jaime Ruiz
Érase una vez que miles de mexicanos, divergentes, hubieran querido que la realidad del 2 de junio y el Segundo Piso de la Cuarta Transformación no existiesen. Apocalípticos, siguen hablando y escribiendo de desastre cuando no asumen la realidad de 2018 con Andrés Manuel López Obrador y debieran haber interiorizado su mundo postapocalíptico con Claudia Sheinbaum Pardo. La ucronía los recorre como ilusión de lo que pudo haber sido y no fue. Nostalgia absurda, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser ejemplificada en Enrique Krauze (añorar la dictadura perfecta) y Héctor Aguilar Camín (el antiguo apapacho oficial), y con ellos una Legión iracunda y desquiciada.