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El perdón, ¿necedad o necesidad? (1)

Por Efrén Vázquez Esquivel

En las últimas semanas se ha dado un debate sobre la exclusión del rey de España, Felipe VI, como invitado especial de Claudia Sheinbaum a su toma de posesión como Presidenta de la República, un debate ayuno de reflexiones, cargado de ofensas y descalificaciones contra Andrés Manuel y Sheinbaum.

Todavía ayer por la mañana escuché por la radio a Sergio Aguayo decir, mostrando una enorme estrechez de horizontes, que “quien odia a los españoles se odia a sí mismo, porque en todos corre por nuestras venas sangre indígena y española”.

El motivo de la exclusión es sabido, así que solo me concretaré a responder la pregunta del título de esta columna.

Como parte de la cultura general, sabemos por los psicoanalistas, psicólogos y psiquiatras, que la mayor parte de nuestra conducta se determina por deseos, miedos y recuerdos que no son conscientes.

También sabemos que por ser cada uno de nosotros parte de diversas tradiciones (tradición es lo que se transmite de generación en generación), todos esos sentimientos y reconcomios son transferidos por los padres a los hijos, pudiendo afectar de manera grave o leve la salud mental de las personas o de un pueblo.

Gracias a Sigmund Freud sabemos que la única manera de reconciliarnos con el pasado, con nosotros mismos y con los otros, es hablar de lo que pasó. Lo que pasó no solo durante nuestra vida, sino también lo que pasó a lo largo de la historia de un pueblo o de la humanidad, expresado en símbolos, ideas, leyendas, mitos y creencias, lo que se suele llamar imaginario colectivo.

Hablar de lo que pasó posibilita resignificar experiencias pasadas y elaborar nuevos significados; solo de esta manera es posible reconciliarnos con el pasado, con nosotros mismos y con los otros.

Vistas así las cosas, la carta enviada por el ex presidente Andrés Manuel al rey de España sin respuesta, en la que le solicita considere disculparse por los abusos cometidos por los conquistadores españoles contra nuestros antepasados, como lo hizo el papa Juan Pablo II, no es una necedad, sino una necesidad para reconciliarnos con nuestro pasado histórico.

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: stafflostubos
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