El chaleco salvavidas flotaba, pegado al casco volteado del Peyucsa 12, como el último rastro de vida en la inmensidad del mar. La proa de la embarcación, semihundida, se mecía suavemente con las olas, mientras el reflector de la Defender barría la oscuridad en busca de cualquier señal. No había nadie; informó MILENIO.
El silencio del océano lo confirmaba: el último de los tripulantes se había soltado de la embarcación, y el rescate había llegado tarde, demasiado tarde.
Horas antes había esperanza. El Persuader, una aeronave equipada para misiones de rescate había detectado algo: una embarcación semihundida y lo que parecía ser varios hombres en el agua, aferrados a lo poco que quedaba de su bote.
Los tripulantes del Peyucsa 12 y el Halcón 1 habían desaparecido tras el paso del huracán Milton, y por días, el mar había guardado su secreto. Hasta ahora.
Todo comenzó 15 días atrás, cuando el Peyucsa 12 zarpó para lo que debía ser una salida rutinaria de pesca con cuatro hombres a bordo. Pero el huracán Milton, de categoría 5, había dejado el puerto desolado y había cortado cualquier contacto con tierra firme.
Los familiares, desesperados, clamaron por respuestas, y las autoridades prometieron que no dejarían de buscar. Desde Veracruz se desplegó el Persuader, su poderosa cámara lista para captar cualquier cosa distinta al mar.
El miércoles por la noche, la aeronave dio con el Peyucsa 13, otro bote que también había sido arrastrado por la tormenta, pero los cuatro pescadores a bordo fueron rescatados con vida.
Sin embargo, el destino del Peyucsa 12 y el Halcón 1 seguía siendo incierto. Ocho hombres más continuaban perdidos en algún lugar del océano, aferrados a la vida o, quizá, ya vencidos por la furia del mar.
El piloto del Persuader informó haber visto a varios pescadores en el agua. De inmediato, sonaron las alarmas y la embarcación tipo Defender DR15, la más cercana, recibió la orden de acudir al rescate.
A bordo de ese navío de la Secretaría de Marina iba un equipo de MILENIO, quienes acompañaban en la búsqueda cerca de la costa. Sin embargo, el rescate se iba a llevar a cabo a 115 millas mar adentro, «cerca de Las Coloradas», como comentaron los marinos.
El teniente Paolo Giovanni Cruz, a cargo de la operación, quiso devolver al equipo de MILENIO a puerto antes de continuar, ya que regresar tomaría 16 horas, pero el mando no lo permitió.
Las vidas de los pescadores pendían de un hilo, y el rescate no podía esperar. El mar seguía agitado, la estela del huracán aún golpeaba con fuerza, dejando una «resaca» peligrosa en el agua.
Poco a poco, la costa desaparecía en el horizonte, y las aves que nos seguían quedaron atrás, incapaces de aventurarse tan lejos de tierra.
Ningún otro barco se veía a la distancia; el puerto seguía cerrado. La Defender avanzaba, pero el oleaje era brutal. No podíamos ir a más de 20 nudos. Cada ola era como caer en un enorme bache en un carro sin amortiguadores, pero cada minuto perdido era vital.
Al cruzar las 50 millas, perdimos la señal de comunicación y las redes móviles quedaron fuera de servicio. Pronto se informó que la Defender no tenía combustible suficiente para ir y regresar.
Una Interceptor salió a nuestro encuentro para abastecernos con gasolina, un combustible premium que se usa en rescates más cercanos a la costa.
De repente, una voz irrumpió por la radio. Era el piloto del Persuader: «Solo veo a una persona aferrada a la embarcación hundida. Solo hay un elemento, repito, solo uno«.
Nuestra posición aún estaba a tres horas y media del punto, a pesar de haber navegado casi cinco horas. Pero una noticia alentadora llegó: otro barco pesquero, el Pescamex, estaba cerca, a solo 12 millas del lugar avistado, y se dirigía hacia allá.
El Pescamex no lograba escucharnos en la radio, pero el Cayo Arena, con mejor comunicación, actuaba como intermediario.
Seguíamos avanzando cuando otra mala noticia llegó desde el aire: «El elemento se soltó, quedó en el agua. Ya solo encontrarán la lancha«. Y peor aún, el combustible del Persuader se estaba agotando, y el piloto tendría que regresar en apenas cinco minutos. “A las 15:15 me retiro”, sentenció.
Eran ya más de las 17:30 horas cuando la luz del día comenzó a desaparecer. En la radio, el Pescamex informó que había llegado al punto a las 4:45. Encontraron la embarcación volteada, pero no había rastro de nadie. Iniciaron una búsqueda en los alrededores, pero el resultado fue el mismo: nada.
Finalmente, llegamos nosotros, ya en plena oscuridad. Ahí estaba el Peyucsa 12, flotando, solitario, en la inmensidad del océano. En su proa, el nombre aún era visible. Pegado a su casco, un chaleco salvavidas; nada más. Buscamos con reflectores alguna señal de vida, pero no había esperanza.
A 90 minutos de la vida quedó el último tripulante de esa embarcación. Después de una hora de búsqueda infructuosa, iniciamos el regreso. Otras ocho horas de mar, en silencio.
La última embarcación
La Secretaría de Marina encontró la tarde del viernes la embarcación Halcón 1, último pesquero que se encontraba desaparecido en Yucatán tras el paso del huracán el Milton.
Fuentes de Semar confirmaron que esta lancha fue avistada de la misma manera que el Peyucsa 12. La embarcación estaba volteada y semihundida, pero sin personal a su alrededor.
Le dio alcance una patrulla oceánica, que revisó con buzos la situación, pero no encontraron señales de la tripulación.
Imagen portada: Jorge Martinez / MILENIO