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Por José Francisco Villarreal

5 Estaba yo disfrutando una reproducción del Otz Chiim, el “Árbol de la vida”, un mapa cabalístico de la Creación; data del siglo XVII y es conocido como “El Árbol de Kircher”. Profusa necesariamente de letras hebreas que no tenía la intención ni de traducir ni de descifrar. Así que, aprovechando las ventajas de Internet, busqué otras versiones igual de simbólicas pero más amables, a sabiendas de que como es un diagrama, debe permanecer sustancialmente inmutable. En alguna de ellas encontré, en la cumbre de Atziluth, el primer mundo de las emanaciones divinas, la figura del perfil luminoso de un anciano, empatada con su contraparte oscura. A saber, la presencia de “El Ser” a través del espejo oscuro de los profetas y del espejo prístino de Moisés. No, en las representaciones de Moisés con cuernos no son tales cuernos, es luz… Otrora era bastante hábil para desentrañar esos laberintos cabalísticos, ahora soy muy perezoso. Además, tan cerca del fin, es ocioso distraerse con el principio. Pero ese anciano, mitad visible, mitad inaprensible, siempre me fascinó: nada menos que el principio de la Creación desde el vacío, desde el infinito, el Ein Sof. Sí, pero el ocio es muy travieso. Al par que estas profundidades esotéricas, el mentado algoritmo me “recomienda” una nota ilustrada con una foto de la inevitable ministra Norma Piña. También es una figura visible que oculta otra invisible, inaprensible, intragable. Junto con su camarilla de ministros, harían las veces de los Qliphot, las cáscaras del árbol quemado, las emanaciones de la destrucción, el “orden” alterno del caos. ¡Tranquilos! No me excedí en la dosis de fármacos, sólo juego con las analogías. Es divertido y es gratis. 

4 Lo bueno de las leyes universales es que no necesitan de camarillas de jueces que las interpreten. Se aplican por sí mismas, y son implacables. Los cabalistas hebreos, que no eran genocidas, no se erigieron en constitucionalistas, sólo intentaron hacerlas asequibles al entendimiento y, más especialmente, a la razón. Un ignaro como yo o peor, apreciará algunas cosas, pero abundar más allá nos pondría a caminar en el borde del abismo de la locura, que también puede ser el inicio de la escala de la iluminación. A los rabinos Cordovero y Luria les importaba un pepino la divulgación efectiva de sus especulaciones. Las leyes divinas tienen un consenso universal en cada partícula de materia, y hasta en su ausencia. Ni Dios las rompe, porque son su esencia y su existencia. Sin esas leyes inmutables, ni la Ciencia tendría sentido. En cambio, nuestras leyes humanas, sociales, son dinámicas. Nuestras constituciones, desde la Constitución de Cádiz (“La Pepa”), han estado cambiando, reformándose, aunque siempre con retraso o distancia respecto a la soberanía que las sustenta. Contradecir esas leyes, retrasar esos cambios, desconocer esas reformas, es ningunear su origen soberano. O bien, restringir mañosamente el concepto de soberanía que, desde “La Pepa”, no es potestad de un rey, ni de un presidente, ni de una junta de notables.

3 Durante los “años dorados” de nuestra democracia amordazada, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación eran poco o nada conocidos. Ni el “zedillazo” les dio relevancia entre los ciudadanos. Nunca fueron líderes sociales, menos aún caudillos del descontento popular contra regímenes o contra leyes injustas. Su recurso era el dogma legal, su “inspiración” casi divina para determinar lo que la Constitución dicta. Ministros, magistrados, jueces incluso hablan un lenguaje ajeno a los ciudadanos, cercano, eso sí, a sus interlocutores naturales, los abogados. En esa logia misteriosa está excluido quien realmente valida esas leyes por su naturaleza soberana, el pueblo. Por eso me sorprende mucho que la forzada “popularidad” de la ministra Piña, alimentada por los medios de comunicación, suponga un verdadero liderazgo insurgente desde la soberanía del pueblo. No es líder ni siquiera entre una mayoría de los trabajadores del Poder Judicial de la Federación, puesto que en todo este proceso de paros, trampas, rabietas y protestas, el principal sindicato ha marcado distancia. La señora se ha comportado a veces como patrona, a veces como “eminencia gris” de la subversión. Gran Maestre de esa logia oscura, ha retorcido las leyes para defender posiciones y privilegios de ese negocio familiar y clientelar que agrupa a miles de ministros, magistrados y jueces federales, y que son una minoría insignificante ante la potencia que el voto popular ha dado a los poderes Ejecutivo y Legislativo. Contra las leyes vigentes, constitucionales, recurren a sofismas o incluso a invenciones poco ingeniosas, para tratar de revertir una reforma que ya ni siquiera es reforma, ¡es una ley constitucional! Duro o aguado, eso es un intento de golpe de estado. La ministra Piña es muy similar a la excandidata Bertha Xóchitl: un fuego fatuo.

2 En este brete de la SCJN, me sorprende mucho la polémica que se generó en una sesión donde la tenebrosa ministra Piña reconviene a la ministra Batres por usar la palabra “absurdo” para calificar un absurdo legal. Otro ministro, Luis María Aguilar Morales, le hace segunda a su Gran Maestre Piña para expresar su indignación por el uso de la palabra absurdo para calificar un absurdo, y va más allá: se siente ofendido por el absurdo de usar la palabra “absurdo” para calificar un absurdo. La absurda Gran Maestre se soflama porque la ministra Batres llama absurdo a plantear dos posibilidades para configurar la mayoría necesaria para aprobar o rechazar leyes. En una, se requieren 8 votos, en otra 6. Una se apega a la forma como eligió ese tribunal colegiado asumir la transición a la que está obligado por la Constitución recién reformada. La otra es apegarse a la literalidad de la reforma y, aunque opera aún con salas especializadas y con un corpus de 11 ministros, a la hora de votar decidir como si fueran 9, como lo previene la ley… pero todavía no. La trampa es obvia, porque aún antes de la elección de ministros, algunos concluirán su gestión, casualmente, algún miembro prominente del Cartel de la Toga. Es decir, preparan terreno para seguir bloqueando leyes e iniciativas. En pocas palabras, los once ministros votarían como si fueran nueve pero la Corte seguiría operando con once para algunas cosas y como nueve virtuales para otras. Esto es un absurdo del tamaño de la toga de la incordiosa ministra Piña. Por lo demás, volvemos al absurdo mayúsculo de que opinólogos, bots y medios intenten entronizar a la mentada ministra como líder de una insurgencia social generalizada cuando sólo es capo (¿capa, cape?), de una facción reaccionaria. No, de plano Norma Piña no es ni lejanamente equivalente a José María Morelos, Benito Juárez o Francisco I. Madero. 

1 En lo personal estoy fastidiado de que el “movimiento” que encabeza la Ministra pretenda investirse en una insurgencia contra una pretendida dictadura. Recordemos que todo inició defendiendo sueldos, no derechos ni autonomía. La estructura y los recursos de ese “movimiento” son claramente los de un sistema autoritario, un absurdo tribunal “constituyente”, una dictadura enquistada en uno de los poderes del estado mexicano. Inadmisible. ¡Absurdo! La señora, absurda también, no tiene representatividad alguna en la República ni es fiel custodia de las leyes. No representa sino un perfil visible de un espectro oscuro que intenta imponer a un poder sobre los otros dos, afinando así una verdadera dictadura. Lo han hecho ya en otros países, llegando a domesticar a los poderes ejecutivos y legislativos. Diputados, senadores, presidentes como perritos danzarines de intereses que se subordinan a razones económicas y geopolíticas. No en balde ahora apuntan como eventual candidato a un ministerio de la SCJN a Roberto Gil Zuarth, un irredento calderonista, panista recalcitrante, y además, objetor sistemático de una ley a la que se opuso y se sigue oponiendo pero ahora quiere aprovechar para asumir un cargo. Sólo que esta vez sería por elección popular. Suerte con eso. Aunque hay que admitir que en comparación con la Gran Maestre Piña y con sus acólitos, Gil Zuarth es más astuto y se maneja mejor en los medios. Su campaña dependerá, si se le acepta como candidato a un ministerio, de si se deslinda o no de Calderón y su narcogobierno, y si se distancia de la reforma energética de Peña. Del PAN, le será imposible deslindarse, lo que prometería parcialidad absoluta y la politización (más) descarada del Tribunal. Ya de entrada, Roberto dramatiza al despreciar una ley que estaría obligado a respetar como ministro. ¡Más teatro! Acción Nacional insiste en convertir a la política en una desangelada puesta en escena.

0 En tanto la logia negra de la toga sigue haciendo papiroflexia con las leyes y con la Constitución, el activismo político de la tropa panista en el Congreso de la Unión, especialmente en el Senado de la República, empuja cada vez más a considerar muy en serio condicionar legislaturas a un dictamen sobre la salud mental de los aspirantes. Hay casos como la senadora por el PAN sin Sonora, Lilly Téllez, que rebajan el debate legislativo a un pleito callejero, esto pasa de lo absurdo a lo vesánico. Ella, y quienes le secunden, del partido que sea, ensucian la dignidad de una cámara en la que recaen responsabilidades cruciales. No sólo se trata de sancionar leyes, también de las relaciones diplomáticas. Ningún país podrá considerar en serio a ese cuerpo legislativo cuando un día sí y otro también hay que tolerar los gritos de merolico de una legisladora que ni siquiera representa a los ciudadanos y que tampoco representa a la trayectoria de un panismo con el que pudimos no estar de acuerdo, pero que sí se daba a respetar en el debate. Esto ya es una burla hacia el propio panismo. No sólo se ha degradado la ideología, también la inteligencia.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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