Por José Jaime Ruiz
Dos actos trazan la política exterior del Segundo Piso de la Cuarta Transformación. Hacia los Estados Unidos, el duro golpe seco contra el intervencionismo de su gobierno a través del embajador Ken Salazar con los nuevos protocolos. Todo lo relativo a la relación bilateral será visto por el canciller Juan Ramón de la Fuente y el embajador gringo no tendrá derecho de picaporte en Palacio Nacional ni andará como Ken por su casa cabildeando en secretarías y cámaras legislativas. Otro evento significativo, el entierro de las ideas del Descubrimiento de América, del Día de la Raza, de la Hispanidad o del Encuentro de dos Mundos. Siguiendo a Edmundo O’Gorman, no existe un descubrimiento de América ni Latinoamérica celebra alguna “hispanidad” ni se dio un diplomático “encuentro” de dos mundos (Miguel León-Portilla).
Claudia Sheinbaum: “México es grande gracias a sus pueblos originarios, de ahí viene la grandeza cultural de nuestro país. El día de hoy no se descubrió América, América ya tenía grandes culturas y de ahí viene esto que inició el presidente López Obrador, que le pidió en su momento a la Corona española que se disculpara por las atrocidades que se cometieron durante la conquista… Así que nadie nos descubrió, aquí ya había un México desde antes –que después se llamó México, sí–, pero aquí había grandes culturas, y hay que decirlo aquí en honor a ese señor que está ahí, el gran Nezahualcóyotl, que hace fuerza este gran pueblo, esta gran historia de Mesoamérica”.
Lo mexicano le viene a Sheinbaum desde niña, según explica Jorge Zepeda Patterson en su libro Presidenta: “La dedicación de su madre a coleccionar huipiles y otros textiles indígenas les permitió conocer de cerca las tradiciones y técnicas de las comunidades locales. Este interés por el patrimonio cultural mexicano inculcó en Claudia el respeto y admiración por las diversas culturas y sus expresiones, y una aproximación a los matices y peculiaridades de distintas etnias y regiones, no siempre discernibles para muchos mexicanos de origen urbano. Esta conexión profunda con sus raíces y la vivencia directa de la riqueza cultural de México fueron elementos fundamentales en su formación y una poderosa influencia en su manera de estar frente a la realidad del país”.
Sheinbaum narra su mexicanidad estructurada desde su infancia: “Recorrimos el país desde muy chicos. Conocimos muchísimos pueblos de Oaxaca, Guerrero y Chiapas porque mi mamá iba buscando textiles mexicanos. Mis papás siempre fueron así, de la idea de que nosotros somos mexicanos y queremos la tierra donde nacimos… Visitamos prácticamente todos los sitios arqueológicos de México y tomamos cursos de verano en el Museo de Antropología e Historia”.
El Segundo Piso de la Cuarta Transformación se basa en la separación del poder político del poder económico, en la democratización de los tres poderes, el judicial próximamente, pero también en la revolución de las conciencias, la redefinición del poder ideológico desde el nuevo nacionalismo que evite y combata la chatarrización del espíritu, la alienación de las conciencias. Dos agravios históricos sufrimos los mexicanos: la conquista y el país territorialmente mutilado. La 4T redimensiona la manera de relacionarnos con el exterior porque existe una reivindicación del territorio como terruño.
Para avanzar, la 4T tiene que re-ideologizar nuestra identidad. La Casa Real de España ha dado el impulso necesario para la dignidad y el orgullo mexicano. El timing fue preciso: Sheinbaum rediseñó la agenda española con el tema del perdón y ahora los españoles, como nunca en su historia, se plantean la pertinencia de la monarquía corrupta e impune. La revolución de las conciencias es ideológica: no al individualismo neoliberal y al consumismo estadounidense como aspiración; no al colonialismo ideológico y su chatarrización espiritual; sí a la independencia crítica. México es vanguardia planetaria, huipil cósmico, cosmopolita.