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Por Félix Cortés Camarillo

Sin que ello signifique que sea la última, la más reciente ofensiva del gobierno de México en contra de su propia legalidad pretende -porque desde la distancia todavía no quita López Obador el dedo del renglón- establecer dentro de la Constitución la supremacía absoluta de uno de los poderes sobre los otros, anda más viva que un dolor de muelas a las tres de la mañana.

Con el objetivo de aniquilar, casi simultáneamente, a la autoridad que garantiza la legalidad de las elecciones en México, el INE, y un poder judicial que se ha mostrado rebelde ante el Ejecutivo, el otro López, Adán Augusto, urdió una reforma legal que su grupo calificó como de Supremacía.

La piel de oveja de este lobo era y sigue siendo, meter a la Constitución un artículo básico –y a mi juicio ilegal, pero eso es otro tema- de la Ley de amparo, estableciendo que las reformas constitucionales no pueden ser amparadas por esa ley fundamental de nuesro currículo histórico.

La Ley de Amparo, una de las conquistas más importantes del liberalismo mexicano del siglo 19, a iniciativa de Mariano Otero, es la  herramienta única y última que los ciudadanos tenemos para evitar el abuso de toda autoridad, o de individuos, en nuestra  contra. En diferentes versiones existe en muchos países: en el más cercano nuestro se llama juicio de habeas corpus, esto es “que se vea el cuerpo”, por su legado inglés.

Todo esto nació en el siglo trece en Inglaterra, bajo el concepto latino de habeas corpus ad subjidiciendum, algo así, porque mi latín es de monaguillo, como “veamos el cuerpo a lo que se refieren”. Se aplicaba fundamentalmente para que el juez viera y determinara si una persona había sido  detenida legalmente o no. Evidentemente, requería ver los signos de tortura o maltrado. Viajando por los siglos y la geografía, el juicio de amparo en todo el mundo se convirtió en  una protección contra los abusos de otra autoridad o persona.

En México y en contra de ese principio, don Gato Augusto López y su pandilla se lanzaron sobre la Constitución para acabar con ese derecho. En apariencia, se trata de contener las decenas de amparos que jueces chicos, medianos y menores han interpuesto contra la reforma constitucional que los quiere llevar al supuesto cadalso de las elecciones del pueblo nuevo. Nadie podrá ampararse en contra de la Carta Blanca. Perdón, quise escribir Carta Magna.

Si la Constitución aloja , como dice doña Claudia, el concepto erróneo de origen desde la Ley de Amparo que las reformas constitucionales son inatacables, se acabó el pleito. Y también la ley. Ni el revivido Chapulín Colorado podrá salvarnos. La pretensión última y tramposa es que una vez que se haga una reforma a la Constitución, ésta sea irreversible; que no haya posibilidad de contrarreforma. Que el propio texto se haga una castración.

Presento unos supositorios muy exagerados para entender el asunto: si, por ejemplo, la pandilla en el poder de López Obrador propone reformas a la Constitución permitiendo la reelección, quitando el derecho del voto a las mujeres, reinstaurando la esclavitud, o eliminando del artículo primero de la Carta Magna del respeto a los derechos individuales, y si esas barbaridades o las que quieren imaginar fuesen aprobadas por la mayoría que la ley establece en el Congreso -cosa hoy muy probable- estaríamos viendo un retroceso de siglos mexicanos. Porque en el Congreso tienen la mayoría de todas las mayorías.

No es imposible.

El asunto es que la banda está borracha. Este afán de perpetuar una supremacía electoral que yo espero momentána, es producto de una beodez del poder. Quieren pensar que están para siempre en la canastilla de arriba de la rueda de la fortuna.

La historia tiene otros datos.

PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO, (Mientras me definen si son peras o las mismas sámaras de los olmos de antes): Ayer mi júbilo porque la Serie Mundial la jueguen a partir de mañana Yanquis y Dodgers, fue escrito antes de saberse la noticia de la muerte de Valenzuela. Coincidencias del destino: en 1981, Fernando (señora Padierna ¿es Carlos, o Camilo?) Valenzuela le dio a los Dodgers el trofeo ese que ahora tiene muchos palitos. Mañana por la noche, Yanquis y Dodgers por todo el mundo vamos a rendir homenaje -de alguna forma- a uno de los más grandes deportistas mexicanos al comenzar la que ahora sí comienza a legitimar su nombre de Serie Mundial.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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