Por José Jaime Ruiz
La mejor aproximación a la biografía pública de Claudia Sheinbaum Pardo la escribió Jorge Zepeda Patterson en su libro Presidenta. La victoria de una mujer en un país de hombres (Planeta, 2024). El libro se divide en dos partes, la sustancial, la que abarca desde “Día Cero” hasta la página 160 con el llamado estilo personal de gobernar de Claudia, y la segunda parte, la de menor importancia (de ahí hasta el final, esto es, los que podrían ser los retos de Sheinbaum, una especie de especulación informada) porque se sabe desde hace mucho que, como los deportivos, los pronósticos políticos duran un instante.
El libro de Zepeda Patterson se lee de un tirón; ameno y conciso, lo suyo es la pulcritud narrativa, sin aderezos literarios y ajeno a la retórica. La primera parte, la sustancial, debería participar en la revolución de las conciencias y sin pizca de adoctrinamiento porque Jorge nunca provoca un culto a la personalidad, al contrario, muestra a un personaje sumamente reflexivo, activista y crítico. Cuando finalice el contrato mercantil del periodista con la editorial Planeta, bien se podrían comprar los derechos de autor para que la primera parte del libro sea un documento extracurricular de lectura para el tercer año de la escuela secundaria y para la educación media superior. Los jóvenes del país tendrían un referente actual de la historia política del Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
Nadie como Julio Scherer García, quien convivió con el poder de la presidencia imperial durante décadas y nos mostró fortalezas y debilidades: “Por razones de cercanía, porque los tiene enfrente, nadie puede observar como un reportero a los hombres y mujeres que viven para el poder, para hacer lo que les da la gana, hasta apropiarse de lo que no necesitan y hasta desprecian”. Escudriñar el poder con intensidad mayúscula desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Ernesto Zedillo; después, con baja intensidad pasaron por su pluma Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Nadie ocupó el lugar de Scherer frente a los presidentes, menos ante los mandatarios de la 4T. Imposible ahora la distante intimidad de Scherer con aquellos que frecuentó y criticó –cabe recordar que Andrés Manuel López Obrador siempre le señaló al periodista que estuvo muy cercano al poder y lejano al pueblo.
Los fundadores de Morena y la 4T resguardan su intimidad, a diferencia de sus antecesores, lo suyo es hacia afuera, hacia los ciudadanos, por eso los recorridos de fin de semana, no hacia adentro, hacia la soberbia y la investidura falaz que da el poder; se nutren de empatía y solidaridad, no de servilismo. Inasequible entonces acercarse a Andrés Manuel o a Claudia como lo realizó Scherer García en su tiempo. Los nuevos trabajos periodísticos acerca de los personajes del poder mantienen una distancia implícita, ausente el colorido del retrato al pastel o al óleo, lo actual es el retrato a lápiz, un dibujo.
¿Qué vio AMLO en Sheinbaum? De un plumazo, Zepeda Patterson traza la grandeza: “Para López Obrador, la funcionaria tenía la mejor de las virtudes: ofrecía resultados”. Pepe Merino, un histórico colaborador orgánico, describe: “Es perfectamente compatible ser una persona implacable, en términos de claridad de lo que se tiene que hacer, y, al mismo tiempo, ser una persona muy cálida”.
El libro de Jorge es un documento indispensable para la revolución de las conciencias, un exacto dibujo al carboncillo: “Cuando acabó el mensaje presidencial, entró al salón Claudia Sheinbaum, la niña que creció escuchando sobre el movimiento del 68 en la mesa de su casa, la joven que aprendió a tocar instrumentos musicales tradicionales, la mujer que no abandonó su activismo en ningún momento de su vida y supo combinar ciencia y conciencia social toda su vida, la supersecretaria, la jefa de Gobierno, la madre y abuela, y vinieron los gritos de todos:
–¡Presidenta, presidenta!”.