La cantante Alexandra Gravas vino a México por primera vez hace una década para presentarse en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes como parte de una gira para promover la música de Grecia. Acompañada por el pianista Józef Olechowski, la mezzosoprano regresará al mismo escenario el viernes 8 de noviembre para celebrar con música el 85 aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambos países; informa MILENIO.
Embajadora de la música de su país, la cantante ha entablado una relación estrecha con México y sus canciones, al grado que en plena pandemia vino para grabar el disco El amor es vida con Los Macorinos. En esta ocasión su recital incluirá algunas piezas en español, derivadas de ese proyecto, pero también cantará en varios idiomas, en el entendido de que “la cultura es la mejor embajadora, porque te comunicas con la gente directamente, y la música es muy importante porque no tiene fronteras, es universal”, afirma la cantante.
Poseedora de “un corazón griego y un corazón mexicano”, Gravas dice estar muy agradecida de haber heredado “canciones maravillosas de los grandes compositores de mi país. Nací en esta cultura y siempre está en mí. Ya sea que haga música de entretenimiento o contemporánea, siempre está la conexión griega”.
El encuentro con Mikis Theodorakis
Entrañable fue su relación personal y de trabajo con Mikis Theodorakis, una de las glorias de la música griega.
“Crecí en Alemania y en casa hablábamos griego, pero el resto de nuestra vida era en alemán. Siempre me encantó el griego, aunque no fui a una escuela griega, así que lo aprendí de manera autodidacta. Un día mi madre llegó con un LP y me dijo: ‘es para ti’. La portada decía: Mikis Theodorakis Greatest Hits. No tenía idea de quién era este hombre, pero escuchaba todo lo que podía, así que lo puse en el tocadiscos y, como un acto de magia, me enamoré de su música, especialmente de una canción llamada Denial”.
Tenía entonces 12 años y no entendía la poesía de Denial, que, escrita por Giorgos Seferis, se convirtió en un himno de la resistencia política a fines de los 70.
“Y aunque no entendía, pensaba que alguna día la cantaría. Cuando me volví cantante profesional y tuve la suerte de trabajar con Theodorakis y grabar con él, le conté la historia y se reía mucho para luego decir: ‘Ya ves, soy un profesor’. Ahora no puedo vivir sin las canciones de Theodorakis”.
Antes de conocerlo, cuando Gravas estudiaba en Londres y tenía sus primeros trabajos profesionales comocantante de ópera
, su representante la llamó para decirle queTheodorakis quería que grabara con él
.
“Escribió una obra para mezzosoprano y orquesta sinfónica y la grabamos con él como director –dice al rememorar esos días–. Luego presentamos esta hermosa pieza en muchas ocasiones. Hicimos varias giras en Inglaterra, Alemania y otros países, y después estrené otras obras suyas”.
Vio a Theodorakis por última vez en su casa de Atenas, cuando ya estaba muy enfermo. Antes de su muerte incluyó en el disco El amor es vida la pieza Y el hombre recogió, para la que tomó una línea musical del coro del oratorio que el compositor escribió basado en el Canto general de Pablo Neruda, la convirtió en una voz solista y la cantó con un fragmento del poema Los libertadores acompañada por las guitarras de Los Macorinos.
Entre risas, comenta que se arriesgó con esta pieza y se la mandó al maestro. Cuando la escuchó le dijo: “Eres la cantante más loca con la que me he topado, pero está tan bien que puedes lanzarla. ¡Sin embargo, no vuelvas a tomar una línea de mi oratorio para convertirla en canción!”, le advirtió entre risas. “Fue la última vez que tuve una relación artística con él. Mikis Theodorakis es nuestro héroe y estoy muy orgullosa de que fue parte de mi vida”, dice conmovida.
Horizontes
Gravas explica que el programa de Horizontes fue concebido con un concepto multilingüe, pues “incluye canciones en ocho lenguas: combino canciones de diversas culturas, por ejemplo una de China, luego otra de Grecia y más adelante una de Arabia. También canto, por ejemplo, una pieza de Theodorakis en griego y en francés. Con Józef Olechowski presentaremos algunas canciones mexicanas a las que cambiaremos un poco la forma, jugando con ellas y adaptándolas a mi estilo. Pero no voy a hablar de ello porque será una sorpresa”.
Sobre la inclusión de canciones mexicana en su repertorio, la intérprete comenta que han sido bien recibidas en otros países. “En marzo presenté Horizontes en la embajada de México en Kuwait, a la que asistió el embajador, Eduardo Patricio Peña Haller, quien me dijo: ‘Eres nuestra embajadora mexicana’. Las reacciones son increíbles, por ejemplo cuando me encuentro con los mexicanos que viven en Grecia me hacen sentir que soy parte de su comunidad”.
La cantante que inició la gira de conciertos en Grecia, Alemania y Kuwait con un cuarteto que incluía piano, violín, chelo y guitarra clásica, actuará en México en un ambiente más íntimo.
“El espacio en el que te presentas, así como los instrumentos, influyen en la dirección de la interpretación. Cuando sólo tienes un piano, el sonido del instrumento te lleva a otra parte, te da otro tipo de intimidad. Además de que influye el tamaño de la sala, porque el concierto no sólo son los músicos y el público, sino también el espacio en el que nos presentamos”.
Józef Olechowski, pianista
Con una trayectoria de más de cuatro décadas en México, el pianista de origen polaco ha grabado más de 40 discos exclusivamente de música mexicana de los siglos XIX y XX, entre los que destacan cuatro volúmenes con la obra completa para piano del compositor Ernesto Elorduy, así como Las más bellas mazurcas mexicanas y Valses mexicanos de concierto. Solista frecuente en las mejores orquestas de México, en su afán por estrechar los vínculos culturales entre Polonia y México, en 1990 fundó la Sociedad Cultural Federico Chopin de México A.C.
Imagen portada: MILENIO