Con una ambiciosa exposición de más de 500 piezas, el museo parisino celebra el legado del movimiento surrealista.
Por José Abdón Flores
Una de las exposiciones más esperadas y que más ha llamado la atención este otoño en París es la que conmemora los cien años del movimiento surrealista en el Centro Pompidou. Curada por Didier Ottinger, subdirector del Museo de Arte Moderno de París, y por Marie Sarré, agregada de conservación en las colecciones de arte moderno del Pompidou, la muestra es el epicentro de una celebración unánime de las galerías de arte parisinas, cuya onda expansiva llega a varios puntos del planeta.
El surrealismo. La exposición del centenario cubre poco más de cuatro décadas de historia del movimiento: de 1924, año en que André Breton publicó su Manifiesto, hasta 1969, año oficial de la disolución del movimiento surrealista por el escritor Jean Schuster en una carta al periódico Le Monde.
La exhibición está dividida en catorce secciones o capítulos y fue concebida como un laberinto en espiral. El laberinto del inconsciente surrealista. La entrada es una boca grotesca, reproducción del acceso al cabaret El Infierno, un tugurio que existió en Place de Clichy, muy cercano al taller de Breton donde los integrantes del grupo solían reunirse. En el centro del laberinto, en un amplio aparador circular, se puede apreciar el escrito fundacional de Breton. Considerado Tesoro Nacional, el documento fue prestado por la Biblioteca Nacional de Francia y ahora es expuesto por vez primera en su totalidad.
A la vez cronológica y temática, la exposición comienza por evocar las figuras que inspiraron el movimiento (Lautréamont, Lewis Carroll, Sade…) y los principios poéticos que estructuraron su imaginario (el artista-médium, el sueño, la piedra filosofal, el bosque…), para después continuar con una muestra de 500 obras provenientes de todo el orbe. Este aspecto ha sido señalado como una de las virtudes de la exhibición, pero también ha sido visto como un defecto. “Quien mucho abarca, poco aprieta”, ha señalado la revista Connaissance des Arts, una de las más importantes en el ámbito del arte.
Es verdad que 500 piezas constituyen una exposición de amplitud mayor que podría disuadir a los visitantes, sobre todo a aquellos que van al museo de manera recreacional, es decir, la mayoría. Otro aspecto señalado, este de índole cronológico-espacial, es haber seleccionado obras alejadas del auge surrealista en el tiempo y el espacio. Esto es, piezas de la década de 1960 provenientes de Latinoamérica, Estados Unidos y Japón, parecen ser influencias y no esencias surrealistas, de acuerdo con la antes mencionada publicación.
Fiel al principio pluridisciplinario del Centro Pompidou, El surrealismo. La exposición del centenarioasocia pintura, dibujos, filmes, fotografías y documentos literarios. Así, el Pompidou se ha convertido en un museo de museos con obras provenientes de las colecciones más importantes del mundo: El gran masturbador de Salvador Dalí (Museo Reina Sofía), Los valores personales de René Magritte(Museo de Arte Moderno de San Francisco), Canto de amor de Giorgio de Chirico (MoMa de Nueva York) o Perro ladrando a la luna de Joan Miró (Museo de Arte de Filadelfia), por mencionar solo algunas.
Junto a estos cuadros emblemáticos del movimiento, hay varias piezas de las mujeres del surrealismo como lo fueron Leonora Carrington, Remedios Varo, Dorothea Tanning, Dora Maar o la escritora y pintora británica Ithell Colquhoun. Conocer y admirar la veta femenina del colectivo ha sido muy bien recibido por el público acostumbrado a ver el arte de la pintura como una disciplina de carácter masculino.
Según ha declarado la curadora Marie Sarré, “Ningún movimiento del siglo XX contaba con tantas mujeres entre sus miembros activos, muy lejos del estatus de musas al cual a menudo se las ha querido relegar. Su presencia quedó patente tanto en las revistas como en las numerosas exposiciones internacionales del surrealismo, al menos a partir de 1930, tanto en artes plásticas como en literatura”.
Hay que recordar que el Manifiesto —que en realidad era el prefacio a la recopilación Pez soluble— no definía al surrealismo como un movimiento artístico sino como una corriente del pensamiento, una filosofía. En efecto, el surrealismo fue fundado por poetas, no por pintores. De ahí los catorce capítulos que componen la exposición, animados con grabaciones de diversas piezas literarias escritas por los integrantes del grupo.
Para el curador Didier Ottinger, uno de los cuadros más célebres de Magritte, El imperio de las luces, aporta una clave de lo que es el surrealismo en su esencia. “No se trata de un movimiento que va a proceder por la exclusión, el sueño excluyente contra el estado de vigilia, por ejemplo, sino un movimiento que siempre buscó la síntesis, la posible unión de los contrarios, un estado de reconciliación entre el sueño y la realidad, según Breton”. En el cuadro de Magritte esto se representa mediante la coexistencia del día y la noche en una misma escena.
El cartel de la muestra exhibe una pieza rara vez expuesta ya que pertenece a una colección privada. Se trata de El ángel del vestíbulo (El triunfo del surrealismo) de Max Ernst. Para Didier Ottinger, el surrealismo es un capítulo de la historia del arte que se presta bien para narrar. No hace falta ser un entendido en arte para sacar diversas interpretaciones del cuadro de Ernst. Según el curador, el éxito del surrealismo, su vigencia y popularidad, fue crear una fórmula muy simple de la creación y hacerla accesible para todo el mundo.
Art Basel París, la feria de arte contemporáneo más importante de Europa que tiene lugar esta semana, no podía ignorar el centenario surrealista ni su atractivo entre los coleccionistas. Baste mencionar que la casa de subastas Sotheby’s acaba de inaugurar su nuevo y ostentoso establecimiento en la Avenue Matignon, y que su primera subasta será “El surrealismo y su legado” con piezas de Magritte, Miró, Picabia, Dalí, Leonor Fini…, artistas tan vigentes como nunca; publicó MILENIO.
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