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Por Félix Cortés Camarillo

De entrada, debo repetir que la monarquía como sistema de gobierno me parece obsoleta, arcaica, ineficaz e imbécil. Se trata de una herencia del Medioevo que solamente países que han sabido acondicionarla a la modernidad del parlamentarismo, como los escandinavos, Gran Bretaña o Países Bajos la conservan. O nuestra España, que por tradición le seguimos llamando, con razón, vieja. Después de la muerte de Francisco Franco Bahamonde, España ha ido llegando a pasos a la democracia que soñaron los republicanos hace casi un siglo; ciertamente a zancadas grandes.

Hoy en día, la española es la casa real más digna que existe en el mundo. A pesar de los despropósitos de Juan Carlos de Borbón y sus cacerías de elefantes y nalgas féminas, y pese a las historias de una flaca atractiva y divorciada que fue lectora de noticias en Televisión Española, la hoy reina Leticia, cuando en su no muy lejana juventud fue chica alegre en Guadalajara, cercana al grupo Maná.

Así las cosas, el rey Felipe VI y la reina Leticia se apersonaron el otro día en el poblado de Paiporta, de Valencia, acompañados de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, del PSOE, esto es Partido Socialista Obrero Español. Paiporta es uno de los sitios más gravemente afectados por la Dana del otro día. Sus habitantes recibieron a la comitiva real con puños de lodo y demandas de “asesinos, dimisión” y por el estilo. Hay imágenes de la reina Leticia embarrada en el rostro, hablando con alguna de las manifestantes. Ya hubieran querido embadurnarle la cara a María Antonieta cuando aquello de la Bastilla. Pero eso es otra historia.

Lo importante es que la presencia de los reyes en las zonas destrozadas, aunque todo mundo entiende que fue muy tardía, es un gesto politico importante. No habrá muerto resucitado, casa vuelta en pie, enseres operantes de nuevo, solamente porque los reyes de España fueron al lugar de sus miserias. Pero el gesto manda un mensaje.

Un mensaje que no podemos dejar pasar inadvertido. Un mensaje que los mexicanos que oficialmente estamos esperando que Felipe VI le pida perdón a Lopitos por las barbaries que de los dos lados se hicieron a comienzos del siglo XVI. Ahora, yo no puedo eludir nuestras tragedias.

Cuando el Otis destrozó Acapulco de cabo a rabo, el presidente López no se dignó a poner un solo pie en territorio de los damnificados. Fue por tierra una tarde y por aire las demás. NUNCA abandonó la base naval de Icacos, a donde los referentes le contaban lo que él quería escuchar: que en Acapulco todo estaba bien, cosa que hoy sigue siendo su mentira. En el colmo del cinismo, cuando sobrevoló la hermosa bahía, se atrevió a decir que los guerrerenses ya estaban poniendo sus arbolitos de Navidad.

Nos pueden caer bien o mal los reyes de España. A mí me merece respeto que hayan ido, tarde, a dar aliento a los jodidos. Andrés Manuel nunca se puso las botas de hule en Acapulco.

PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras se aclara si son peras o son sámaras, frutos de bella apariencia pero vanos, de los mismos olmos de antes): ¿Y qué pasaría si esta nche Trump gana el voto popular y Kamala convoca a una insurección desconociendo el sufragio? Yo voy.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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