Por José Jaime Ruiz
Grotesco querer dar clases de cómo se gestiona una tragedia usando al Gran Maestro Grado 33 en política social, Andrés Manuel López Obrador, oponiéndole al figurín de España, el rey Felipe VI. El gobierno monárquico-neoliberal ibérico dejó a su suerte a los valencianos; los cárteles inmobiliarios, el modelo de desarrollo urbano voraz y las empresas que expusieron a la muerte o al peligro a los españoles, también. Valencia es el gran ejemplo de cómo se hacen mal las cosas frente a una tragedia; Acapulco, el gran modelo de cómo enfrentarla inmediatamente y cómo recuperar una ciudad y a sus habitantes en pocos meses. Frente al modelo neoliberal egoísta y excluyente, el humanismo mexicano.
El barro en contra de Felipe y de Letizia quiso ser limpiado no por súbditos, sino por lacayos mexicanos, representantes del rencor y del entreguismo servil. Así el autoexiliado Ciro Gómez Leyva, así el corrupto Joaquín López-Dóriga, así la familia Krauze, que «limpió» su sangre judía para ser conversos del rey católico. Cortos de miras, jamás entenderán que López Obrador es un gigante social y Felipe VI un enano con pies de barro. ¡Pobre España, tan lejos de la República Mexicana y tan cerca de su absurda monarquía!
Octavio Paz leyó el discurso inaugural del Congreso Internacional de Escritores (Valencia, 1987) celebrado en conmemoración del Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. El poeta expuso: “En 1937 dos instituciones parecían heridas de muerte, aniquiladas primero por la violencia ideológica de unos y otros, después por la fuerza bruta; las dos resucitaron y son hoy el fundamento de la vida política y social de los pueblos de España. Me refiero a la Democracia y a la Monarquía Constitucional”.
El poeta se equivocó, la democracia no debe convivir con la monarquía porque la sustancia democrática se contamina cuando existe un poder metapolítico encima, cuando nadie elige al jefe de Estado, en este caso Felipe VI. Absurdo abominable: la monarquía es una prolongación de la dictadura franquista insertada en la democracia. Peor aún, España padece una monarquía neoliberal. Quienes viven de rodillas apátridas suplican al exterior lo que no conquistan en la república.
Igual sucede con Donald Trump, el nuevo héroe de la derecha mexicana quien “pondrá en orden a la socialista Sheinbaum”. Alta traición de quienes pretenden el intervencionismo militar en México, también ridículos: van de hinojos a pedirle a Trump que salve a México interviniendo en el país declarando que existe un “narcoterrorismo”, mientras tanto el mayor capo del narcopanismo, Genaro García Luna, se encuentra preso en los Estados Unidos y su subalterno, Felipe Calderón, escondido en España. Ridículos incorregibles: ellos se arrodillan ante Donald y la presidenta habla de tú a tú con Trump.
Hay una virtud incendiaria en Claudia Sheinbaum Pardo: a quien señala, lo incendia, lo vuelve ceniza. Así le pasó a Claudio X. González cuando la presidenta lo calificó certeramente como el “júnior tóxico”. Así le pasa a Marko Cortés, el dirigente del fantasmal PAN. Dijo Sheinbaum: “No sé si decir que está haciendo el ridículo o de plano llamarle traidor a la patria, porque es que no hay explicación intermedia. O hace el ridículo, que creo que lo está haciendo frente al pueblo de México y, de plano, pues sus declaraciones, nada más vean lo que dice el código penal respecto a traición a la patria”. Sólo le faltó decir que Marko es un traidor tóxico.
El Segundo Piso de la Cuarta Transformación es un nuevo régimen, es una nueva república. Y los envilecidos, los grotescos, los traidores tóxicos sollozan por los rincones de esta suave patria –generosa incluso para ellos– su entreguismo trasnochado.