Una sobreviviente de Ignacio Santoyo ‘El Soni’ cuenta cómo escapó de la red de explotación de mujeres. Su relato es el primero de una superviviente que se conoce de manera pública.
Por Gloria Piña
Una larga cabellera de rizos, castaño intenso y volumen afro. Ese era el mayor atractivo físico que Marlín Martínez identificó en ella misma y que advertían sus clientes mexicanos, cuando empezó a ejercer el trabajo sexual en diciembre de 2016. Esa cabellera quedó destrozada en el intento de feminicidio del que sobrevivió, cuando Ignacio Santoyo El Soni, de Zona Divas, mandó a asesinarla; publicó MILENIO.
Fue una noche a finales de septiembre del 2017, cuando Marlín recibió un audio de Santoyo vía WhatsApp. Debía subirse al taxi de la agencia que la llevaría a un hotel a las afueras de Guadalajara para cumplir un servicio de una hora con sus amigos cercanos. Ella vestía unos jeans blancos, tacones marrón y un suéter color negro. Aceptó acudir al servicio sin saber que sería atacada sexualmente, fuertes golpes que casi le costaron la vida por querer trabajar en el sexoservicio de manera independiente.
En ese momento, Marlín era una chica venezolana que apenas pasaba los 22 años. Tenía muy claro que resultaba atractiva por lo afrodisíaco de su origen, su estructura corpórea, más ensanchada que las mexicanas, y hasta la tonalidad de su voz. Estatura de 1.80 metros y color de piel morena, con esas características estuvo anunciada en la página de prostitución Zona Divas. Un extenso catálogo en línea donde mujeres, la mayoría originarias de Centroamérica, se anunciaban para ofrecer servicios sexuales.
La plataforma estuvo activa por varios años en México, hasta que una serie de feminicidios, de jóvenes que se anunciaban ahí, comenzaron a inundar la agenda mediática entre 2017 y 2018. Kenny Finol, Karen Grodziñski, Génesis Gibson, Wendy Vaneska de Lima y Andreína Escalona son los nombres de las víctimas, encontradas asesinadas en hoteles o en la vía pública de la Ciudad de México, el Estado de México y Monterrey.
Entre esos años, Marlín formó parte de Zona Divas y de una de las agencias operadas por El Soni, dueño y fundador de la página. Originario de la Ciudad de México, antes de ir a prisión por el delito de trata de personas, residió en un departamento de la colonia Filadelfia en la colonia Nápoles. Se conoce por documentos oficiales que nació el 31 de julio de 1975, por lo que tiene 49 años. Es socio de dos empresas en la Ciudad de México: Distribuidores Vocex, encargada de la distribución de revistas y periódicos, y de Producciones en Beat, S.A. de C.V., sociedad mercantil propiedad de la página Zona Divas.
Santoyo fue absuelto de los cargos de presuntamente encabezar una red de trata de personas internacional y presunto lavado de dinero en 2021, tras dos años detenido, al considerarse que no había suficiente material probatorio en su contra, aunque las mujeres que formaron parte de Zona Divas aún lo nombran culpable.
Marlín sobrevivió a jornadas de explotación, amenazas violentas, cobros económicos por sus servicios, pero también a un intento de feminicidioorquestado por el jefe de la plataforma cuando quiso escapar. Tres sujetos la violaron y golpearon cuando había decidido trabajar de manera independiente y crear una agencia propia de mujeres libres. Como escarmiento, El Soni ordenó que la atacaran: “No te vas a robar a mis chicas”.
Hoy decide dar su testimonio a DOMINGA, después de mirar la serie documental de Netflix, El Portal, donde no sólo pudo verse a sí misma reflejada entre las historias de víctimas, también quiso alzar la voz y señalar al Soni por la agresión que casi le cuesta la vida.
Su relato es el primero que se conoce, de manera pública, y señala la presunta responsabilidad de Santoyo como operador de la red de trata de personas, que se benefició de la explotación sexual de estas mujeres a cambio de “seguridad”.
El costo de ejercer la prostitución en México
Pagar una deuda familiar que ponía en riesgo a su padre fue el motivo por el que Marlín Martínez viajó a México para ejercer el trabajo sexual; sin saber que ahí una red de trata de personas también le cobraría otra deuda por trabajar.
Una conocida la contactó a ella y a su amiga Tatiana con unos sujetos que intentaban formar una agencia de chicas dedicadas al trabajo sexual; le prometieron altas ganancias, comida, alojamiento y seguridad por su estancia migratoria. Viajó junto a su mejor amiga, el 23 de diciembre de 2016, de Caracas a Guadalajara.
La crisis económica en Venezuela, el país con la inflación más elevada del mundo desde 2013, forzó la salida de miles hacia otras partes de América Latina en busca de mejores oportunidades de vida. El éxodo se recrudeció entre 2016 a 2018 –años en que Marlín se estableció en México– con el arribo de 284 mil 616 venezolanos, de acuerdo con estadísticas de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
“Yo pensé: voy a México tres meses me devuelvo y ya puedo comprar mi casa, podemos ahorrar para mi familia y así me convencieron”, dice Marlín y recuerda cómo lograron pasar al país sin la sospecha de las autoridades. Los mexicanos les dieron indicaciones sobre la ropa que debían vestir, la cabina específica de migración por la que debían pasar y el motivo de viaje que debían decir para no ser retornadas a Venezuela.
A su arribo, fueron llevadas a un hotel en el centro donde residían más mujeres dedicadas a la prostitución. Junto a su habitación estaban cuatro rusas. “Se veía que se la estaban pasando muy mal, se la pasaban llorando. Ellas dijeron que no las dejaban tener teléfono. Se veían en mala condición, una de ellas consumía mucha droga”, recuerda.
Los dueños de la agencia exigieron a las dos entregar su pasaporte y documentación oficial a manera de comodato para pagar la deuda de 8 mil dólares por cada una, para costear el viaje y su estancia. Cuando se negaron, fueron obligadas a punta de pistola.
“Le dije que no les iba a dar mis documentos es cuando él saca el arma. Recuerdo que mi amiga se arrodilló y lloraba mucho. Yo les decía ‘por favor, no me maten, yo tengo a mi hijo’, aunque no tenía hijos. Tuve muchísimo miedo, mucha desconfianza, nunca había salido de mi país. Estábamos prácticamente secuestradas”, dice Marlín.
Tuvieron que soportar los tratos violentos de los hombres a su cargo. Trabajaban y vivían en vigilancia. No podían salir del hotel sin la supervisión de un taxista, que las llevaba y regresaba después de cada servicio, además de que debían entregarle el monto completo del pago de cada cliente.
Con esa agencia trabajaron pocos meses, la inexperiencia de los padrotes y la exigencia de los clientes por la rotación de chicas en los servicios, las hizo salir de esa agencia. Marlín y su amiga Tatiana supieron la primera regla de oro de este país: las trabajadores sexuales son sometidas y amenazadas con violencia.
La esclavitud de cada noche, estar con más de siete hombres
La relación con Zona Divas comenzó en febrero de 2017, cuando una chica les recomendó la página para anunciarse y trabajar “independientes”, a cambio de un pago mensual. Intercambiaron teléfono y tuvieron un primer acercamiento con El Soni.
Nunca lo conocieron en persona, toda la interacción se dio a través de llamadas, audios o mensajes de texto. Él se encontraba, la mayoría del tiempo, en Ciudad de México; sin embargo, a cargo de ellas estaban dos hombres de su confianza: Julián y Marco.
“Nos pusimos en contacto con Soni. Él nos explica que para publicarnos teníamos que pagar por mes […]; si quieres estar en las primeras páginas, en la principal te salía más caro”, dice. Los precios rondaban de 3 mil a 7 mil pesos mensuales. La competencia era amplia, dentro del catálogo había anunciadas cerca de 24 mujeres por cada apartado, alcanzando a casi 500 en la plataforma.
Imágenes en poses sexys, luciendo lencería, que eran tomadas y retocadas por fotógrafos de la misma agrupación. Ella decidió pagar por aparecer en la tercera página, una de las más cotizadas.
Marlín comentó al Soni su situación de estancia en el país. Le contó que ella y su amiga habían viajado solas desde Venezuela y que ya no contaban con el apoyo de la agencia que las trajo. Pidieron recomendaciones de clubes nocturnos donde trabajar, él les ofreció a cambio unirse a una de sus agencias en Guadalajara. El intercambio era claro. Por el pago de cada servicio, la agencia se quedaba con 40% del dinero, además del pago mensual por anunciarse en la página. A cambio ellas recibían “protección”: un taxista las llevaría y esperaría en cada servicio, además de estar en monitoreo telefónico.
Ellas debían costear la renta del departamento que compartían con otras tres mujeres en la agencia; su alimentación, ropa y tratamientos de belleza como cuidado de cabello, uñas y maquillaje. Pronto descubrieron que el intercambio era abusivo, y compartía las mismas características penadas como trata de personas: un grupo que se benefició del trabajo sexual de las mujeres que radicaban bajo circunstancias de vulnerabilidad por ser migrantes, en un país que desconocían y lejos de su red de apoyo.
“No es ninguna protección porque es esclavitud. En cierta parte estábamos protegidas de que un hombre [cliente] quisiera hacer algo malo, pero estábamos esclavizadas con esa persona a la que le trabajabas”, recuerda. Debían trabajar de lunes a sábado y el domingo era el único día para salir de la rutina desgastante.
Jornadas de trabajo que comenzaban al mediodía y terminaban pasadas las siete de la mañana. Tenían pocas horas para dormir y aún menos tiempo para encontrar comida entre cada servicio, pues viajaban de hotel en hotel dentro de la capital jalisciense.
“Dormíamos cinco horas por día. Ni tiempo de comer porque era un hombre tras otro. En varias ocasiones llegué a comer esas sopitas que se compran en el Oxxo, sobreviviríamos con eso, no teníamos tiempo. Realmente eran muchos hombres por día. Llegaba a estar hasta por siete u ocho hombres por noche”.
Durante su paso por la agencia, toda la información personal de El Soni fue cautelosa. Era conocido entre las chicas como “un hombre pesado”, con dinero y vínculos con el poder que lo hacían inmune al castigo y también alguien peligroso. Marlín afirma que entre las chicas se comentaba que él tenía VIH, por lo que muchas se negaban a tener encuentros sexuales, aunque fuera una exigencia. Comenta que a algunas les llegó a financiar cirugías estéticas a cambio de su trabajo.
Los problemas con la agencia de Santoyo comenzaron porque Marlín se negaba a usar vestido diario, una consigna para todas. La situación fue escalando cuando Julián y Marco comenzaron a pedirles sostener, sin pago, relaciones sexuales. El negarse era motivo de burlas y malos tratos como los que empezó a sortear Marlín.
‘El Soni’ atacó su impulso de independencia
Marlín y Tatiana identificaron la manera en que la agencia trabajaba y pensaron en replicarla pero con mayor libertad para ellas y sin pagar “derecho de piso”.
“Comencé a conocer la rutina de cómo se trabajaba. Mi error fue que le comenté [esto] a una de las muchachas. ‘Mira yo me quiero salir de acá y voy a mandar a hacer unas tarjetas, las voy a repartir por los hoteles y me voy a publicar yo misma entre los recepcionistas que me hablen y voy a trabajar por mi cuenta’. […] Una de las muchachas, supongo, fue a decirle al Soni y él lo tomó mal, como que yo quería robarle a sus chicas”.
El Soni atacó. A finales de septiembre de 2017, recibió una llamada de Santoyo. Por la tarde la enviaría a un hotel donde debía atender a tres de sus amigos. Le comentó que el cuarto y sus servicios ya estaban pagados. Marlín aceptó y subió al taxi.
“Cuando llego a la habitación, era la 105, lo recuerdo clarito como si fuera ayer, eran tres muchachos y desde que entré a la habitación comencé a sentir como cuando uno presiente que te va a pasar algo. Mi corazón empezó a latir muy rápido”, dice Marlín.
Platicó y tomó algunas cervezas con los clientes para disipar la tensión. Marlín le pidió a uno de ellos ayuda para encender un cigarrillo. Se lo puso en la boca y pudo notar que esas manos que le encendían el tabaco comenzaron a temblar. Entró al baño, tuvo sexo con uno de ellos y, al salir, comenzó a vestirse pero otro le pidió que mejor se sentara en la cama. Ella se negó pero la obligaron. Tomaron su brazo y la aventaron hacia la cama entre golpes.
“Me violaron, me cortaron mi cabello completito. En ese tiempo yo tenía brackets y me partieron la boca”, dice y rompe en llanto al otro lado del teléfono, desde algún país en América Latina donde se resguarda y ha vuelto a rehacer su vida.
Ensangrentada quedó tirada en el suelo. Uno de los hombres la vigilaba mientras los otros dos se metieron al baño. Murmuraban en una llamada telefónica qué debían hacer con ella. Marlín logró levantarse, con una botella de cerveza golpeó la cabeza del tipo que la custodiaba y salió corriendo de la habitación. Estaba desnuda, sólo llevaba puestos unos panties y llegó al lobbypidiendo auxilio. Ahí, en las cámaras de seguridad logró ver a los hombres del hotel salir llevándose su bolsa.
El escape de México
Marlín Martínez se siente nerviosa durante la entrevista. Es la primera vez que habla sobre lo que vivió al entrar al comercio sexual en México. “Contar esto es super fuerte”.
Esa noche no volvió al departamento, tampoco su amiga. El Soni no las buscó ni les preguntó por su paradero; lo que levantó las sospechas de que él había mandado a golpearla. Días más tarde una llamada lo confirmó. “Esa pinche vieja quería tomar a mis chicas, quería abrir su agencia aquí. Ella no va a venir del pinche Venezuela a querer abrir una agencia aquí en mi país robando a mis chicas”, Santoyo le dijo a Tatiana.
“Yo nunca quise robarle a sus chicas, ni quise robarle nada a nadie. Yo sólo quería trabajar independiente”, afirma Marlín.
El Soni estuvo a punto de arrebatarle la vida, le arrancó su cabello, que consideraba su mayor atractivo, y también le quitó la seguridad de estar en México, que abandonó meses después.
La violencia que ejercía El Sonicon las chicas era una constante; como lo relata también Alicia, trabajadora sexual originaria de México que, por miedo a represalias nos pide proteger su identidad. Dice que El Soni ejercía violencia verbal, además de amenazas y propuestas sexuales a cambio de publicarse en la página.
“Si le gustaba una chica de la página él las contactaba para tener relaciones, las cuales tenían que ser sin preservativo obligatoriamente y si no quería no la dejaba publicarse o le cobraba lo doble, así le hizo con muchas pero nadie dijo nada porque se veía como una práctica para aparecer en el sitio”, dice Alicia.
Junto a otras amigas, tambien dedicadas al trabajo sexual, Alicia decidió poner una denuncia ciudadana contra Santoyo. La denuncia se hizo de forma anónima desde el portal en línea de la entonces Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, sin embargo afirma que nunca continuó el proceso.
Alicia comparte con DOMINGA audios donde presuntamente El Soni instruye y amenaza a mujeres que aún trabajan en el portal La Boutique VIP, un catálogo muy similar que surgió después de las investigaciones de 2018 y que sigue en operación.
“Eres una pendeja Wendy, porque tú al igual que otras pendejas que ya están muertas, guey, no entienden que más o menos cuando empiezas a manejar un negocio de riesgo o empiezas a manejar cosas demasiado calientes que generen dinero, debes de agarrar y cambiar por completo la estrategia de tu vida. Y tú estás haciendo las mismas pendejadas que hacían las hoy occisas, las viejas que mataron.
“O sea, te sigues yendo de antro con las chicas, lo sigues publicando en tu Instagram, en tus estados de WhatsApp, a todo mundo le dejas ver que ‘living la vida loca’, que eres tú otro pedo, que estás ganando dinero. Y bueno guey, cuando te metan dos tiros en la cabeza ahí vas a decir, qué pendeja. Debí haber hecho caso, debí haber evitado todo esto. Pero bueno guey, no entienden hasta que las matan”.
¿Qué sigue después de ‘Zona Divas’?
La plataforma de La Boutique VIP reproduce el diseño digital de Zona Divas, donde las mujeres, ahora llamadas “joyas”, anuncian sus servicios sexuales en 79 ciudades del país; desde Tulum y Tuxtla Gutiérrez, hasta Tijuana y Ciudad Juárez.
Además de la plataforma con fotos en lencería, información sobre sus medidas y características físicas, cuentan con un foro donde clientes pueden opinar sobre los servicios sexuales y un canal deTelegram con el calendario de citas y viajes que tendrán las chicas, así datos de contacto. Algunas ocultan su rostro y cambian su nombre.
Al igual que Zona Divas, en la nueva plataforma también está expuesto un aviso legal, donde la plataforma se deslinda de mantener alguna relación laboral con las mujeres y afirman “repudiar” el delito de trata de personas, argumentando que se hace bajo su aprobación y consentimiento legal.
«La Boutique VIP es un portal de internet, que se dedica única y exclusivamente a la renta de espacios publicitarios virtualespara todas las personas que a sus intereses convengan, siempre y cuando sean mayores de edad y cumplan con los requisitos requeridos para anunciarse en este sitio”, se lee en el anuncio, donde se acredita que las chicas entregan información oficial que acredita su nombre, procedencia y comprobante de domicilio.
Acorde a la denuncia de Alicia, el presunto encargado de La Boutique VIP es Javier Alejandro Caballero El Cáncer, quien trabaja con El Soni desde 2007. Su presunta participación radica en ser el webmaster de la página, quien duplicó el diseño del blog y se encarga de su funcionamiento.
En aquella primera querella digital también mencionaron a Wendy Johana Gamez Aragón, quien en redes se presenta como Mariana Colom, presunto enlace con El Soni para enganchar a mujeres extranjeras a que continúen trabajando para la agrupación. Su cuenta de X, con 141 mil seguidores, estuvo activa hasta mayo de 2021, donde se presenta como modelo VIP en la Ciudad de México y con enlace a la página La Boutique VIP.
Pese a las denuncias y los asesinatos, se ha mantenido más o menos intacta e impune la estructura criminal de Zona Divas, sentenciando sólo a enganchadores. Una de ellas fue Evelyn Fabiola Romero Abreu, administradora del portal y del nombre comercial de la página, quien fue sentenciada a cinco años de prisión pero pudo salir con una multa como sustitución de su pena. De igual forma,Yolimar Carolina Rodríguez, originaria de Venezuela, fue sentencia en 2021 a 30 años por los delitos de trata de personas y explotación sexual por reclutar mujeres en Sudamérica y obligarlas a prostituirse en Toluca, Morelos y la Ciudad de México.
De acuerdo con información de MILENIO, Ignacio Santoyo fue absuelto en noviembre de 2021 de la sentencia que había sido dictada por la jueza Mónica del Valle Olivares. Aunque eran tres las mujeres que denunciaban a El Soni de conformar una estructura de trata de personas a su beneficio, el magistrado Eduardo Alonso Guerrero Martínez lo calificó como material probatorio insuficiente; reportó MILENIO.