Por Félix Cortés Camarillo
No por haber sido de pisa y corre la presencia de la señora Presidente de México en la reunión del G20 en Río de Janeiro deja de tener gran trascendencia. Durante todo el sexenio de Lopitos la política exterior mexicana gestual fue doblemente desacertada. El divorcio de las causas democráticas en el discurso formal estuvo casado con la cercanía afectiva hacia los regímenes más despreciables en nuestro continente.
El Presidente López no solamente se rehusó a condenar los abusos represivos del régimen de Maduro en Venezuela, de Ortega en Nicaragua y de la casa Castro en Cuba. Llegadas las amañadas elecciones en Venezuela que dan perpetuidad al dictador, el gobierno de México no exigió las pruebas que, supuestamente, tiene Maduro de su triunfo. En el caso de Cuba, su presidente, Miguel Diez-Canel fue orador único en una celebración de la Independencia nuestra, y recibió la mayor condecoración que México otorga a un extranjero, la Orden del Águila Azteca.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia y el genocidio del gobierno de Netanyahu en Gaza y Cisjordania no merecieron -y siguen sin merecer- la atención de la política exterior mexicana.
Lo anterior no obsta para que conste el reconocimiento a la actitud de la Presidente Sheinbaum, participando en la reunión del G 20, que agrupa a las más importantes economías del mundo y a algunas emergentes. Hasta el domingo pasado, la política de Lopitos, chovinista de rancho, se opuso radicalmente a salir al mundo con la presencia de México, salvo vergonzosas excepciones.
La señora Presidente ya se encuentra de regreso: la visita del canciller de Alemania lo amerita, así como su asistencia a la festividad del aniversario de la Revolución Mexicana. Aún breve, la visita a Río podría movernos a pensar que estamos en otros tiempos, menos charchinos y con fachada de que una mujer estadista gobierna en México.
¿Otros tiempos?
No estoy tan seguro. El capricho del señor de Macuspana hizo que las fiestas cívicas del calendario cambiaran de fecha, supuestamente para evitar los puentes. De esta manera, el asueto que correspondía a mañana se concedió ayer. No existe una razón sólida para ese trastorno: la Revolución se celebra el 20 de Noviembre y la independencia el 15 y el 16 de Septiembre y Benito Juárez nació el 21 de marzo y el petróleo se expropió el 18 de ese mes y la constitución es del 5 de Febrero. Sin importar en qué día caen. ¿Cómo queremos que nuestros niños entiendan el peso simbólico de una fecha si se las cambiamos criterio del patrón?
Los países el hemisferio norte acaban de cambiar sus relojes al horario de invierno: vuelven a coincidir con la hora central mexicana, y Nueva York vuelve a estar una hora adelante que nosotros -y no dos- y Los Ángeles vuelven a estar dos horas atrás y no una como Lopitos determinó, porque México se regía (sic) por la hora de Dios.
De eso ya llovió, pero cuando se hizo el cambio de horarios en México se adujo que era para ahorrar energía. Mentiras. Probablemente el alumbrado público haya gastado menos medio año para gastar más la otra mitad. Al usuario doméstico le salió igual. La motivación de adaptarnos a los horarios universales fue económica, para sincronizar paralelamente nuestros relojes con los de los Estados Unidos, que es el mercado más importante que tenemos.
¿No sería conveniente, señora Presidente, que le sugiera a sus legisladores una revisadita para poner al tiempo en su lugar?
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras son peras o son frutas del mismo olmo): Las autoridades de mi pueblo no son capaces de enfrentar el problema de las vialidades, mucho menos el del transporte urbano. Eso sí, vamos a tener una enorme Cruz de la Misericordia, toda de concreto, de 170 metros de alto. La mitad que la Torre Eiffel, casi el doble de la Estatua de la Libertad, y más de cuatro veces el Cristo del Corcovado en Brasil. ¡Í’iñor!