Por José Jaime Ruiz
El fentanilo está volviendo zombis a los editores de las publicaciones gringas. Primero fue Rolling Stone con su alucine de que Donald Trump prepara una “invasión suave” en contra de México con ataques de drones o aviones a laboratorios e infraestructura de los cárteles de la droga, operaciones encubiertas para capturar o asesinar a líderes del narcotráfico y una guerra cibernética para desestabilizar a los grupos criminales. Luego el New York Times asegurando que los cárteles en México reclutan estudiantes de química para fabricar fentanilo. La trama hollywoodesca de Rolling Stone se empata con la historia de Netflix del NYT, “Breaking Bad”, los estudiantes mexicanos convertidos en Walter White.
El creador y productor de la serie, Vince Gilligan, jamás pudo imaginar semejante “trip”, eso de que los grupos delictivos convierten los campus universitarios mexicanos en centros de reclutamiento, atrayendo a estudiantes de química con grandes ganancias. Sin fuentes confiables, el periódico narra en su montaje: “El reclutador del cártel se coló en el campus disfrazado de conserje y luego se centró en su objetivo: un estudiante de segundo año de química (…) El reclutador le explicó que el cártel estaba reuniendo personal para un proyecto y que habían oído hablar bien del joven. ‘Nos contaron que eres bueno en lo que haces, recordó el estudiante que le dijo el reclutador. ‘Tú dices si te interesa’.”
Lo único evidente en estos días es que se descubrió una enorme fábrica de fentanilo en Canadá, digna de Gus Fring, el dueño de “Los Pollos Hermanos” en la serie de Netflix. Lo único evidente es que Canadá y los Estados Unidos padecen una extrema pandemia de consumo de fentanilo que mata a muchos jóvenes y adultos. Lo único evidente es que las farmacéuticas gringas fueron las que conspiraron para que se recetaran opioides altamente adictivos, lo que provocó después la crisis del fentanilo, según los documentos oficiales de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos.
Si la ficción de Rolling Stone y NYT supera la realidad, volvamos los ojos a la realidad más real de los opiáceos. Veamos de nuevo la miniserie de Netflix, “Medicina letal” con Matthew Broderick. También “Dopesick” de Disney+ donde una comunidad minera del estado de Virginia sirve como campo de pruebas para “testar la adicción de quienes comienzan a tomar una serie de analgésicos que en un primer momento se aseguró que no engancharían a quienes los tomaran”. O el documental “La belleza y el dolor”, premio León de Oro en el Festival de Venecia de 2022, que “sigue durante años a la fotógrafa Nan Goldin para reflejar su lucha contra la dinastía farmacéutica de los Sackler, un emporio familiar responsable de la mayor epidemia de adicción a los opioides de Estados Unidos”.
Canadá cabildeó, probablemente, a las publicaciones gringas para echarle la culpa a México sobre sus propios problemas de drogas. Hay nado sincronizado, dice su embajadora en Washington, Kirsten Hillman, después de que Justin Trudeau se arrodilló ante Trump, que no somos iguales. Tiene razón, afortunadamente no somos ni Estados Unidos ni Canadá, aquí no padecemos el problema de salud del fentanilo, aquí existe el humanismo mexicano, allá la divisa de “por el bien de pocos, primero los ricos”. Los sueños de la ambición producen pesadillas. El neoliberalismo engendra sus propios monstruos.