I
La primera vez que entrevisté a Silvia Pinal fue en un camerino y me temblaban las piernas minutos antes de conocerla. Sin embargo, su saludo fue tan natural y cálido que cambió mi nerviosismo por una admiración desbordada; publica MILENIO.
Otras dos veces la busqué por teléfono y en ambas ocasiones me contestó con tanta amabilidad que mi fascinación por ella creció aún más. Siempre me gustó que una estrella de su tamaño se comportara con sencillez y, algo muy importante para un reportero, que respondiera sin asustarse de nada. Estaba más allá del bien y del mal.
Cuando en persona le pregunté si Emilio Azcárraga Milmo, su pareja durante varios años, realmente era un Tigre, contestó inicialmente con cierta candidez: “Era lindo, simpatiquísimo”. Entonces, le repetí la pregunta con más jiribilla: “¿Pero era un Tigre o no?”. Ella se carcajeó y soltó un largo “¡sí!” de los que no se olvidan.
En ese momento, alguna actriz de medio pelo pudo hacerse la indignada y correrme, pero la señora Silvia Pinal entró al juego sin problema.
Me la encontré otras veces en eventos del mundo del espectáculo y también en los tendidos de la Plaza México (un minuto de aplausos, el domingo pasado, fue el homenaje que se le rindió en el coso de Insurgentes). En cualquier lugar a donde ella iba, siempre tuvo tiempo para saludar a la gente que se le acercaba con el fin de intercambiar algunas palabras o pedirle autógrafos.
II
Mientras hago fila para despedirme de doña Silvia en el Palacio de Bellas Artes, platico con una señora de nombre Margarita que porta una playera pirata con la imagen de la actriz por el frente y, por atrás, la leyenda “Silvia Pinal. La diva del cine mexicano (1931-2024)”, que ella acaba de comprar a cien pesos sobre el Eje Central.
Cuando Margarita me dice que viajó 12 horas desde Monterrey para despedirse de la actriz, se me hace un nudo en la garganta que no estaba en mi guion y hasta entonces entiendo la magnitud de lo que está pasando dentro y fuera del máximo recinto cultural de México. Sin duda, la Pinal se esforzó por dejar huella tanto en su familia como en todo México.
Cuando paso frente al féretro de Silvia Pinal y veo la gran foto suya en blanco y negro que enmarca el suceso, me dan ganas de decirle que su último autógrafo sea para la señora Margarita, quien para mi gusto es la flor más importante de entre las miles que han llegado al recinto tanto en pequeños ramos que deja la gente como en medianas y grandes coronas, más la gigantesca de rosas blancas enviadas por Luis Miguel.
El homenaje musical y las palabras de sus hijas, nietas y bisnieta ya fue ampliamente documentado en los medios de comunicación tradicionales y en redes sociales.
III
Aquí, algunas líneas de mis charlas con doña Silvia Pinal.
¿Qué pila usa usted, Duracell o Energizer?
Varta, ja, ja. Es cuestión de entrenamiento. Desde muy joven he tenido trabajos, lecciones, clases, diferentes casetes que ponerme. He tenido cuatro hijos: Silvia, Viridiana, Alejandra y (Luis) Enrique. Y cuatro maridos: Rafael Banquells, Gustavo Alatriste, Enrique Guzmán y Tulio Hernández. Construí mi casa y dos teatros. Tengo empresas, le he dado trabajo a mi gente y he hecho lo que me gusta. No puedo estar sin hacer nada.
En cuestión de matrimonios, ¿no hay quinto malo?
No, ya no. Desde la cuarta vez ya no me quería casar, pero Tulio me dio razones contundentes para hacerlo.
¿Con quién fue más feliz?
Todos fueron diferentes. Cuando estuve casada con Gustavo Alatriste resultamos una pareja muy productiva, logramos cosas que en el cine mundial fueron muy trascendentes. Con Tulio también logré cosas importantes, como conectarme con la gente, en un estado divino como es Tlaxcala. Y así, con cada uno.
¿Cuál es su definición de exmarido?
Ex.
¿Sus exmaridos tienen algo en común?
Ay, caray, no lo había pensado. Todos han sido inteligentes y me han amado mucho.
¿No más novios?
Me he vuelto muy intolerante. Cuando estás muy enamorada, aceptas incluso que el otro ronque. La última vez hasta me cambiaba de cuarto, y así no funcionan las cosas.
¿Nunca tiene flojera?
A veces si me da fiaca los domingos, pero me despabilo porque sé que la gente me espera con mucho cariño en el teatro.
¿Y se deprime de vez en cuando?
Muy difícilmente. Más bien me pongo muy triste, sobre todo cuando se me murieron mi hija Viridiana y mi mamá.
¿Qué ha logrado en la política?
Como diputada hice una buena ley cinematográfica. En la Asamblea Legislativa participé en comisiones importantes, como la de la contaminación, la de derechos humanos, la de la mujer, entre otras.
¿Le hubiera gustado ser la góber preciosa de Sonora?
No he vivido en mi estado. Para ser gobernadora hay que conocer los problemas de cerca.
¿El poder es afrodisiaco?
No, pero sí es muy peligroso.
¿Se llevaría a Simón del Desierto a un antro de lujo o a uno de rompe y rasga como El Molino Rojo?
Tanto él como yo nos divertiríamos más en El Molino Rojo.
¿Qué le aprendió al personaje de Viridiana?
La humildad.
¿Dónde quedó la inquietante blusita que usó en Un extraño en la escalera?
Son dos, por ahí andan en mi casa.
¿Cómo vivió el paso de símbolo sexual a abuela atractiva?
Cuando fui abuela ni me enteré, porque al mismo tiempo tuve a mi hijo (Luis) Enrique. Lo que sí es que bisabuelear es padrísimo. Veo a abuelas que son menores que yo y que ya no la hacen.
¿Cuál es la receta para estar tan bien?
No hay receta, son genes, manera de vivir, alimentación, costumbres, actitud ante la vida, ser positivo y nunca odiar, porque el odio se te queda en la mirada.
Su grosería favorita.
Pinche.
¿Pedro Infante le aventó los perros cuando filmaron El inocente?
No sólo a mí, a todas, pero en ese momento yo estaba muy enamorada de Emilio Azcárraga Milmo.
¿Cuál ha sido su posición respecto al desnudo en el cine?
Una vez rechacé un millón de pesos de la época, y luego lo hice gratis con Buñuel en Simón del desierto y, más adelante, con Juan Ibáñez en Divinas palabras. Yo siempre supe fijar mi posición en ese sentido, aunque sí es muy difícil salir como Dios la trajo a una al mundo.
IV
Silvia Pinal me dijo que su mayor satisfacción profesional fue “producir el programa Mujer, casos de la vida real, que duró 22 años al aire. Ahí pudimos ayudar a mucha gente a encontrar familiares, sanar personas mediante operaciones, donar prótesis, etcétera”.
Acerca de Luis Buñuel: “Fue muy satisfactorio trabajar tres veces con un genio de ese tamaño, un ser adorable y muy travieso. Con él hice en plan estelar Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto. Viridiana se hizo bajo la censura del régimen de Francisco Franco; Buñuel presentó el guion ante las autoridades respectivas y lo autorizaron. Por ejemplo, decía que en tal escena había una foto de La última cena, pero no especificaba que era una foto hecha con mendigos”.
De la filmación de El ángel exterminador: “Lo que más recordamos la mayoría de los actores fue cuando nos pusieron miel de abeja y tierra en el cuerpo para que nos sintiéramos muy sucios; fue algo realmente asqueroso”.
Acerca de su participación en El inocente: “Rogelio González era un director sensacional. Gracias a él salieron tan bien las escenas de la borrachera con Pedro Infante, porque en la vida real ninguno de los dos tomábamos una sola copa”.
Recordó que el teatro Silvia Pinal era un cine y ella lo remodeló “con muchos esfuerzos, tuve que vender joyas, cuadros, coches y trabajar de lunes a domingo para ir pagando poco a poco. Con tantas crisis económicas, tuvimos que venderlo. Aún tengo el teatro Diego Rivera, que es realmente chico, y por eso no quito el dedo del renglón: quiero volver a construir otro teatro en un terreno que tengo cerca de la Plaza México” (proyecto que no se materializó).
V
Conociendo a Silvia Pinal, me atrevo a pensar que en el más allá aún no está trabajando como actriz, pero sí estudiando un guion y seguramente ya puso la primera piedra de un nuevo teatro a cielo abierto. Descanse en paz.
III
Aquí, algunas líneas de mis charlas con doña Silvia Pinal.
¿Qué pila usa usted, Duracell o Energizer?
Varta, ja, ja. Es cuestión de entrenamiento. Desde muy joven he tenido trabajos, lecciones, clases, diferentes casetes que ponerme. He tenido cuatro hijos: Silvia, Viridiana, Alejandra y (Luis) Enrique. Y cuatro maridos: Rafael Banquells, Gustavo Alatriste, Enrique Guzmán y Tulio Hernández. Construí mi casa y dos teatros. Tengo empresas, le he dado trabajo a mi gente y he hecho lo que me gusta. No puedo estar sin hacer nada.
En cuestión de matrimonios, ¿no hay quinto malo?
No, ya no. Desde la cuarta vez ya no me quería casar, pero Tulio me dio razones contundentes para hacerlo.
¿Con quién fue más feliz?
Todos fueron diferentes. Cuando estuve casada con Gustavo Alatriste resultamos una pareja muy productiva, logramos cosas que en el cine mundial fueron muy trascendentes. Con Tulio también logré cosas importantes, como conectarme con la gente, en un estado divino como es Tlaxcala. Y así, con cada uno.
¿Cuál es su definición de exmarido?
Ex.
¿Sus exmaridos tienen algo en común?
Ay, caray, no lo había pensado. Todos han sido inteligentes y me han amado mucho.
¿No más novios?
Me he vuelto muy intolerante. Cuando estás muy enamorada, aceptas incluso que el otro ronque. La última vez hasta me cambiaba de cuarto, y así no funcionan las cosas.
¿Nunca tiene flojera?
A veces si me da fiaca los domingos, pero me despabilo porque sé que la gente me espera con mucho cariño en el teatro.
¿Y se deprime de vez en cuando?
Muy difícilmente. Más bien me pongo muy triste, sobre todo cuando se me murieron mi hija Viridiana y mi mamá.
¿Qué ha logrado en la política?
Como diputada hice una buena ley cinematográfica. En la Asamblea Legislativa participé en comisiones importantes, como la de la contaminación, la de derechos humanos, la de la mujer, entre otras.
¿Le hubiera gustado ser la góber preciosa de Sonora?
No he vivido en mi estado. Para ser gobernadora hay que conocer los problemas de cerca.
¿El poder es afrodisiaco?
No, pero sí es muy peligroso.
¿Se llevaría a Simón del Desierto a un antro de lujo o a uno de rompe y rasga como El Molino Rojo?
Tanto él como yo nos divertiríamos más en El Molino Rojo.
¿Qué le aprendió al personaje de Viridiana?
La humildad.
¿Dónde quedó la inquietante blusita que usó en Un extraño en la escalera?
Son dos, por ahí andan en mi casa.
¿Cómo vivió el paso de símbolo sexual a abuela atractiva?
Cuando fui abuela ni me enteré, porque al mismo tiempo tuve a mi hijo (Luis) Enrique. Lo que sí es que bisabuelear es padrísimo. Veo a abuelas que son menores que yo y que ya no la hacen.
¿Cuál es la receta para estar tan bien?
No hay receta, son genes, manera de vivir, alimentación, costumbres, actitud ante la vida, ser positivo y nunca odiar, porque el odio se te queda en la mirada.
Su grosería favorita.
Pinche.
¿Pedro Infante le aventó los perros cuando filmaron El inocente?
No sólo a mí, a todas, pero en ese momento yo estaba muy enamorada de Emilio Azcárraga Milmo.
¿Cuál ha sido su posición respecto al desnudo en el cine?
Una vez rechacé un millón de pesos de la época, y luego lo hice gratis con Buñuel en Simón del desierto y, más adelante, con Juan Ibáñez en Divinas palabras. Yo siempre supe fijar mi posición en ese sentido, aunque sí es muy difícil salir como Dios la trajo a una al mundo.
IV
Silvia Pinal me dijo que su mayor satisfacción profesional fue “producir el programa Mujer, casos de la vida real, que duró 22 años al aire. Ahí pudimos ayudar a mucha gente a encontrar familiares, sanar personas mediante operaciones, donar prótesis, etcétera”.
Acerca de Luis Buñuel: “Fue muy satisfactorio trabajar tres veces con un genio de ese tamaño, un ser adorable y muy travieso. Con él hice en plan estelar Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto. Viridiana se hizo bajo la censura del régimen de Francisco Franco; Buñuel presentó el guion ante las autoridades respectivas y lo autorizaron. Por ejemplo, decía que en tal escena había una foto de La última cena, pero no especificaba que era una foto hecha con mendigos”.
De la filmación de El ángel exterminador: “Lo que más recordamos la mayoría de los actores fue cuando nos pusieron miel de abeja y tierra en el cuerpo para que nos sintiéramos muy sucios; fue algo realmente asqueroso”.
Acerca de su participación en El inocente: “Rogelio González era un director sensacional. Gracias a él salieron tan bien las escenas de la borrachera con Pedro Infante, porque en la vida real ninguno de los dos tomábamos una sola copa”.
Recordó que el teatro Silvia Pinal era un cine y ella lo remodeló “con muchos esfuerzos, tuve que vender joyas, cuadros, coches y trabajar de lunes a domingo para ir pagando poco a poco. Con tantas crisis económicas, tuvimos que venderlo. Aún tengo el teatro Diego Rivera, que es realmente chico, y por eso no quito el dedo del renglón: quiero volver a construir otro teatro en un terreno que tengo cerca de la Plaza México” (proyecto que no se materializó).
V
Conociendo a Silvia Pinal, me atrevo a pensar que en el más allá aún no está trabajando como actriz, pero sí estudiando un guion y seguramente ya puso la primera piedra de un nuevo teatro a cielo abierto. Descanse en paz.
Imagen portada: inba.gob.mx