Por Ernesto Ángeles
Una de las tradiciones de analistas y opinadores al terminar el año es hacer un ejercicio de proyección e imaginación para tratar de vislumbrar tendencias y escenarios que podrían suceder a lo largo del año siguiente. Y este escrito no será la excepción, así que en este primer artículo centraré mi atención en los posibles eventos que veo para 2025, en el primero serán las tendencias internacionales para 2025, mientras que el segundo centraré mi atención en el caso específico de México.
El factor disruptivo más fuerte para el siguiente año es, sin duda, la toma de posesión de la presidencia de Estados Unidos del expresidente Donald Trump, este hecho ya ha mostrado ciertas pautas de lo que será un segundo mandato, en donde la política exterior de Estados Unidos no estará enfocada en perseguir un momento unipolar que ya pasó, sino que reorientará su política hacia un reacomodo multipolar, en donde el conteniente americano será una prioridad de política exterior, lo que a su vez va a desatar efectos negativos a nivel mundial, tal como le podría pasar a Europa.
Antes de empezar, es importante tener en cuenta que es posible que la estrategia de la renuncia de unipolaridad estadounidense sólo tiene por objetivo el auto fortalecimiento de sus capacidades antes de intentar reclamar nuevamente un momento unipolar a nivel internacional, lo que podría traducirse en el corto o mediano plazo en una guerra entre potencias como contra China o Rusia.
En lo que respecta al continente americano, especialmente a la región de Norteamérica, todo parece indicar que la administración entrante coquetea con la idea de expandirse territorialmente, así lo ha dejado claro, especialmente con Canadá, cuyo presidente, Justin Trudeau, mantiene una relación bastante difícil con Trump, al punto que éste se refiere al canadiense como gobernador y no como presidente. En lo que corresponde a México el ansia anexionista parece ser más sutil e indirecta, ya que el presidente Trump no ha manifestado tal deseo, pero sí sus huestes.
Sin embargo, lo anterior no significa que México está fuera de peligro, sino todo lo contrario, ya que parece que la intromisión en el país será puntual y efectiva antes que general, así ya se adelantó con la intención de realizar intromisiones en el territorio tras declarar a los grupos narcotraficantes como terroristas; asimismo está el elemento social, es ahí donde vendrá la batalla e intromisión real, ya que es factible que a una facción del trumpismo le interese alimental el secesionismo del norte; así como hacer todo lo posible para avanzar en el posicionamiento político de personajes afines al trumpismo por medio de distintas estrategias, tal como es el caso de la promoción de la religiosidad, específicamente la vertiente guadalupana del catolicismo y su alfil Eduardo Verastegui; otra muestra de esta intención es el anuncio que se buscará crear en México un partido similar y afín al Partido Republicano.
Asimismo, las ambiciones territoriales de Estados Unidos también incluyen otros países, tal como Panamá y Dinamarca, ambos con posesiones territoriales “vitales” para los intereses estadounidenses: con materias primas, hidrocarburos o con una posición geoestratégica relevante; por lo que existe el riesgo real que el presidente Trump decida organizar algún tipo de operación militar en esas regiones, a lo que no habría algún poder internacional capaz de evitarlo, destruyendo con ello el poco prestigio internacional que le queda a Estados Unidos, aunque poco importa eso en un momento en donde el liderazgo internacional unipolar ha dado paso a un mundo multipolar.
Otros de los grandes perdedores en esta reconfiguración de la política exterior estadounidense son los europeos, ya que la apuesta por apoyar a Ucrania les va a pasar una factura muy grande, puesto que el saldo de la conflagración con Rusia parece ser una derrota, por lo que los préstamos e inversiones de dinero y armamento van a causar inestabilidad económica y estancamiento conforme no se pueda devolver el dinero. El escenario podría ponerse peor para Europa si Estados Unidos y Rusia logran llegar a un acuerdo, ya que una de las prioridades de Trump es el acercamiento con Rusia para intentar romper su alianza con China, por lo que la influencia de Rusia sobre Europa puede estar encima de la mesa de negociación en las pláticas post Ucrania.
Uno de los posibles resultados de la deriva europea sería el ascenso de radicalismos, proteccionismo y nacionalismos, por lo que la unidad misma de proyectos internacionales como la OTAN o la Unión Europea podrían estar en riesgo.
Por otra parte, uno de los grandes ganadores del ascenso de Trump es Israel, puesto que es posible que para 2025 el proyecto expansionista del sionismo y su delirio colonialista con “el gran Israel” tengan nuevos bríos, así se puede adelantar tras la caída del régimen sirio y la toma de territorio en los Altos del Golán por el ejército israelí. Sin embargo, para avanzar en esta agenda es plausible que Estados Unidos coordine una respuesta regional con aliados para ayudar a Israel, especialmente contra los Hutíes en Yemen, a lo que cabría esperar unos acuerdos de Abraham 2.0.
En este contexto, uno de los únicos elementos de resistencia regional sería Irán, por lo que puede que exista un escenario conflictivo entre Estados Unidos e Israel contra Irán, aunque esto no es tan probable, al menos no directamente, dado que en enero del siguiente año Irán y Rusia van a firmar un acuerdo de seguridad integral, por lo que cualquier ataque directo a Irán podría desatar la respuesta de Rusia, así que no se descartaría un amplio acuerdo regional mediado y mantenido entre Rusia y Estados Unidos. En esta región el papel de Arabia Saudí será vertebral, por lo que es más que posible que sigan jugando a la ambigüedad estratégica entre los BRICS y Estados Unidos, con una maniobra de alianzas multidimensionales en la economía, la seguridad, los hidrocarburos y la tecnología con diferentes aliados, tal como lo hace Turquía.
Por otro lado, está el caso de Asia, en donde los gobiernos, conscientes del viraje multipolar de la política exterior estadounidense, podrían decidir establecer puentes y mejorar sus relaciones con China, tal como pasa con Japón, en donde están trabajando en mejorar su relaciones y presencia comercial; lo mismo sucede con otros países como la India, Australia y Filipinas.
La confrontación de intereses entre Estados Unidos y China será el punto que impacte más la región de Asia, especialmente Asia del Este, con casos como el de Taiwán, en donde la tensión podría escalar conforme la política de apoyo de Washington se fortalezca o si China decide aumentar su presión en la isla. Aunque si la hipótesis de la retracción internacional de Estados Unidos es correcta, es posible que no haya conflictos mayores en el corto plazo, sólo un interés por mantener y fortalecer las capacidades militares en la región.
Y desgraciadamente, como siempre, África será el centro del interés imperialista, en donde los objetivos de potencias como Rusia, China y Estados Unidos estarán en competencia, por lo que se podrían esperar estrategias de cooperación, así como intentos de desestabilización y hasta golpes de Estado, por lo que esa región tendrá muchos retos en materia de seguridad e inteligencia, así como en el juego de alianzas y equilibrios regionales.
En conclusión, el mundo en 2025 cambiará sus mecánicas y procesos conforme Estados Unidos da un viraje en su política exterior, por lo que el siguiente año será bastante complejo para las relaciones entre los países, tal es el caso del continente americano, en donde se esperan operaciones abiertas, encubiertas, falsas con el fin de reordenar la región según los intereses de Washington, por lo que la pregunta sería ¿estarán preparados los gobiernos de América para los retos que les esperan, especialmente los gobiernos progresistas? ¿estará preparado Europa? ¿Y qué tal Rusia y China?