Mediante un acuerdo con un exvecino, un derechohabiente se ve atrapado en una red de corrupción entre funcionarios, notarios y revendedores para retirar su saldo Infonavit.
Cuando leyó las noticias sobre los diversos fraudes que se han cometido en contra del Infonavit durante la última década, RS se acordó de la vez aquella en que un agente de seguros, un ex vecino suyo, le planteó un ‘negocio’: tramitarle el retiro de todo el saldo de la cuenta Infonavit -más de 250 mil pesos- a cambio de una comisión del 25 por ciento. RS cuestionó el porcentaje. El ex vecino le dijo que era “para pagarle al notario” y para “darle su parte” a quienes participarían de la estafa. Convencido de que a su edad ya no usaría su saldo, pero sobre todo endeudado por problemas de salud, RS vio en ese dinero la solución y aceptó aprovecharse de los resquicios legales; reportó MILENIO.
El ex vecino se encargó de lidiar con la burocracia del Infonavit y tramitó el crédito inmobiliario. “Hay que esperar unos meses”, le dijo a RS. La espera duró casi un año. En todo ese tiempo, RS volvió a enfermar y sus deudas subieron lo triple que la inflación. Como pensó que su ex vecino la había defraudado, lo buscó y le reclamó. Él lo tranquilizó y le pidió un poco más de tiempo. “Es que primero deben de vender la casa”, le dijo. RS no entendió. Le pidió entonces que le explicara lo que no le había explicado del ‘negocio’.
RS supo que su crédito estaba amarrado a la venta y reventa de inmuebles que ‘administraban’ funcionarios del Infonavit y notarios públicos. Esas propiedades, le contó el ex vecino, por lo general estaban en municipios lejanos y muy rara vez eran habitados. A RS le autorizaron una pequeña vivienda de 70 metros en el Estado de México, rumbo a Toluca. “Nunca la vi”, dice.
Pasó más de medio año. La única garantía que RS tenía de que no sería dueña eterna de un inmueble que ni siquiera conocía era que su ex vecino nunca se le escondió. “Siempre me contestaba o venía a mi casa”. Un día, al fin, le avisó que necesitaban ir a cierta notaría por los rumbos de Tultitlán para firmar la venta de la propiedad. “Mi hijo y yo nos dimos cuenta (de) que todos en la notaría sabían lo que hacíamos”. RS y su hijo también percibieron que su ex vecino era un enganchador de derechohabientes que recibía una raquítica comisión por cada venta o reventa.
La red de corrupción era mayor, pero ni RS ni su hijo la alcanzaron a ver. Lo que sí vieron fue que el notario, bien decente él, dio fe de la venta de una vivienda en una zona perdida a un matrimonio mexicano que vivía en Estados Unidos y que traía las mismas intenciones de revenderla para sacar su saldo del Infonavit.
La nueva reunión para firmar ocurrió dos semanas después, pues a los compradores se les complicó viajar a México. Esa ocasión RS no cuestionó nada. Sólo escrutó las escrituras y firmó más de 100 hojas. Cuando se despidió del notario, éste le dijo: “Todo es legal”. RS se marchó a su casa con la promesa del ex vecino de que “máximo en cinco días hábiles” le sería depositado su saldo, vía el Infonavit. No preguntó sobre cómo opera este paso, pero al día siguiente recibió el dinero a su número de cuenta bancaria. RS le transfirió más de 60 mil pesos a su ex vecino. Supone que éste, a su vez, entregó el dinero a los cómplices y luego se lo repartieron.
RS no se arrepiente de haber retirado su saldo a través de argucias jurídicas. “Con ese dinero pagué mis deudas”. Pero su educación judeocristiana lo hace pensar que quien mal obra, mal acaba. “Mi vecino se murió en la pandemia”, dice. “Y yo volví a enfermarme; apenas voy saliendo”. RS sigue atorado en su bache su económico y está convencido de que la vivienda que compró es una de esas que notarios revendieron miles de veces; reportó MILENIO.
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