Por José Jaime Ruiz
En un cuarteto, José Juan Tablada hermana la prolongada e íntima relación entre la Casa del Águila y la Casa del Dragón: “Por eso los jades, la piedra esmaragdina,/ el verdegay Chalchihuitl, por su doble misterio,/ pues ornó a los monarcas de Anáhuac y de China/ y solo nace en México y en el Celeste Imperio” (“Exégesis. Es de México y Asia mi alma un jeroglífico”).
La relación entre China y México es históricamente profunda. Los Estados Unidos llegaron tarde, pero feroces, desde la mutilación de nuestro territorio hasta la cooptación neoliberal de políticos y empresarios, como calca voraz del porfiriato y el viejo y nuevo colonialismo. El renovado ascenso de Donald Trump a la presidencia del país del Norte violenta las relaciones comerciales, culturales y los derechos humanos con su neocolonialismo.
En un artículo del Financial Times, publicado en MILENIO hace unos días, se destaca: “Las estadísticas del Gobierno mexicano muestran que la inversión de China y Hong Kong fue de 450 millones de dólares el año pasado, menos del dos por ciento del total. Pero los datos de proveedores de investigación externos sugieren que es probable que China sea un inversor más importante de lo que sugieren las cifras oficiales.
“Los grupos chinos en México ocupan el doble de espacio industrial que hace tres años, según muestran las cifras de la empresa de análisis inmobiliario SiiLA. Si bien representan solo el tres por ciento del espacio industrial alquilado, según las últimas cifras, han ocupado el siete por ciento de la capacidad absorbida desde 2020”.
Los analistas señalan y citan: “Sheinbaum ha centrado sus respuestas públicas en un plan para sustituir las importaciones chinas por productos mexicanos y ha subrayado la importancia de la relación con Estados Unidos sin criticar directamente a Pekín. El Gobierno está estudiando la posibilidad de establecer un sistema para filtrar las inversiones en busca de posibles problemas de seguridad nacional. ‘El Gobierno mexicano no quiere engañar a nadie. No tiene una relación estratégica con China en este momento y su prioridad número uno es trabajar con Estados Unidos y Canadá’, dice Luis Rosendo Gutiérrez, subsecretario de Comercio Exterior de México”.
Frente a las peroratas de Trump (Canadá, Groenlandia, Panamá, inmigrantes, narcoterroristas), la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo responde serena y sensata, como la estadista y lideresa que se autorretrató en Río de Janeiro. Ante las frías aguas del cálculo egoísta, Sheinbaum tiene un Plan B (científica, la Presidenta siempre tiene un siguiente plan). México actúa diplomática y formalmente por nota: ni el desfiguro político de Justin Trudeau ni Dinamarca ridiculizando a Trump. En Río, es muy probable, Sheinbaum tejió alianzas si no para confrontar, sí enfrentar el segundo mandato de Donald.
La respuesta de China a las pretensiones neocoloniales de Trump en Panamá es un duro golpe en la rediviva guerra comercial contra EU. El avance de China en su relación latinoamericana, eso sí, podría confrontar a Donald Trump con países como Brasil, Chile, Colombia, Venezuela y Cuba. La Presidenta de México insiste en prolongar la prosperidad compartida del T-MEC, lo repite una y otra vez, por ella no quedará. Si Trump rompe reglas, lo cual no le conviene, China y Latinoamérica no serán una opción, serán la opción. El Emperador Amarillo lo supo: “Tener prisa por triunfar es causa de males”.