La ficción climática, o «cli-fi» (del inglés climate fiction), es un subgénero literario que aborda las consecuencias del cambio climático y sus efectos en la humanidad y el planeta. Aquí te contamos por qué es un subgénero por explorar en 2025.
Sus orígenes y razones
Aunque las raíces de la ficción climática se encuentran en la ciencia ficción y la ficción especulativa, la cli-fi se centra específicamente en narrativas que exploran escenarios relacionados con alteraciones climáticas, ya sean presentes o futuras. Este género ha ganado relevancia en las últimas décadas, reflejando la creciente preocupación global por la crisis ambiental.
Sus orígenes se encuentran en el siglo XIX, cuando escritores como Henry David Thoreau, con Walden, y poetas románticos como William Wordsworth o Mary Shelley se enfocaron en la relación entre los humanos y la naturaleza. Aunque no abordaron específicamente el cambio climático, sus obras establecieron una sensibilidad hacia la naturaleza que influyó en los escritos posteriores sobre temas ecológicos.
A principios del siglo XX, la ciencia ficción empezó a imaginar futuros distópicos y catástrofes ecológicas. H. G. Wells, por citar un autor, describió en La máquina del tiempo (1895) escenarios apocalípticos relacionados con la degradación ambiental. En la década de los sesenta, Silent Spring (1962), de Rachel Carson, se vinculó con el movimiento ambientalista que ganaba fuerza, y la literatura comenzó a reflejar preocupaciones sobre la contaminación y la sostenibilidad, como se lee en El mundo sumergido (1962), de J.G. Ballard, quien presenta un planeta inundado debido al deshielo polar.
El término cli-fi fue acuñado por el periodista Dan Bloom en 2007. Sin embargo, fue a partir de la primera década del siglo XXI cuando la ficción climática comenzó a consolidarse como una narrativa distintiva, impulsada por la intensificación de los debates sobre el cambio climático y la necesidad de generar conciencia a través de la literatura.
Se prevé que en 2025 la ficción climática experimente un crecimiento significativo. Este auge puede atribuirse a la creciente urgencia de abordar la crisis climática y a la capacidad de la literatura para influir en la conciencia pública. A medida que los efectos del cambio climático se hacen más evidentes, tanto escritores como lectores buscan explorar y comprender estas realidades a través de narrativas que reflejen los desafíos ambientales contemporáneos.
La ficción climática no solo entretiene, sino que también educa y sensibiliza. Al presentar escenarios futuros afectados por el cambio climático, estas novelas y diversos relatos invitan a reflexionar sobre las posibles consecuencias de la inacción y la importancia de adoptar medidas sostenibles. Además, fomentan la empatía hacia comunidades vulnerables y promueven una comprensión más profunda de la interconexión entre humanos y naturaleza.
Sus principales exponentes
Entre los principales exponentes de la ficción climática se encuentran autores como Margaret Atwood, cuya novela Oryx y Crake explora un mundo devastado por desastres ambientales y biotecnológicos. Kim Stanley Robinson, con El ministerio del futuro, ofrece una visión detallada de cómo la humanidad podría enfrentar la crisis climática en las próximas décadas. Otro referente es Paolo Bacigalupi, autor de La chica mecánica (2009), que presenta un futuro donde la escasez de recursos y los cambios ambientales redefinen la sociedad.
Los orígenes de los libros de ficción climática en América Latina se entrelazan con las experiencias sociales, políticas y ambientales de la región, que han sido moldeadas por una rica tradición de literatura comprometida con los problemas sociales y una sensibilidad hacia el entorno natural.
Desde el siglo XIX, escritores latinoamericanos han explorado la relación entre el ser humano y su entorno natural. Obras como La vorágine, de José Eustasio Rivera (Colombia), y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (Venezuela), retratan la lucha entre la naturaleza salvaje y la civilización, anticipando preocupaciones que más tarde serían centrales en la ficción climática.
El realismo mágico, característico de autores como Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier, a menudo presenta la naturaleza como un personaje activo y poderoso, capaz de influir en el destino de las comunidades. Aunque no es explícitamente ficción climática, esta perspectiva abrió camino para narrativas que colocan la ecología y el cambio ambiental en el centro de la trama.
En la segunda mitad del siglo XX, la literatura latinoamericana se consolidó como un vehículo para denunciar la explotación económica y ambiental, especialmente en contextos de extractivismo y deforestación. Autores como Eduardo Galeano, con Las venas abiertas de América Latina, subrayaron la conexión entre el colonialismo, el saqueo ambiental y las crisis climáticas.
La ficción climática propiamente dicha comenzó a surgir en América Latina en las últimas décadas, a medida que los efectos del cambio climático se hicieron más evidentes. Inundaciones, huracanes y sequías, la explotación de las comunidades originarias y las narrativas futuristas que proyectan escenarios de colapso ecológico o regeneración están presentes en diversas obras.
Escritores como el mexicano Homero Aridjis, han integrado estas preocupaciones en sus obras, combinando la ficción con un fuerte mensaje de conciencia ambiental. Actualmente, podemos mencionar a Samanta Schweblin (Argentina) con Distancia de rescate, que ofrece una inquietante reflexión sobre la contaminación ambiental y sus efectos en las relaciones humanas.
Claudia Aboaf, con su Trilogía del agua, aborda futuros posapocalípticos en los que el agua se convierte en un recurso escaso y codiciado. Andrea Chapela, en su cuento «Como quien oye llover» (2020), imagina una Ciudad de México afectada por los efectos del cambio climático, destacando la necesidad de centrar el contexto local en estas discusiones.
¿Hacia dónde va el subgénero?
De cara a la próxima década, se anticipa una expansión continua de la ficción climática en el mundo. La creciente conciencia sobre la emergencia climática y la búsqueda de nuevas formas de narrar estas experiencias impulsarán a más escritores a explorar el género.
Además, la intersección de la ficción climática con otros géneros, como la fantasía y la ciencia ficción, permitirá la creación de obras innovadoras que aborden la crisis ambiental desde múltiples perspectivas.
En resumen, la ficción climática se consolida como un género literario esencial para comprender y reflexionar sobre los desafíos ambientales contemporáneos. Su crecimiento en 2025 y en la próxima década refleja una respuesta cultural a la urgencia de la crisis climática, ofreciendo narrativas que educan, sensibilizan y promueven la acción hacia un futuro más sostenible.
Imagen portada: Librotea / MILENIO