Por Juan Manuel Lira
El pasado 29 de diciembre, el reconocido diario New York Times (NYT) publicó el reportaje titulado “Así es un laboratorio de fentanilo del Cártel de Sinaloa”, donde periodistas del medio estadounidense describen a detalle el supuesto proceso de producción de este opioide sintético en un laboratorio clandestino de Culiacán.
Este artículo ha desencadenado una intensa polémica, especialmente tras la contundente respuesta del gobierno mexicano a través de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien desacredita el reportaje, al calificarlo como «no creíble», debido a las condiciones “caseras” y la aparente falta de medidas de seguridad adecuadas para manejar una sustancia tan peligrosa.
En el corazón del reportaje, las periodistas relatan que los «cocineros» del laboratorio demostraron una supuesta “tolerancia a la droga letal”, permitiéndoles manipular el fentanilo sin sufrir efectos mortales inmediatos. Sin embargo, esta afirmación no se sostiene desde la evidencia científica.
Estudios recientes, como el de Obert DP et al. (2024), revelan que no se puede desarrollar tolerancia a los efectos críticos del fentanilo, como la depresión respiratoria, incluso con exposiciones repetidas a dosis altas. De manera similar, la investigación de Algera MH et al. (2021) concluye que, aunque los usuarios crónicos de opioides pueden presentar cierta tolerancia, el riesgo de apnea (suspensión de la respiración) persiste a dosis elevadas, subrayando la peligrosidad del fentanilo en producir daño pulmonar severo.
La evidencia científica también destaca que, aunque se puede desarrollar tolerancia analgésica —es decir, una disminución en la eficacia del fentanilo para aliviar el dolor—, ésta no se extiende a sus efectos letales (Laboureyras 2021). En este sentido, la afirmación del NYT sobre la “tolerancia a la droga letal” carece de respaldo científico sólido, poniendo en duda la veracidad de las condiciones descritas en el laboratorio clandestino.
Además, la exposición a los químicos utilizados en la producción de fentanilo conlleva serios riesgos de salud, incluyendo la posibilidad de muerte por inhalación accidental. Concentraciones séricas de fentanilo tan bajas como 7.9 ng/ml pueden ser letales, como lo indica el estudio de Sutter ME et al. (2017). Este dato refuerza la improbabilidad de que los «cocineros» puedan operar en un entorno sin las estrictas medidas de seguridad que la producción de esta sustancia exige.
Es innegable que existen laboratorios clandestinos en México dedicados a la fabricación de drogas ilícitas. Sin embargo, la producción de metanfetaminas es más común en estos contextos que la de fentanilo, lo que añade un nivel adicional de escepticismo respecto al reportaje específico del NYT.
La facilidad de acceso a precursores químicos y la infraestructura necesaria para sintetizar fentanilo hacen que su producción en condiciones “caseras” sea altamente improbable y peligrosamente inestable.
Es fundamental reconocer el valor periodístico de exponer las actividades del narcotráfico y sus implicaciones para la sociedad. Empero, este valor se ve empañado cuando las afirmaciones no se alinean con la realidad científica, lo que puede generar desinformación en la población. La transparencia y el rigor en la verificación de hechos son esenciales para mantener la credibilidad y efectividad del periodismo, especialmente en temas tan sensibles como la crisis de los opioides.
Aunque el reportaje del NYT busca arrojar luz sobre una problemática grave, sus afirmaciones sobre la tolerancia al fentanilo y las condiciones de producción descritas carecen de fundamento científico.
Es prioridad que los medios de comunicación, al abordar temas de alta complejidad y riesgo, se basen en evidencia robusta para informar al público de manera precisa y responsable. Solo así podremos enfrentar de manera efectiva los desafíos que representa la producción y distribución de opioides sintéticos en México.
Referencias:
4.- Sutter ME, Et al. Fatal Fentanyl: One Pill Can Kill. Acad Emerg Med. 2017 Jan;24(1):106-113.