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Anatomía de una mentira: La democracia de Estados Unidos

Por Gustavo Ramírez Díaz

Durante décadas se ha impuesto la idea de que la democracia estadounidense es el pináculo de la cultura occidental, una guía a emular por países en desarrollo, incluso contra su voluntad. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es una oportunidad para realizar la anatomía de una mentira: La democracia de Estados Unidos.

El germen de esta mentira se remonta al mito de los padres fundadores de esa nación, George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay y James Madison, retratados desde hace 200 años como hombres sabios y humanitarios que crearon un marco legal para la democracia y la igualdad. Sin embargo, la mayoría de ellos como abogados, dueños de tierras, esclavos y fábricas, diseñaron un marco legal en su beneficio.

En su libro An Economic Interpretation of the Constitution, el historiador Charles Beard asegura que de los cincuenta y cinco hombres que se reunieron en Filadelfia en 1787 para redactar la Constitución de Estados Unidos, la mitad de ellos había prestado dinero a cambio de intereses, y cuarenta de ellos tenían bonos del gobierno. Muchos de los redactores de la constitución pujaron en los años siguientes por sus intereses económicos, impusieron políticas de recaudación que le permitió al nuevo gobierno pagar los bonos que poseían. 

Beard también señala cuatro grupos poblacionales que no estaban representados en la Convención Constitucional: los esclavos, los criados contratados, las mujeres y los no propietarios de tierras. Por otro lado, el también historiador Edmund Morgan resumió el origen clasista de la democracia estadounidense al asegurar que, «el hecho de que las clases bajas estuvieran involucradas en el conflicto (la guerra de Independencia) no debería de oscurecer el hecho de que el mismo conflicto era, por lo general, una lucha por los puestos de mando y el poder entre los miembros de la clase privilegiada, los nuevos contra los ya establecidos».

El otro elemento de esta mentira es la creencia generalizada de la infalibilidad de la democracia estadounidense, pero la violencia, la falta de representación, la ausencia de leyes claras y autoridades con credibilidad también se han hecho presentes en la democracia estadounidense.

El asalto al capitolio del 6 de enero de 2021 es el resumen de estas imperfecciones, durante los meses previos y posteriores a la elección de 2020, Donald Trump encontró en el complejo sistema electoral estadounidense la leña que alimentó el fuego de la desinformación y el fraude.  

Cada estado de la Unión Americana cuenta con sus propias leyes electorales, muchas impulsadas por un deseo genuino de mejorar la democracia que han permitido distintas formas de voto o distintos documentos de identificación para votar, pero esta diferencia de reglas, en la tecnología y la infraestructura electoral entre los estados permitió a Donald Trump, apoyado en noticias falsas, sembrar la duda del fraude que explotó violentamente el 6 de enero de 2021 en el Capitolio.  

La falta de representación también es otra muestra de la imperfección de la democracia de Estados Unidos, cada vez existen menos diferencias entre los partidos Demócrata y Republicano, que por cierto tienen antecedente en los partidos Demócrata-Republicanos y el partido de los Federalistas creados por los padres fundadores en el siglo XIX, actualmente la única diferencia entre los dos partidos con posibilidades reales de dirigir el país son la preferencia por la Guerra Económica de Trump o la preferencia por la Guerra tradicional de Biden.

El último atisbo de representación murió en julio de 2016, cuando Bernie Sanders, declinó su aspiración a la candidatura presidencial demócrata en favor de Hillary Clinton, luego de aglutinar a millones de ciudadanos estadounidenses, la mayoría jóvenes, con la esperanza de un partido demócrata progresista e inclinado lo más posible a la izquierda, si eso es posible en Estados Unidos, sin embargo el senador de Vermont rompió la ilusión en la convención Demócrata de Filadelfia de 2016, la que muchos de sus seguidores abandonaron con lágrimas en los ojos.

A los críticos de la democracia mexicana les preocupa la falta de contrapesos al Poder Ejecutivo, a pesar de que la composición del congreso mexicano fue legal y que la reforma al Poder judicial, también aprobada en el marco de la ley, busca la democratización de este poder con la elección de personas juzgadoras, pero no critican el hecho de que en su segundo mandato Trump contará con una mayoría en la Cámara de representantes que le garantizará el control de su gobierno y por si fuera poco, contará con una Suprema Corte conservadora, con seis de sus nueve integrantes identificados con la derecha y tres de ellos propuestos por Trump en su primer mandato. 

La anatomía de esta mentira nos revela que no hay ejemplos perfectos para alcanzar una plena democracia en nuestros países, aunque sí podemos evitar las recetas diseñadas, implementadas y aprovechadas por las élites, como es el caso de la democracia de Estados Unidos.

Fuente:

// Con información de SPR

Vía / Autor:

// Gustavo Ramírez Díaz

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Autor: lostubos
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