Por José Jaime Ruiz
El alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza Santos, no puede escudarse en su historial si no clínico, al menos cínico, como el chico-super-poderoso en materia de seguridad. Por andar en la grilla sucesoria, sigue terco en ser gobernador, De la Garza olvida lo esencial: seguridad y servicios públicos. Hasta Alejandro Junco (El Norte), su padrino mediático, reconoce la mediocridad de Adrián, aunque traten de disculparlo comparándolo con otro mediocre, Luis Donaldo Colosio Riojas.
“La percepción de inseguridad en Monterrey se disparó durante octubre, noviembre y diciembre del 2024, que fueron los primeros tres meses de la nueva Administración municipal, de Adrián de la Garza”, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), publicada por el Inegi.
“(…) Con el 69.2 por ciento, Monterrey, a donde el priista llegó el 30 de septiembre nuevamente a la Alcaldía, ahora por la coalición PAN-PRI-PRD, supera en percepción negativa a los otros seis municipios metropolitanos evaluados cada tres meses en la encuesta nacional: San Pedro, Guadalupe, San Nicolás, Escobedo, Apodaca y Santa Catarina”.
El derrumbe de Adrián no sólo se da en el tema de la seguridad. Sus relaciones con la presidenta Claudia Sheinbaum están por los suelos, quiso destacar en la reunión de alcaldes del país y fue desdeñado. El secretario de Seguridad Nacional, Omar García Harfuch, ya lo “midió” como un elemento negativo para la certidumbre política y social de Nuevo León. Para el gobierno federal, Adrián de la Garza es un agente de inestabilidad. La percepción de la doctora Sheinbaum es que la fiscalía de Nuevo León está politizada por el PRIAN y ninguna entrevista de Pedro Arce en los medios locales, ese hombre sin atributos, cambiará esa percepción.
Lo anterior volvió a demostrarse en la Mañanera del Pueblo del viernes 24 de enero cuando públicamente se denunció a Adrián de la Garza como el muy visible personaje que mangonea la procuración y la administración de justicia en Nuevo León. La presidenta, por enésima vez, condenó la descoordinación y la politización que trata de menguar el esbirro de Adrián, Pedro Arce:
“Pero el fiscal interino que esté ahora, si es que no hay acuerdo ahí entre las fuerzas políticas para nombrar un fiscal o una fiscal, pues tiene que dedicarse a su tarea de hacer carpetas de investigación y para garantizar la paz y la seguridad y tiene que coordinarse, aunque no esté de acuerdo y sea de otro partido político, con el Ejecutivo, para garantizar la paz y la seguridad en Nuevo León, y ahí la coordinación con el Gabinete de Seguridad siempre está”.
Otra percepción: el panismo local –ajeno a los empleados de Adrián, Zeferino Salgado y Carlos de la Fuente–, considera a De la Garza y Francisco Cienfuegos como gandallas al estilo Coahuila: prometieron repartir el botín de los puestos en Monterrey y nada de nada. La ambición por la gubernatura, la grilla y no el trabajo, enceguecen al alcalde de la capital de Nuevo León. Su gestión se derrumba. Endogámico, carece de lazos federales y estatales. Hay una maldición política para quienes son alcaldes de Monterrey: ningún exalcalde de la ciudad llegó a ser gobernador por elección popular. El último fue Sócrates Rizzo García y fue defenestrado.
(José Jaime Ruiz: Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe (Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”), Manual del imperfecto político, Caldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural PD. y de Posdata Editores. Dirige el periódico digital www.lostubos.com.)