Por Efrén Vázquez Esquivel
La marea rosa es el nombre que se ha dado al apogeo de los partidos de izquierda en América Latina, que inicia en 1998 con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela a través del Movimiento Quinta República.
A partir de ese año, la marea rosa, caracterizada por su antineoliberalismo económico, se extendió a la Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y Paraguay. A México, esa marea llegó en el 2018 con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador.
Después, durante el proceso electoral presidencial 2024-2025, ante la falta de imaginación de las derechas de México, capitaneadas por el empresario Claudio X. González, y tratando de rebasar a la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, por la izquierda con la abanderada del PRIAN, Xóchitl Gálvez, las derechas se apropiaron del rótulo marea rosa para referirse a supuestos movimientos de la sociedad civil que defienden la democracia y los derechos humanos, y para oponerse también a la “dictadura de Andrés Manuel López Obrador”.
Hoy, ante la debacle del PRI y el PAN, convertidos en PRIAN en la elección presidencial de 1988 con el dudoso triunfo de Carlos Salinas de Gortari, la marea rosa de las derechas de México, con el nombre Somos México, encabeza el listado de más de una docena de organizaciones que pretenden convertirse en partido político.
Los principales nombres de los políticos reciclados de este nuevo partido son los mismos que, tras la derrota de Xóchitl Gálvez, han seguido actuando como Frente Cívico Nacional: de las izquierdas perredistas, Guadalupe Acosta Naranjo y Carlos Navarrete; y de las derechas, Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero, Cecilia Soto y, entre otros, Xóchitl Gálvez. Esta última todavía no enseña el rostro, pero por allí anda.
A la fecha es posible que cerca de 20 organizaciones hayan solicitado al INE su deseo de convertirse en partidos políticos; pocos lo lograrán porque no es fácil cumplir, entre otros requisitos, con un padrón de por lo menos 256 mil 30 ciudadanos, que representa el 0.26% del padrón de la última elección. De la identidad, originalidad y autenticidad ideológica, mejor ni hablamos.