Por Emerson Segura Valencia
Donald Trump inaugura una era de terrorismo público para los Estados Unidos y el mundo. Estamos hablando del uso del miedo y la extorsión como una vía para consolidar su poder. Ya sea por su decisión de perseguir y deportar migrantes violando sus derechos humanos; buscar expulsar a al menos 1,5 millones de personas que habitan el enclave palestino a Egipto y Jordania; vetar a las personas trans del ejército estadounidense; o decretar la existencia “solo de dos géneros”, el mandatario busca difundir mensajes diseñados para generar ansiedad donde las amenazas, reales o percibidas, dominen el comportamiento colectivo.
En “Los anormales”, curso impartido por Michel Foucault en el Collège de France en 1974-1975, el filósofo francés analiza cómo las sociedades occidentales modernas han construido y regulado la noción de “normalidad” y “anormalidad”como una herramienta de control social y poder.
Foucault describe el surgimiento de una nueva forma de racismo asociado a la psiquiatría alemana a inicios del siglo XX, distinto a la mirada tradicional de Occidente que, era esencialmente antisemita. Así, es que este naciente tipo de racismo dejó de ser solo étnico e identificó a los llamados “anormales”como “individuos portadores efectivos del peligro o de un defecto” que, más años más tarde el nazismo no tardaría en conjugar y reivindicar.
La categoría de “anormal” no es natural ni universal, sino una construcción histórica creada para clasificar a las personas que se desvían de las normas sociales, morales, sexuales y legales.
Trump busca instalar una nueva hegemonía cultural nombrando nuevas formas de segregación en el siglo XXI. No es nueva esta tecnología del poder que busca “filtrar a la sociedad” y ubica “al distinto” como amenaza, es decir, que el mal se aloja en el otro o está afuera.
Los migrantes son los nuevos enemigos internos, culpables por ser extranjeros. Un chivo expiatorio y una demagogia punitivista peligrosa, señala en un tuit el sociólogo Marco Teruggi.
