Su esperanza de llegar a Estados Unidos se desmoronó. Luego de enterarse del cierre de la CBP One, venezolanos atrapados en México buscan regresar, pero sin los peligros del camino.
Por Claudia Solera
Las imágenes de los migrantes venezolanos, a pocos metros del territorio estadounidense, recibiendo las malas nuevas de las políticas antiinmigrantes de Donald Trump, retratan una realidad que va más allá de los sueños truncos. Aunque algunos seguirán intentando ingresar a Estados Unidos, hay muchos que extrañan a su familia, sus amigos, el hogar. “Mi única alternativa es volver a mi país”, confiesa Richard. “Aquí nos tratan como perros, nos persiguen, nos humillan y no nos pagan lo que deberíamos ganar”, dice; reportó MILENIO.
Aquellas fotografías que recorrieron los medios y las redes sociales ocultan una travesía de 3 mil 600 kilómetros de caminos que cruzan siete países, 17 puntos fronterizos y 100 kilómetros de selva. Implicó un costo promedio de mil 376 dólares, sin contar los sobornos, extorsiones y secuestros por los que hubo que pagar al crimen organizado. El llanto de estos rostros no sólo expresa la pérdida del sueño americano, sino que todo lo que vivieron fue en vano. Muchos comienzan a idear cómo regresar a la patria de Nicolás Maduro, pero temen ser nuevamente víctimas de las redes criminales que se encontraron en el camino de ida.

Gabriel es uno de ellos, un joven de 29 años, comerciante, que vendió su moto y pertenencias para reunir mil 200 dólares, pero apenas al ingresar a Guatemala, llevando medio camino recorrido, ya no le quedaba nada. Ahora la noticia del cierre de la aplicación móvil de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) le pareció devastadora. “Mi hermana y yo lloramos mucho, pero ya estamos buscando cómo regresar a Venezuela de manera segura, sin caer nuevamente en las manos del crimen organizado”, relata Gabriel desde la Ciudad de México.
Andrés, otro paisano migrante, fue secuestrado por el crimen organizado al cruzar la frontera con Chiapas y confinado en una jaula con decenas de personas. Sí logró llegar hasta el norte de México, pero en las últimas semanas dejó de reportar los avances en su travesía, que solía hacer en redes sociales y usar sus mensajes por WhatsApp. Se extinguió su rastro digital.
Desde enero de 2024, Gabriel esperaba una cita para regularizar su situación migratoria y reunirse con su familia en Estados Unidos. Mientras tanto, buscó ganar un poco más que el miserable salario de cinco dólares diarios que ofrecían como marchante en los mercados de la Ciudad de México –cuando el alquiler diario costaba cinco veces más– lanzándose a un emprendimiento de comida venezolana en el Barrio Chino.
Con los 3 mil pesos que logró reunir entre sus paisanos, compró los ingredientes para preparar arepas y empanadas. Sin embargo, su sueño de negocio duró menos de una hora.
“Cuando subí con mi charolita de comida, me di cuenta de que todo estaba controlado por una mafia. Es una cosa de locos. No lo sabía”, asegura Gabriel. Dos hombres armados, asegurando ser miembros del cártel Unión Tepito, llegaron en moto y lo extorsionaron exigiendo 600 pesos diarios si deseaba seguir vendiendo en la calle.
“Llegó ese señor con palabras vulgares, diciendo: ‘O pagas, o se va a chingar a su madre, porque le vamos a partir su puta madre’”. Las arepas y empanadas volvieron intactas al lugar donde las había preparado.

Yuliet, de 24 años y recién llegada a nuestro país, todavía mantiene el ánimo de probar suerte. Confía en que aún puede aprovechar las oportunidades económicas que México le ofrece, aquellas que en Venezuela, dice, ya no existen. En cambio, Richard, quien lleva nueve meses viviendo en la Ciudad de México, solo piensa en el regreso. “Aquí nos tratan como perros”, insiste.
Hoy, Gabriel, Miriam (28 años), Richard (32 años) y muchos otros más se imaginan el camino de regreso a casa. Entre los venezolanos ha comenzado a gestarse un sentimiento común: ‘volver’. Sobre todo, entre aquellos que llevan más de un año en tierras extranjeras.
Miran el mapa y comienzan a idear nuevas rutas. Pero ¿cómo hacerlo sin gastar una fortuna? ¿Cómo evitar los peligros del camino? “Porque de Venezuela hasta México ya nos arriesgamos una vez. No queremos exponernos de nuevo”, dicen con firmeza.
Además han sido testigos de cómo las aerolíneas han aprovechado su vulnerabilidad. A los venezolanos les exigen visa en casi toda América Latina, lo que ha servido como excusa para inflar los precios de los vuelos hacia Caracas. Mientras un boleto de Ciudad de México a la capital venezolana oscila entre 20 mil y 30 mil pesos, los vuelos a otras capitales de la región –Panamá, Bogotá, Quito– pueden encontrarse por apenas cinco mil pesos. Hace un año, aún era posible hallar pasajes a Caracas por menos de 10 mil pesos. “Señorita periodista, las aerolíneas se están aprovechando de nosotros”, recibo un mensaje por WhatsApp.
El anhelo de regresar a la patria choca con los obstáculos de un continente que parece cerrarles las puertas, pero ellos no pierden la esperanza. Aquí nos lo cuentan para DOMINGA.

Andrés y el infierno que se vive en el Darién
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, desde 2022, dos tercios de las personas refugiadas y en necesidad de protección internacional en todo el mundo provienen sólo de cuatro países: Afganistán, Siria, Ucrania y Venezuela. Andrés recorrió los más de 3 mil 600 kilómetros entre Caracas y Ciudad de México buscando huir del hambre en Venezuela y comenzar una nueva vida en Estados Unidos.
Pero no fue así, cada día las políticas migratorias estadounidenses se fueron endureciendo. A partir de la pandemia, en octubre de 2020, la aplicación CBP One se convirtió en la única alternativa para los migrantes venezolanos de pedir una cita para solicitar asilo en algunos de los ocho puertos internacionales de entrada terrestre en la frontera mexicana con la nación de Donald Trump. Sin embargo, el presidente Trump cerró las puertas de Estados Unidos para los migrantes, envió a las tropas militares y eliminó la aplicación cancelando las citas ya programadas desde el minuto de su mandato, el pasado 20 de enero.
Andrés había logrado llegar hasta la frontera norte de México, antes de apagar su rastro en redes sociales hace unas semanas. Llevaba seis meses con la ilusión y trabajando para conseguir una cita en CBP One, desde que salió de Caracas el pasado 25 de junio, cuando tomó la línea de autobuses Aeroexpresos Ejecutivos C.A hacia Maracaibo. Durante ese tiempo, trabajó en construcciones y hasta pintó escuelas en el Centro Histórico de la capital.
Antes de ser secuestrado por el crimen organizado, cruzó a pie los 100 kilómetros de la selva del Darién, entre el noreste de Colombia y el suroeste de Panamá. La travesía por el Darién es un infierno: temperaturas de hasta 35 grados, terrenos fangosos y dominados por mafias, guerrillas, paramilitares y animales peligrosos como serpientes y arañas de hasta 20 centímetros. Enfrentó hambre, deshidratación y agotamiento extremo.
Así es la ruta migrante Venezuela-Ciudad de México



En 2024, 302 mil 203 migrantes cruzaron el Tapón del Darién, según datos del Servicio Nacional de Migración de Panamá. En México, Andrés fue secuestrado con su familia. Durante un día estuvo encerrado junto a más de un centenar de personas, vigilado por 25 criminales. Luis Rey García Villagrán, activista en Tapachula, alertó que el año pasado al menos 100 mil migrantes fueron secuestrados en México.
Andrés estuvo secuestrado en un terreno o rancho a la intemperie en la frontera de Chiapas con Guatemala, conocido como “la gallera”, que se diseñó como una enorme jaula, techada y enrejada con una malla metálica, como si de resguardar animales se tratara. Sólo que a quienes encierran diariamente ahí son migrantes secuestrados, incluidos niños y mujeres, y pueden ser liberados hasta saldar su rescate. Andrés y otros migrantes fueron marcados con un sello en forma de ancla que es el comprobante de su pago para su liberación.
Eunice Rendón, coordinadora de la asociación civil Agenda Migrante, ha documentado una veintena de secuestros en estados como Tamaulipas, Chihuahua y Puebla, con rescates que oscilan entre 20 mil y 70 mil pesos y su particularidad es que pedían realizar los depósitos como remesas a cuentas de Banco Azteca y, una vez liberadas las víctimas, los marcaban con una especie de código de barras en el brazo, para evitar otro secuestro.
El desafío del retorno a casa: ¿habrá vuelos humanitarios?
A pesar de estos horrores, muchos migrantes se plantean regresar a Venezuela. Algunos, los que llegaron sin pasaporte, buscan alternativas como salvoconductos que les permitan comprar un boleto de avión o vuelos humanitarios organizados por el gobierno mexicano, siempre que les garanticen seguridad y los mantengan alejados de las redes del crimen. En tanto, las noticias son devastadoras, los que ya cruzaron tampoco la tienen fácil, luego de que Trump anulara la extensión del programa Estatus de Protección Temporal, que protegía de la deportación a cientos de venezolanos en la Unión Americana.
“Yo me vine a México sin pasaporte. Lo único que le pido al gobierno venezolano y mexicano es que nos habiliten un salvoconducto para poder ir a la aerolínea y comprar un vuelo de regreso a mi país. No estamos pidiendo que nos regalen los boletos”, dice Miriam, quien ha pasado casi toda la semana acudiendo a la embajada de Venezuela en la colonia Polanco, buscando una respuesta.

Gabriel, con frustración, comparte su experiencia: “Es la tercera vez que voy a la embajada esta semana, pero lo único que me dicen es que los salvoconductos no están habilitados y que el gobierno venezolano no ha tenido comunicación con la Cancillería mexicana”. La travesía terrestre, ilegal y llena de peligros, es lo que intentan evitar a toda costa. Gabriel lo sabe bien. Su esperanza de llegar a Estados Unidos se desmoronó. Hoy, solo le queda una opción: regresar a Venezuela. En México está completamente solo, acechado por el crimen organizado y atrapado en un empleo mal pagado que no le permite subsistir.
“No me quedaría acá por lo mismo, porque pues no tengo nada, ni familia ¿si me entiende? Estaba en México para intentar llegar a Estados Unidos, porque mis familiares me habían prometido que llegando a Ciudad de México, máximo en una semana, me darían cita para conseguir mi permiso”, lamenta Gabriel.
“Yo creo que ahora el paso que sigue para el gobierno mexicano es alentar y tranquilizar a los migrantes para garantizarles un retorno aéreo a sus países, si es que requieren un permiso”, concluyó Eunice Rendón, de Agenda Migrante.
Gabriel, Miriam y Richard, aún siguen sin una fecha programada de regreso a su país, pero en cuanto las autoridades les garanticen una salida segura a Venezuela, lo harán; reportó MILENIO.
Imagen: MILENIO.