Spencer Tunick (1967), el fotógrafo neoyorquino de las multitudes desnudas, deambula por los pasillos de la feria de arte Zona Maco, pasa desapercibido entre la gente, entra en el stand del Tequila 1800, observa detalladamente las botellas intervenidas.
Se retira para seguir su camino, se pierde entre tantas personas y llega a la zona de libros; recorre cada uno de los pasillos leyendo los títulos que le interesan.
Dice que es un invitado de Zélika García, la directora y fundadora de Zona Maco: “Creo que podríamos decir que por hoy, soy un VIP y mañana soy una persona común y corriente”, sonríe; publica MILENIO.
Tunick refiere que está feliz de estar en Ciudad de México y de acudir a la feria. Viene poco, pero cuando lo hace aprovecha para visitar amigos que viven aquí. “Este año soy parte del fin de semana, porque estoy abriendo una nueva residencia artística, yo soy anfitrión”, y muestra una imagen de su celular en la que destaca la leyenda “Jaguar negro”.
Opina que ahora la desnudez en el espacio público es parte de la visión vernácula, es un lugar común.
Antes de que él comenzara su trabajo, el desnudo en público tal vez solo se veía en las pinturas o en algunas postales, cuando viajó a Italia veía algunas postales locas con alguien desnudo frente a la Torre de Pisa, pero hoy día se puede ver a personas desnudas en todos lados.
“Muchos artistas lo realizan y muchos fotógrafos; en esta feria, por ejemplo, hay mucha gente fotografiando a desnudos en público. Cuando yo empecé era el inicio de hacer desnudos en ciudades, creo que puedo decir que soy el abuelo del desnudo público. Pero la verdadera heroína de eso es Yayoi Kusama, artista y escritora japonesa, que hizo presentaciones desnudas en Nueva York a finales de los años 60”.
Tunick plantea que actualmente hay muchas mujeres artistas que trabajan en torno al cuerpo y deberían ser celebradas en ferias de arte, y hace un llamado de atención para que la gente ponga más atención hacia las mujeres, pero también a la población trans y a la comunidad LGBT+, que están realizando trabajos en torno al cuerpo, de modo que todo mundo sea aceptado y humanizado en términos de su desnudez.
Desde la primera vez acudió a Zona Maco, ¿cómo percibe la escena del arte en México?
Creo que ha sido muy consistente y sorprendente durante los últimos cinco o seis años. Realmente no voy a ninguna feria de arte, ya no. Pero venir a Zona Maco es algo que es muy particular y único, que se siente muy real. Hay mucho corazón no solamente en la selección de los artistas, sino también en las galerías. Entonces es una muestra muy fuerte de arte internacional y latinoamericano.
Su sueño era retratar desnudos en Teotihuacan, ¿tiene algún otro sueño en otra zona arqueológica?
Me gustaría fotografiar en el Santuario de la Mariposa Monarca, posiblemente, tal vez. Pero te puedo decir que voy a insistir en poder tomar una fotografía en Teotihuacan. No hablo de 20 mil personas, hablo de unas 3 mil personas, muy controlado y muy respetuoso. Soy un admirador del mundo artístico mexicano, se trata de obtener el permiso de la comunidad para realizar un trabajo artístico colaborativo.
¿Considera que su obra tiene un antes y un después de desnudar a casi 20 mil personas en el Zócalo de la Ciudad de México (2007)?
Sí, creo que no podría haber convocado a más gente en ningún lugar del mundo. Considero que Ciudad de México es el único lugar, porque la gente nace con arte en su vida aquí y muere casi como artista. Todo mundo tiene un respeto tal por la muerte, es una experiencia artística. Soy afortunado de ser parte del cuerpo presente en el arte en México, en su historia. La desnudez es una oportunidad de celebrar la vida en el espacio público. Mientras que en las noticias vemos mucho crimen y muerte. Mi trabajo es ciertamente una celebración de la vida y despierta conciencia sobre el contexto del cuerpo, de los tiempos que vivimos y sobre su vulnerabilidad, pero también sobre sus poderes. Entonces es una yuxtaposición.
¿Está invitado por una galería para exponer su obra fotográfica?
Algún día me invitaron. Creo que cuando tenga 90 años me van a invitar para mostrar mi trabajo. Tenemos que esperar todavía 30 años. Hasta entonces ustedes lo harán por mí, eso es lo que pueden hacer.
Hay tantos artistas y tanto arte actualmente, que verdaderamente es difícil pensar en la permanencia. Cuando pienso en mi trabajo, pienso en los negativos plásticos que van a morir pronto y tal vez en 20 años me preguntaré ¿qué le pasó a esos negativos? Los heredarán mis hijos y tal vez se pierdan o posiblemente vayan a un museo, porque en la actualidad pensamos en el arte solamente en términos digitales, pero lo físico y la permanencia de los objetos tiene que sobrevivir y espero organizar eso antes de morirme… Y ¡rock ‘n’ roll!
Imagen portada: Araceli López / MILENIO