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El neo-imperialismo caótico de Trump: un riesgo para el orden global

Por Helios Ruiz

Cuando pensamos en liderazgo internacional, es natural asumir que detrás de cada acción hay una estrategia bien delineada, asesorada por expertos y validada en largas sesiones de deliberación. Sin embargo, los recientes movimientos de Donald Trump, su discurso expansionista y sus constantes improvisaciones nos muestran una realidad muy distinta. En lugar de precisión y planificación, lo que presenciamos es una gestión que parece girar en torno al caos, a la fragmentación de frentes y al debilitamiento de la imagen estadounidense en el concierto global.

En una entrevista reciente, Rafael Fernández de Castro, analista en temas internacionales, señalaba que las ideas de Trump en torno a Gaza, la posibilidad de integrar territorios como Groenlandia o incluso sus constantes presiones comerciales sobre países vecinos, no solo carecen de fundamentos políticos sólidos, sino que también generan una reacción casi inmediata de incertidumbre entre sus aliados y enemigos. En lugar de un enfoque estratégico, parece que Trump se inspira en ocurrencias sin filtros, lo que lo ha llevado a tomar decisiones con consecuencias diplomáticas impredecibles.

Ayer, en una conferencia conjunta con Benjamin Netanyahu, Trump sorprendió al mundo al plantear la posibilidad de que Gaza se convirtiera en un «balneario mediterráneo». Para quienes siguen de cerca su trayectoria, esta idea no resulta del todo sorprendente. Trump ha sido un empresario inmobiliario toda su vida, y con frecuencia sus declaraciones reflejan esa visión más enfocada en oportunidades comerciales que en la realidad política o geopolítica. Sin embargo, lo preocupante es que este tipo de comentarios son vistos por líderes internacionales como una muestra de improvisación y falta de seriedad en los temas más sensibles del panorama global.

Peter Baker, periodista del New York Times, lo describe con claridad: Trump carece de filtros y su equipo de colaboradores actuales parece limitado a una función de validación automática. “Sí, señor presidente” es la respuesta constante, sin cuestionamientos ni análisis profundo. Esta dinámica debilita la estructura de gobierno, dejando un vacío de liderazgo real que es aprovechado por otras potencias, como Rusia y China, cuyos líderes, Vladimir Putin y Xi Jinping, han sido los grandes beneficiarios del desconcierto generado por la administración estadounidense.

La pregunta que muchos analistas se hacen es si este caos es parte de una estrategia deliberada o simplemente una manifestación de la personalidad del presidente. Últimamente se menciona una teoría que ha cobrado fuerza: la de «inundar la zona». Esta estrategia, atribuida a Steve Bannon, asesor de Trump, consiste en generar tanto ruido, tantas crisis simultáneas, que los adversarios (incluidos los medios de comunicación y los gobiernos extranjeros) no puedan reaccionar de manera efectiva. Sin embargo, esta táctica, aunque útil a corto plazo para desorientar a la oposición, tiene efectos negativos a largo plazo, como la pérdida de credibilidad y liderazgo internacional.

El impacto de estas acciones ya se percibe en distintos países. Canadá, uno de los aliados históricos de Estados Unidos, observa con preocupación la deriva de su vecino del sur. En Europa, los líderes políticos y económicos empiezan a cuestionar la confiabilidad de los compromisos estadounidenses. Mientras tanto, en Rusia y China, el desconcierto provocado por Trump es visto con una mezcla de diversión y oportunidad. Algunos analistas señalan, en tono irónico, que si China pudiera otorgarle un reconocimiento simbólico, lo nombraría “empleado del mes” por su contribución involuntaria a la expansión de su influencia global.

Sin embargo, el daño no se limita al ámbito internacional. En lo doméstico, Trump ha emprendido una cruzada contra lo que él llama el “Estado profundo”, refiriéndose con desprecio a la burocracia y a las instituciones gubernamentales. Medidas como la presión sobre funcionarios para que renuncien si no cumplen con sus estándares, junto con ataques retóricos a figuras clave del aparato estatal, muestran una intención clara de desmantelar los contrapesos democráticos. Aquí entra en escena otra figura clave en su entorno: Stephen Miller, arquitecto de la política migratoria. Su influencia en temas internos es enorme y se refleja en políticas que endurecen el control fronterizo y buscan culpabilizar a otros países, como México, por problemas como el tráfico de fentanilo.

Este panorama nos enfrenta a una paradoja preocupante. Por un lado, la actitud desmedida de Trump y su equipo erosiona la posición de liderazgo global de Estados Unidos, debilitando alianzas tradicionales y provocando incertidumbre. Por otro lado, la estrategia de multiplicar frentes de conflicto también genera una sensación de agotamiento y confusión en quienes intentan seguir el ritmo de sus declaraciones y decisiones. Esta dinámica, lejos de consolidar su poder, lo diluye, reduciendo su capacidad de lograr acuerdos o imponer condiciones en el escenario internacional.

Pero, ¿qué implicaciones tiene todo esto para los políticos y gobernantes de otros países? En primer lugar, es esencial mantenerse informados y reaccionar con prudencia ante las provocaciones. La improvisación de Trump no debe llevar a decisiones reactivas que puedan agravar los conflictos. En segundo lugar, es crucial fortalecer los lazos con otros actores globales, buscando construir coaliciones que ofrezcan una alternativa estable frente a la volatilidad estadounidense. Finalmente, se debe evitar caer en la trampa de la polarización mediática que tanto favorece a líderes como Trump. La comunicación clara, transparente y basada en hechos se convierte en una herramienta vital para contrarrestar el ruido y la desinformación.

Estamos ante una nueva era en la política internacional, marcada por el retorno de discursos nacionalistas y estrategias de choque. En este contexto, los líderes deben aprender a navegar el caos sin perder de vista sus objetivos. Más que nunca, se requiere una visión de largo plazo, una capacidad para discernir entre la urgencia de lo inmediato y la importancia de lo esencial. Porque en un mundo donde el ruido es constante, quienes mantienen la calma y la coherencia serán quienes, al final, definan el rumbo.

Imagen portada: Especial

Fuente:

// Con información de SPR

Vía / Autor:

// Helios Ruiz

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Autor: lostubos
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