“No quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawaii”, canta Bad Bunny. Su nuevo álbum, pleno en ritmos caribeños, es un guiño político que se baila y trasciende fronteras.
Palmeras, confeti, congas, sombreros de paja, faldas coloridas al vuelo: una fiesta de ritmos afroantillanos elevó la temperatura de la edición 65 de los premios Grammy, el 5 de febrero de 2023, en Los Ángeles, California. Desde ese momento la chispa se había encendido y comenzaba a anunciar lo que vendría a ocurrir en enero de 2025: el lanzamiento de un nuevo suceso fonográfico en español, Debí tirar más fotos; informó MILENIO.
El personaje en cuestión no es otro que el rapper y cantante Benito Antonio Martínez Ocasio (Bayamón, 1994), mejor conocido como Bad Bunny, quien apareció en el escenario con la playera blanca más genérica, unos jeans desgastados y gorra invertida, para encabezar esa noche una parranda, un carnaval tropical acompañado por decenas de bailarines, ataviados como dicta el folclor de su isla, y músicos afilados con metales y percusiones en directo, ajenos al sampleo y a las consolas del rap, el hip hop, el trap, y demás géneros apodados hoy como “urbanos”.
![Con su último disco, Bad Bunny remite a muchos de los elementos que hoy forman parte de su identidad, especialmente los del país en el que creció | @siempreric](https://images.milenio.com/R3GWUJ7-VlvPL4IF4eAiIk-7pHk=/300x0/uploads/media/2025/02/07/daddy-yankee-referentes-bad-bunny.jpg)
El cantante nacido en una familia modesta del barrio de Almirante Sur de Vega Baja, Puerto Rico –hijo de Benito Martínez, camionero, y de Lysaurie Ocasio, maestra–, que creció rodeado de salsa y reggaetón, que empezó su carrera subiendo sus interpretaciones primigenias a Soundcloud a los 14 años, ahora de pronto estaba viviendo este momento de cúspide.
A ritmo de “El Apagón”, tema de su disco más exitoso, Un verano sin ti (2022), el más reproducido en la historia en la plataforma Spotify –unos 14 mil millones de plays a la fecha–, por el cual sería premiado esa noche en el Staples Center, en la categoría de “Latin Urban”, arrojó frases de orgullo que definirían lo que estaba ya tramando, a ritmo de batucada:
![Los fans de Bad Bunny hicieron largas filas para verlo en San Juan, Puerto Rico, en donde hizo una residencia de 21 conciertos | Reuters/Ricardo Arduengo](https://images.milenio.com/VkuvXXUCY_73brRBh-OXB3Q2KZY=/300x0/uploads/media/2025/02/07/fans-benito-largas-filas-verlo.jpg)
“Puerto Rico está bien cabrón, desde Carolina nació el reggaetón, y lo’ hijo’e puta de Bayamón quieren montarse en la ola y no han ido a Rincón […]. Pé fuckin’ Erre: tierra de Maelo y Tego Calderón […]. Aquí el calor es diferente, el sol es taíno, la capital del ‘perreo’: ahora todo’ quieren ser latino’, pero les falta sazón, batería y reggaetón”, cantó haciendo alusión al cantante de salsaMaelo Ruiz y al cantautor de reggae y precursor del reggaetón en su isla, Tego Calderón, así como a la lengua nativa taíno.
Con dicho despliegue, el astro del reggaetón lo dejaba en claro: estamos contagiando, incluso cantando en español. Querrán imitarnos, pero no podrán: sólo a nosotros nos sale así. Y aunque quizá el estereotipo “latino” está ya muy trillado, en años recientes esta población ha tomado fuerza: más de 65 millones de personas de origen latinoamericano viven en Estados Unidos. Misma población que hoy día vive amenazada por el segundo mandato de Donald Trump –acusada de estar llena de criminales y aliens–. Pero es justo en tan poderoso país del norte donde más se escucha a nuestro boricua de marras.
Bad Bunny surge ante el agotamiento del rock y el hip hop
Política y entretenimiento siempre van de la mano. No es de extrañar que el fenómeno global que representa Bad Bunny sea indicativo de una industria que prefiere impulsarlo, a darle la espalda. No sólo porque los latinos integran un gran porcentaje de influencia cultural y fuerza de trabajo en ese país, sino porque el reggaetón y el corrido tumbado –otra interesante historia a seguir– les representan una bocanada de aire fresco en medio del agotamiento comercial del rock, el rap y el hip hop en inglés.
Impulsar a una figura como él implica seguir manteniendo viva la producción de hits; la asistencia a conciertos (recordar su aclamada actuación en Coachella 2023, donde fue cabeza de cartel y el primer latino en ocupar tal sitio); la escucha en streaming e incluso la venta de discos físicos (en 2023 las ventas de viniles en Estados Unidos lograron un nuevo récord: 43 millones de unidades, según la Recording Industry Association of America, cifra que supera las ventas que alcanzaron los CDs en 1987).
De ahí que sea importante dejar en claro que el éxito sin precedentes de un artista que canta en castellano en un mercado angloparlante, desde que comenzó a figurar y ser fichado en colaboraciones –con Cardi B, Drake y J Balvin en grabaciones, y con Shakira en vivo en el Super Bowl de 2020–, así como a ser nominado y multipremiado (482 nominaciones y 184 premiaciones, de 2018 a la fecha), no sólo es orgánico sino inducido. Es decir, forma parte de esa maquinaria que invierte miles de dólares en plataformas y videos para que sea escuchado en todos lados, a todas horas, y termine gustando a millones.
Sin embargo, no todo es artificio. Si bien Bad Bunny es un producto musical bien instalado, nuestro muchacho tiene su corazoncito. En efecto, él compone la letra de todas sus canciones y dirige, en conjunto con productores varios y cabecillas de tendencias en la alta industria, el rumbo de su carrera.Bad Bunny ha ganado popularidad en todo el mundo. ‘DTmF’ se escucha hasta en Medio Oriente | Foto: Ariel Ojeda
Así es como volvemos a donde empezamos: Debí tirar más fotos (DTmF), su sexto álbum. De inmediato, se siente cómo sus 17 canciones ofrecen mucho más que su disco de transición de 2023, Nadie sabe lo que va a pasar mañana: un intento de regreso al trap que lo hizo famoso, con temas llenos de pretensión y bling-bling, así como con varios reggaetones de cajón, que aunque tuvo buen eco gracias a la inercia de su predecesor, musicalmente se escuchó agotado, sin evolución.
En cambio, DTmF hace abrir los ojos desde el primer minuto. Al escucharlo, a medio desconcierto gozoso, entran a escena de nuevo las palmeras, la playa, las faldas de colores, la fiesta caribeña.
Bad Bunny vuelve al origen, a Puerto Rico
Cansado de la vida palaciega que le impuso el estrellato; aparecer en portadas de revistas como Vogue y Allure, luciendo altas marcas de ropa, como Prada, Balenciaga, Louis Vuitton y Adidas; de desfilar en la Met Gala con Burberry, Gucci y Dior; salir con Kendall Jenner (un romance de dudosa veracidad), Bad Bunny voltea a sus orígenes con un álbum que lo regresa a casa.La carrera musical de Bad Bunny despegó en 2016 con su primer éxito «Diles».
A ese cálido bohío que es Puerto Rico y sus ritmos tradicionales (bohío: casita típica de madera de las comunidades originarias del caribe); a los artistas puertorriqueños que influyeron en sus deseos de hacer música, tales como el gran salsero Héctor Lavoe o el reggaetonero Daddy Yankee.
Si bien el mero hecho de oponerse a cantar en inglés puede tomarse como acto de resistencia y un genuino triunfo para el idioma (también lo ha hecho Shakira), en DTmF va más lejos. Hace de este orgullo una bandera obvia, ondeante en lo más alto, dejando atrás el trap que hizo suyo pero en realidad es tomado de los barrios afroamericanos, para ahora retar aún más al público anglosajón y grabar pura música caribeña: plena, salsa, jíbara, dembow y, claro, más reggaetón. Pero lo interesante aquí no es sólo la inclusión de géneros, sino a dónde Bad Bunny los lleva.
Gracias al trabajo de sus colegas –pertenecientes al sello discográfico independiente Rimas– al mando de las consolas, como Tainy (Marco Masís), MAG (Marcos Borrero), La Paciencia (Roberto Rosado), Big Jay y Mick Coogan, entre otros, la producción suena potente, tremenda. No sólo reproducen sendos ritmos clásicos, sino que los fusionan con percusiones de deep-electrónica y un arsenal de sintetizadores. Lejos de samplearlos (salvo en el primer track), recrean en directo este folclor con bandas y músicos de verdad, todos ellos nuevos talentos, oriundos de Puerto Rico.
Porque lo de hoy vuelve a ser, exaltar la música tradicional llevándola a un plano contemporáneo, como en otros momentos lo han hecho Café Tacvba y Nortec (sones mexicanos, norteña), o La Mala Rodríguez y recientemente Rosalía (flamenco).
Bad Bunny, de la fiesta al comentario social
Pero la apuesta no sólo va por lo sonoro: aunque prevalecen las canciones dedicadas al desamor, el ligue y el sexo desinhibido, como es su costumbre temática, el tono aquí es más melancólico que fiestero, con todo y la bullanga explosiva de sus ritmos y tonadas.
Y aunque no es la primera vez que hace comentarios sociales (ya lo había hecho en “Una Velita”, un tema de resiliencia y esperanza, tras el huracán María que devastó su isla en 2017), en este disco la intención sociopolítica es aún más clara y arrojada, lo cual es inesperado para un artista entregado a la fiesta y al bellakeo.
En ella, Bad Bunny canta: “Al pueblo el pueblo le toca salvar; con el gobierno no me envíen ná’, que esos cabrones lo van a esconder […]. Fueron cinco mil los que dejaron morir, y eso nunca se nos va a olvidar; la palma en la que quieren ahorcar el país, un día de esto’ la vamo’ a tumbar”.Bad Bunny ya había hecho comentarios sociales con la canción «Una Velita» | Foto: AFP/Micheal Tran
Y en el cortometraje homónimo que acompaña el álbum, dirigido por el mismo Bad Bunny, protagonizado por el actor y director boricua Jacobo Morales, reflexiona sobre cómo Puerto Rico se ve avasallado por otro fenómeno, nada natural: el consumismo estadounidense. Y con nostalgia dice añorar su antigua magia, su cultura original. Conmovido por estas observaciones, y aunque también ya había introducido guiños folclóricos en temas previos, aquí elige con más claridad enaltecer el sonido de sus ancestros.
DeBí TiRAR MáS FOTos es el sexto albúm de Benito
El título del disco, Debí tirar más fotos (tomar fotos) se refiere a que debió aprovechar y valorar más esos momentos de infancia, de hermandad con los suyos, a la vez que previene a su isla de no dejarse robar culturalmente por los predadores estadounidenses. Y curiosamente, la canción que nombra al disco, DTmF, suavecita y nostálgica, que trata sobre recordar el origen, la familia, se volvió tendencia en enero entre numerosos habitantes y desplazados de Gaza y Líbano, quienes empezaron a subir en redes videos y fotos con sus seres queridos y con escenas icónicas de sus lugares de origen, de cómo eran antes de que comenzara el doloroso conflicto propiciado por Israel, con esa canción de fondo.
Que lo viejo sea nuevo, dice Bad Bunny
Sobre el concepto del disco, Bad Bunny dijo a la revista Time:
“Estoy buscando que lo viejo vuelva a ser nuevo, sin dejar de ser viejo. Unir generaciones, unir a la familia de una forma distinta; que los nietos compartan la música con sus padres y abuelos, y puedan celebrar de forma especial su cultura… Y también dar espacio a nuevas figuras musicales, en vez de buscar a los que ya están establecidos en la industria”.
Sobre el mismo tema, indicó a la Rolling Stone:
“Estoy en un punto en el que quiero mostrarle al mundo quién soy y lo que es la cultura de donde nací. Es un regalo para mi tierra, para conectar con la gente de Puerto Rico. Lo que nunca imaginé es que gente de fuera, conectara de igual forma: eso me ha sorprendido”.
Así suena el álbum ‘Debí tirar más fotos’
![Contraportada del nuevo album de Bad Bunny en la que se puede observar a Concho, un sapo nativo de Puerto Rico | Especial](https://images.milenio.com/8GKL5GWYDLpqw0OVV4TflZaSS5M=/300x0/uploads/media/2025/02/07/portada-album-observar-concho-sapo.jpg)
El viaje del álbum comienza enNueva York, ciudad toral para la expansión mundial del sonido puertorriqueño: “NuevaYol”, canción en la que samplea el clásico de los setenta, “Un verano en Nueva York”, para mezclarla con un house de club y bajos tronadores, harto explosivo, matador para la pista.
El reggaetón prevalece, para no dejar ir a sus viejos fans, con siete temas: “Voy a llevarte pa PR”, “Perfumito nuevo” (con la cantautora RaiNao), “Veldá” (con Dei V y Omar Courtz), “KetuTecré”, “KlouFrens”, “DTmF” y “EoO”. La peculiaridad de producción en todos ellos está en lo pesado de sus percusiones digitales y en sus leads (motivos melódicos) de teclado, de sonido retro-futurista, plagado de guiños alreggaetón de los años noventa.
Los giros rítmicos con olor a coco y mar que dan la identidad al disco, ahora sí con percusiones de tambor real, sobresalen con “Baile inolvidable”, una salsa finísima, influida por el sonido del sello Fania de los sesenta y setenta –tipo “Periódico de ayer”, del citado Lavoe–, pero con las letras sexosas y la voz reggaetonera, boca colgada, de Benito. “Weltita”, una especie de son/bachata veloz, güiro espacial y la hermosa voz de la cantante Lorén Torres, del grupo Chuwi. Luego, la desolada balada sideral “Bokete” y el tristísimo bolero “Turista”.
La plena en pleno llega con “Café con ron”, al lado de Los Pleneros de la Cresta: exquisitos tambores apoyados por ‘electro-beats’, trompetas y pregones vocales de ida y vuelta. “Pitorro de Coco”, un rico son montuno espacial, cuya instrumentación tradicional es ejecutada por alumnos de entre 17 y 20 años, de la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, de San Juan.
En el ala política, llega una jíbara electrónica: “Lo que le pasó a Hawaii”, temazo en el que le habla a Puerto Rico en segunda persona: “Quieren quitarme el río y también la playa, quieren el barrio mío y que tus hijos se vayan… No sueltes la bandera ni olvides el ‘Lelolái’, que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawaii”.
Y una de las mejores del disco, “La Mudanza”, dedicada a sus padres, que suena a una mezcla entre Calle 13, Willie Colón y el mismo Benito, también de orgullo nacional, en la que nombra a Eugenio María de Hostos, luchador social cuyo último deseo fue ser enterrado en Santo Domingo y no en Puerto Rico hasta que su patria fuera libre e independiente:
“Si mañana muero, espero que nunca olviden mi rostro, y pongan un tema mío el día que traigan a Hostos”.
Así, aunque prevalecen sus mismos manierismos a la hora de emitir la voz, que en discos previos llegan a cansar, es de destacar que aquí incurre en bastantes más juegos melódicos vocales, lo cual hace que se le pueda llamar cantante, ahora sí más en forma, y no sólo un rapper que balbucea frases.
Con Debí tirar más fotos, cuya portada refleja esa misma sencillez de la camiseta blanca del Grammy –dos sillas de plástico en un jardín casero–, Benito retorna a la calidez del nido para, como dicta el clásico, con su expresión local, pegar un grito universal; reportó MILENIO.
Imagen: MILENIO.