Por Félix Cortés Camarillo
Este país nuestro, como por cierto todos los demás, suele alinear su pensamiento colectivo con las palabras o frases proféticas que le son dictadas desde una autoridad, esté o no en la cima de una montaña. Después de todo, de este lado del mundo ¿nos rige la ley mosaica, o no?
“La suerte está echada, errar es humano permanecer en el error es necio, I have a Dream, para atrás ni para agarrar impulso, make love, not war, es mejor enseñar a pescar a un hombre que regalarle un pescado”. Toda esa sabiduría nos ha acompañado por cientos de años. Sin que le hagamos mucho caso.
En una burda imitación, nuestros gobernantes nos han regalado frases ideadas por los primeros publicistas de Colgate Palmolive, fabricantes de FAB. La marcha hacía el mar, la solución somos todos, abrazos no balazos, arriba y adelante, primero los pobres y otras paparruchadas comprables.
Por circunstancias y personal decisión de doña Claudia, el slogan mexicano de hoy es soberanía nacional, ante la embestida brutal del nazi neoyorquino Donald Trump, que se quiere apropiar para su beneficio personal, o el dominio imperial de los Estados Unidos, lo mismo la franja de Gaza para convertirla en un Montecarlo nuevo, Groenlandia como una base militar, Canadá como un estado más de los unidos, el Canal de Panamá a como estaba antes, y México como su colonia obediente.
Ante esa ofensiva, la señora Presidente ha tenido una postura loable: cabeza fría, corazón ardiente. Frente todas las bravatas de Trump, las palabras diálogo, entendimiento, cooperación, han sido huéspedes frecuentes del discurso de la señora Sheinbaum. No adelantarse a que los anuncios agresivos se hagan realidad. Como los de los aranceles que ahora tiene que revertir Marcelo.
Puede que sea una táctica sabia. Pero, la estrategia de Trump es mejor. Se llama el gato y el ratón.
Hasta donde yo sé, el gato doméstico, desde que hace siglos se metió a las recámaras de los egipcios, y sobre todo a la de Cleopatra, adquirió la perversidad del humano y la combinó con la sagacidad del felino, que ningún otro de su especie tiene.
El gato doméstico, en los hogares donde se conserva el privilegio de tener ratones, el felino suele -lo hemos visto- jugar con su presa. Lo arrincona, lo intimida, lo atrapa por momentos por la nuca y lo suelta, para seguir repitiendo la secuencia hasta consumar el rito. Donald Trump está jugando al gato y al ratón. No solamente con Claudia Sheinbaum. Con todo el mundo. ¿No sería prudente ponerle el cascabel al gato, y jugar la soberanía al todo por el todo. Si la señora Presidente sabe algo de historia, que lea las memorias de Winston Churchill.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas): A mí me gustó el partido del domingo, que vimos casi doscientos millones de güeyes en el mundo, e igualmente me resultó pobre el espectáculo musical de medio tiempo. Era previsible el abucheo a la novia de Kelce, el Chief, que canta muy bonito. Ella. Lo indiscutible, e inolvidable, es la ovación a la presencia de Donald Trump. No nos engañemos, esa es la Norteamérica con la que tenemos que lidiar. Claro, entre los que aplaudieron, el que menos pagó, por un boleto en gayola, tenía de sobra cuatro mil dólares. Los demás, cinco veces esa cantidad.