Por Efrén Vázquez Esquivel
Ayer me enterneció ver a jóvenes en la UANL regalando flores. Hoy hay fiesta en toda la ciudad. Nunca falta algo que celebrar, así somos los mexicanos de fiesteros.
Sin embargo, aun las celebraciones solemnes: Día de los Muertos, Día de la Bandera… son celebraciones festivas, rituales, religiosas, no celebraciones conmemorativas.
En el Diccionario de la Real Academia no se encuentra en ninguna de las acepciones de la palabra celebración el significado de “celebración conmemorativa”. ¡Imperdonable olvido!
Heidegger dice que una celebración conmemorativa “exige que pensemos”. Luego, conmemorar es recordar reflexivamente un hecho histórico que, al ser meditado, nos lleva a pensar sobre su origen y sentido actual.
El Día del Amor, conocido también como Día de San Valentín, se originó en la Roma del siglo III. Entremezclada de historia y leyenda en esta narrativa se dice que el emperador Marcus Aurelius prohibió a los jóvenes casarse para engrosar el ejército, pero el sacerdote Valentín desobedeció, siguió casando a los enamorados a escondidas.
Esta desobediencia le costó la pena de muerte. Convertido en santo el 14 de febrero de 496 por el papa Gelasio I, se dice que se enamoró de la hija del carcelero y que, en una carta de despedida a su amada, escribió la frase, después de su firma: “Tu Valentín”.
El amor, en su forma más pura, es el sentimiento más sublime que puede experimentar la humanidad. Es un don de almas magnánimas, no moneda de intercambio. No se marchita ante las pruebas ni se ve alterado por diferencias de cualquier índole, pero como dice Nietzsche: “El amor es algo que también se construye”.
Sea leyenda o historia, el Día de San Valentín nos invita a reflexionar sobre cómo hacer el amor en vez de la guerra. Como bien dice la canción de John Lennon, “All you need is love (Todo lo que necesitas es amor)”.
El amor es movimiento, es vida. ¡Hagamos el amor, no la guerra! Y dado que el baile es la esencia del amor y de la vida, ya que fortalece el carácter y eleva el espíritu, que los soldados cambien sus mortíferas armas, mochilas y botas por zapatos de baile. ¡A rumbear en vez de matar!