Por Félix Cortés Camarillo
Lo peor de todo es que los mexicanos lo vamos a celebrar.
El discurso permanente del presidente Trump y sus nominados a puestos claves en el Departamento de Estado, su Fiscalía, la DEA, el embajador en la Ciudad de México y otras acciones no permiten duda: los elementos de la seguridad norteamericana, el que a usted le guste, van a actuar en territorio de nuestro país, en sitios y maneras de que a ellos les plazca, para acabar con los carteles de narcotraficantes, se llamen como se llamen o estén dónde estén. Matando a sus jefes para acabar con su fuerza, según criterios gringos muy pendejos. Los que fueron a la escuela conocen la historia de la Hidra.
Pero ese no es el tema. Lo innegable es que Donald Trump necesita entregarle a la derecha norteamericana, como Herodes Antipa a Salomé, la cabeza de algún Juan Bautista que le incremente méritos y aplausos. Estamos a la caza de Juan, o varios.
No es necesario ser perito en estrategias militares para entender que la presencia y sobrevuelos de sofisticados aeroplanos de los Estados Unidos en el mar de Cortés, las costas de Sinaloa, han estado colectando información. Dice la señora Presidente, y dice bien, que esto no es desusado, como tampoco lo es que elementos de la seguridad de allá vengan a darles clases a los elementos de seguridad de aquí. Después de todo, el recién nombrado jefazo de la DEA, Terrence Cole, es un veterano del oficio: en el sexenio de Lopitos fue en la Embajada de los Estados Unidos allá en Paseo de la Reforma, cerca del Ángel, jefe regional de la DEA para México, Canadá y Centroamérica.
Corríngame si puede, pero me parece que por esos años se dió el Culiacanzo, la captura en Sinaloa de Ovidio Guzmán López y su imediata liberación por órdenes reconocidas del Presidente López Obrador.
No nos hagamos tontos.
Vienen los yanquis. No como el pobre de Pershing, o para tomar nuestro querido Veracruz, o izar la bandera suya en Palacio Nacional. Van a llegar por debajo del agua y de la mesa. Con drones y otras sofisticados recursos que ni imaginamos. Van a matar a los que quieran matar. Lo han hecho sempre.
Lo único que le queda hacer a la señora Presidente, es simular que lo que va a pasar en este combate al narco en México ha sido consensuado, coordinado y ejecutado por agentes de Mexico y Estados Unidos, hermanados. De lo que no tengo duda es de que los mexicanos van a estar muy satisfechos de que, finalmente, alguien vino a poner orden en el rancho. Me cae.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Hasta antes del día del amor y la amistad, el Presidente Trump había firmado más de 60 escritos que en los Estados Unidos se llaman executive orders y en la tierra de Lopitos fueron edictos.
Entre esos edictos del pelipintado están lo de la frontera segura con México, la rabiosa persecusión de inmigrantes sin documentos, o la eliminación de las polítcas de discriminación en puestos gubernamentales en razón de preferencias sexuales. Pero también hay otros edictos.
Por ejemplo, el edicto que ordena dejar de producir la moneda de un centavo de dólar, que se llama Penny y tiene el perfil de Abraham Lincoln. En el fondo, hay sustento: producir una moneda de un centavo cuesta cuatro. El nickel de cinco centavos cuesta 6. Eso no es novedad para las casas de moneda, eso se sabe. Lo que ellas saben también es que el retiro del circulante, monedas o papel de menor precio, es indicio de una gran inflación.
Pero hay otra orden ejecutiva del orate que me llamó la atención. Todas las oficinas de gobierno de los Estados Unidos -supongo que embajadas y consulados también- tienen que dejar de comprar popotes de papel y usar los de plástico. La disposición revierte una de Joe Biden que prohibía el uso de popotes de plástico para ayudar en manera mínima, a detener la contaminación del mundo.