El golpe maestro de la feria Zona Maco 2025 sucedió extramuros. Nadie recuerda haber tenido en México a Marina Abramović, serbia de 78 años, triunfadora en la Bienal de Venecia, el MoMA, el Guggenheim, y acreedora al Premio Princesa de Asturias en 2021. Coronada por una tardía trayectoria cosmopolita, regresó a vivir a Belgrado, no sin antes fundar en Nueva York un instituto a su nombre, con el respaldo de la rockstar Lady Gaga; publica MILENIO.
Fernando Romero (exyerno de Carlos Slim, arquitecto del Museo Soumaya y coautor del cancelado Nuevo Aeropuerto de la CDMX) la trajo para inaugurar las bucólicas caballerizas que diseñó Luis Barragán en 1960 en el Estado de México, y que Romero adquirió para transformarlas en La Cuadra, un centro cultural autosustentable bajo la asesoría de Hilda Trujillo, Jorge Covarrubias y Pablo León de la Barra, entre otros. Armando Colina, decano de la promoción artística, me comentó que Barragán estaría feliz de saber que su acervo se preserva: “Un día le pedí que me hiciera el tour de sus obras; me contestó: ‘Imposible. Están destruidas.’” ¡Bienvenido este nuevo espacio y ojalá los visitantes lleguen numerosos a Atizapán de Zaragoza!
Marina Abramović estudió en academias de arte y se exilió en Ámsterdam, pues la Yugoslavia de Tito no apreciaba su forma de experimentar en carne propia rituales extremos de dolor y purificación: picar velozmente los intersticios de los dedos con la punta de un cuchillo, saltar a un pentagrama incendiado, ingerir píldoras para la catatonia, incitar al público a clavarle espinas de rosas en el estómago o apuntarle con una pistola cargada… La colaboración con su marido, el alemán Ulay, se volvió simbiótica en actos como el de un boca-a-boca donde intercambiaban dióxido de carbono hasta caer desmayados; en 1988, la pareja pactó su separación recorriendo a pie la Gran Muralla china, cada uno por una ruta opuesta, para despedirse en el centro.
¿Qué une Abramović a Barragán? Más allá de la violencia con que ella canaliza la energía, el peligro y la bestialidad, ambos comparten cierto misticismo que pretende combatir el ego por medio del silencio y la soledad. La parquedad de los inmensos muros rosas que circundan los establos de La Cuadra, el andar pausado de los caballos, la sensación de aire puro ofrecieron un entorno de apacible grandeza que Abramović no hubiera conseguido en otro foro. En su conferencia preliminar, repasó el ABC del performance y el body art, con alusiones a los pioneros que rompieron tabúes desde los años 1960, y citas que coinciden con su propio manifiesto que declamó posteriormente en el patio, acompañada de mozos de cuadra portando estandartes: “Un artista no debe mentirse a sí mismo ni a los demás/ no debe robar ideas de otros artistas/ no debe convertirse en ídolo/ debe evitar enamorarse de otro artista/ debe evitar ir al taller todos los días/ no debe sobreproducir/ debe permanecer por largos periodos lejos de casa, del estudio, de la familia, de los amigos/ debe mirar cascadas, volcanes en erupción, ríos de aguas rápidas/ debe desarrollar una perspectiva erótica del mundo/ debe morir conscientemente y sin miedo/ El funeral de un artista es su última obra de arte antes de partir…”.
Fama y voz: estas son las tablas actuales de la mejor artista internacional del performance, inapta ya para realizar esfuerzos físicos como el que le exigió La artista está presente (2010), en que, inmóvil durante 736 horas en el atrio del MoMA, invitaba a sentarse a los visitantes, uno por uno, para mirarse a los ojos hasta que estallaran en llanto o accedieran a la experiencia fusional: artista y público puestos en el mismo nivel de conciencia, aquí y ahora. El arte palpado como la vida misma. Para extralimitarse a tal grado, se impone un entrenamiento de aislamiento, meditación y ayuno (que decantó en instrucciones para neófitos en The Marina Abramović Method, publicado en 2022). Hija de partisanos comunistas, se acostumbró desde pequeña a la disciplina militar. Se dice que, de su infancia solitaria, arrastró un deseo de reconocimiento que potencializa en el trabajo sobre la provocación.
Poco queda hoy de espectáculo en los performances de Abramović, que en la edad madura se volvieron cada vez más escenografiados, costosos y teatrales. Aun así, ¿cómo transmitir la intensidad del momento, la tremenda tensión emocional de sus piezas “históricas”, las del pasado? Todas sus acciones, generalmente de larga duración, fueron por definición efímeras; lo que despliegan ahora sus retrospectivas son videos y fotos documentales, o recreaciones en vivo asumidas por performanceros incipientes.
Las opiniones son divididas: la “vulnerabilidad” que enarbola Abramović como su principal herramienta y su mayor fuerza, ¿no implica cierta manipulación del público? ¿Esa capacidad de empatía es hondamente espiritual o solo fingida? Sí, ella “lo da todo” en sus acciones. Sí, juega con el sufrimiento propio y ajeno para alterar el estado psíquico. Sí, sabe eliminar cualquier obstáculo en la comunicación no verbal. ¡Sí, sí, sí: es megalomaniaca! No lo oculta ella cuando declara “Soy loca de manicomio” y cuando alienta la polémica en torno a su obra: “Hay un sentido de belleza y amor incondicional, se siente una ligereza increíble. Es inexplicable: como convertirse en santo”.
Imagen portada: Laberinto / MILENIO