Por Carlos Chavarría Garza
La semana próxima pasada desde la presidencia de los EEUU se lanzó una orden o decreto que autoriza de nuevo el uso de popotes de plástico, que habían sido prohibidos dentro de una nueva política sobre plásticos de un solo uso que los prohibía, esta orden se suma a las 80 que se cancelaron y que fueron emitidas por el presidente saliente Biden.
El asunto en sí mismo puede parecer menor, pero esconde uno de los grandes defectos de la democracia y que se procura no explotar desde el poder. En sistemas de gobierno, basados en el voto popular, donde el que gana, gana todo y el que pierde, pierde todo, el ejecutivo puede con facilidad exceder sus facultades más allá de lo admisible como legal, ético, razonable y justificado. Sin embargo, ahora que el pudor político ha quedado en completo desuso los desfiguros están a la orden del día en todos los países.
Si todo se tratara de asuntos del tipo de los popotes -en apariencia veniales- nadie reparará en las consecuencias, el problema es que algo venial que se combina con infinidad de otras decisiones y múltiples propósitos que a su vez provienen de procesos de decisión que poco o nada tienen que ver con los costos y beneficios sociales, tendrán efectos multiplicativos inesperados.
Toda selección entre opciones, implica exclusión. Se toma una determinación y se dejan fuera las alternativas en aquel momento. Al fenómeno conocido como selección discreta la ciencia le ha dedicado grandes recursos intelectuales para ser comprendida con objeto de reducir el margen de error en el proceso.
Todos los días tomamos decisiones de selección, van desde los asuntos triviales y hasta temas de complejidades inimaginables, sobre todo cuando se involucran asuntos de gran dinamismo e interacción con variables diversas e incluso desconocidas al momento del proceso.
Cuando se trata de la vida de una persona, se asimilan los costos y se trata de maximizar el beneficio, pero cuando se trata de grupos e incluso sociedades enteras, la complejidad se multiplica exponencialmente y los efectos, buenos, malos, aislados o combinados, de una decisión de hoy, pueden trascender por generaciones.
El beneficio neto de una decisión depende en lo básico, de la calidad de la información disponible y del conocimiento insesgado sobre las relaciones causa-efecto de lo vinculado al tema en cuestión. El riesgo nunca será cero.
De nuevo surge el problema del tamaño de la población involucrada, desde un solo individuo y hasta la civilización entera. Cuando se trata de grupos, se introduce el problema de los intereses y preferencias, así como la escala de influencia de los tomadores de las decisiones.
Muchas decisiones parecen tan triviales como usar o no popotes. Pero cuando se trata de cuestiones sobre bienes comunes el asunto se enreda y bastante, tanto que inclusive escapa a los propios medios de gobierno acostumbrados de cada época, así que hacerlas parecer como asuntos de popotes es un gran atrevimiento.
La ciencia, el poder y la economía no se concilian solos. No existe un agente social que obligue a la conciliación y convergencia de las tres fuerzas frente a decisiones que afectan a todos los seres humanos. Puede ocurrir claro está, que la ciencia no haya llegado hasta la frontera del conocimiento cuando esta cambia constantemente, pero si los riesgos prospectados lo exigen existe la ética consecuencial y la moralidad prudencial como principios que deben guiar la toma de decisiones sobre los bienes comunes.
El enfoque popote o pragmatismo utilitarista puede surgir en cualquier momento, por ejemplo el calentamiento global antropogénico. Hay quienes piensan o creen que no es mas que soberbia, el suponer que los seres humanos podemos con nuestra actividad llegar a impactar los ciclos naturales del planeta, como para obligar a invertir recursos en nuestra generación en cambiar nuestro modo de vida. El efecto popote conduce a concluir que es mejor esperar y adaptarnos a los cambios naturales que ocurrirán de cualquier manera y las generaciones futuras habrán de lidiar con ellos.
Por qué es posible que en este Siglo XXI, con grandes avances en ciencia y conocimiento se proponga cuestionar desde el poder los modelos de acción que desde ese mismo poder se diseñaron para lograr un estado de cosas que se decidió como el mejor hacia el futuro?.
La democracia en sociedades de millones de personas se desarrolla en base a la oferta electoral de cada candidato y estos proponen alcanzar grandes metas sin especificar ni limitar sus acciones y costos asociados, para luego ampliar sus agendas asumiendo que el voto alcanzado implícitamente los estará apoyando en todo lo que se les ocurra, lo cual es a todas luces una falacia consecuente. “El voto me lo dió el pueblo, entonces todo lo que yo quiera hacer el pueblo me lo pidió y aprobó con su voto”.
Toda elección discreta implica una exclusión de otras opciones y no siempre será posible corregir sobre el camino los errores apreciativos o de ponderación cometidos, sino hasta la próxima oportunidad de elegir cursos de acción o hasta la siguiente crisis provocada por las decisiones pasadas. Los políticos van de paso y siempre dejaran una estela de consecuencias, buenas y malas, que son un costo neto para la sociedad cuando contradicen la lógica y la verdad.
Por ejemplo. No se aprecia una vía sencilla para cubrirse de los riesgos implicados en el abandono del libre comercio a cambio de políticas proteccionistas cuando al mismo tiempo el mundo financiero esta inundado del bilimbique verde. Regresar a las políticas domésticas de sustitución de importaciones llevaría decenas de años y nada garantiza que se tenga “éxito”, sobre todo dado el perfil de agotamiento de algunas materias primas, fuentes de energía y el envejecimiento de las economías más importantes.
El estado de nuestro mundo humano siempre está amenazado por su propia fragilidad y seguirá así debido a la manera en que fue organizado desde su fundación. El consumo de 8 países siempre ha sido el motor del mundo económico y en si mismo es una tontería. Si todos los países lograsen aumentar su consumo al nivel de los EEUU o Europa por ejemplo, agotaríamos al planeta en muy corto plazo.
Carlo M Cipolla en su libro “Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana” nos aporta una explicación para comprender la magnitud de los riesgos que nos agobian:
“Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”.
A la vista de esta Tercera Ley Fundamental, las personas racionales reaccionan instintivamente con escepticismo e incredulidad. Elcaso es que las personas razonables tienen dificultades para imaginar y comprender un comportamiento irracional.
Dejemos de lado las teorías y examinemos lo que realmente experimentamos en nuestra vida cotidiana. Todos hemos presenciado, lamentablemente, situaciones en las que alguien obtiene una ventaja a expensas nuestras; nos hemos topado con un individuo malintencionado.
También recordamos momentos en que una persona actuó de tal manera que resultó en una pérdida para sí misma y una ganancia para nosotros; nos encontramos ante un incauto. De igual forma, vienen a nuestra memoria ocasiones en que una acción individual generó beneficios mutuos; en este caso, tratábamos con una persona inteligente.
Estos escenarios son comunes. Sin embargo, una reflexión profunda revela que no abarcan la totalidad de nuestra realidad diaria. Nuestra vida está repleta de momentos en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor debido a las acciones cuestionables de un ser peculiar que, en el momento más inoportuno e impensable, decide perjudicarnos, frustrarnos y complicarnos la existencia, sin obtener absolutamente nada a cambio.
Nadie comprende, entiende o puede explicar el porqué de su actuar. En realidad, no hay explicación, o mejor dicho, solo una: la persona en cuestión es estúpida.