Este 28 de febrero se conmemoran 500 años del juicio y muerte de Cuauhtémoc, el último tlatoani de México-Tenochtitlan, un símbolo de lucha y resistencia ante la colonización; publica SPR.
Hijo del tlatoani Ahuízotl, se cree que su nacimiento fue en el año 1496 y que en su natalicio fue consagrado al dios del sol y de la guerra. Bernal Díaz del Castillo, cronista y conquistador compañero de Hernán Cortés, lo describió como un hombre “muy gentil de disposición, así de cuerpo como de facciones, la cara algo larga, alegre, y los ojos parecían que cuando miraban era más con serenidad que risueños, y su color tiraba algo más blanco que el color de los indios morenos”.
Debido a su linaje, Cuauhtémoc se formó en el Calmécac “especio de monasterio donde los sacerdotes educaban a los hijos de los emperadores y nobles […] ya que ocuparían, llegado el momento, los puestos más altos de la organización civil y religiosa”.
Tras la muerte del tlatoani Cuitláhuac debido a la inminente viruela que trajeron consigo los españoles, Cuauhtémoc fue convocado a defender y resistir con su pueblo ante el poderío de los conquistadores, tarea que cumplió con fervor hasta el último de sus días.
De acuerdo con Enrique Vela, “una vez al mando, envió mensajeros a todas las provincias solicitando ayuda, pero no tuvo éxito alguno, y mandó guarniciones a Guacachula, Itzocan y Xaltocan con el fin de prevenir ataques de los españoles. En Tenochtitlan, colocó destacamentos en todos los lugares por los que suponía podían incursionar los españoles”.
Sin embargo, Cortés poco a poco fue ganando terreno ante una defensiva mexica cada vez más desgastada por la lucha, la escasez y las enfermedades.
En 13 de agosto de 1521, tras el asedio de 150 españoles y ocho mil guerreros tlaxcaltecas, el cual provocó el quebranto la infraestructura hídrica que abastecía a Mexico-Tenochtitlan, la inminente rendición del tlatoani Cuauhtémoc finalmente tuvo lugar.
Este hecho estuvo marcado por la rendición del tlatoani, quien, ante su derrota, expresó a Cortés: “Señor Malinche, ya he hecho lo que estoy obligado a hacer en defensa de mi ciudad y de los vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder; toma ese puñal que tienes al cinto y mátame luego con él”.
Sin embargo, el conquistador decidió tomar ventaja sobre la figura de Cuauhtémoc y no sólo lo sometió y quemó de pies y manos resultado de un interrogatorio para conocer el destino que oro atesorado por los mexicas, en un episodio insigne de la memoria mexicana, sino que decidió mantenerlo con vida para asegurar la colaboración y obediencia de su pueblo.
Más de dos años duró su captura, periodo durante el cual fue obligado a acompañar a sus captores como símbolo de protección, “para demostrar el poderío español y la derrota de los mexicas”.
Su muerte marcó un capítulo de crueldad sin precedentes pues, sin prueba alguna, el 28 de febrero de 1525, Hernán Cortés lo acusó de gestar un levantamiento del pueblo mexica mientras éstos se encontraban en un viaje a lo que hoy es conocido como Honduras.
El tlatoani admitió conocer de tal insurrección y, aunque negó formar parte de ella, Cortés ordenó que le cortaran la cabeza.
No existe mayor información acerca de este suceso o del destino de sus restos y, aunque en el siglo XIX la arqueóloga Eulalia Guzmán creyó haber realizado el hallazgo, el cual fue corroborado y negado por la Secretaría de Educación Pública, su figura ha ocupado un lugar en la construcción de la identidad nacional mexicana.
Imagen portada: SPR
