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‘Cónclave’: la fe es imposible para quien está lleno de certeza

En Cónclave (disponible en Prime Video), el director Edward Berger explora la tensión entre modernidad y tradición. ¿Cómo cambia una institución como el Vaticano, pero sigue siendo la misma? La obra está basada en una novela de Robert Harris, un hombre que no ha llegado a la fama de Dan Brown, pero de quien sus fanáticos dirán seguramente aquel lugar común que reza: “está mejor la novela”. No sé por qué. El thriller ahí está. Muy bien contado; los golpes teatrales se siguen con la emoción de una pelea pugilística y hay, además, un par de secuencias que permiten, a quien así lo quiera, reflexionar en torno a temas como la relación entre fe y certeza; publica MILENIO.

Más allá de politiquería y de intriga palaciega, Cónclave nos sumerge en las dudas existenciales de Ralph Fiennes quien lanza, por cierto, un portentoso discurso en el que afirma que la fe es imposible para quien está lleno de certeza. Y eso, certeza, es lo que tienen todos estos hombres y mujeres que murmuran secretos en los pasillos del Vaticano durante la elección de un nuevo papa. Y, sin embargo, Dios produce aquí sus propios golpes teatrales.

Durante dos momentos culminantes algo sucede en Roma que conduce a los cardenales a enfrentarse con sus certezas y, por tanto, con su propia fe. Harris teje con toda maestría una serie de eventos que están relacionados con la historia general de los grandes problemas que implica elegir a un nuevo pontífice. Pero tampoco hay que preocuparse demasiado, nadie nos va a lanzar la extraña propaganda de Los dos papas, esa horrenda película en que la lucha entre la modernidad y la tradición parecía un pleito entre muchachos de kínder.

Cónclave está más cerca de La duda, película que dirigió John Patrick Shanley en el 2008 y que parece dar un mensaje completamente distinto: ¿o será que dicen más bien lo mismo? ¿Qué es la fe? Esa piedra angular sobre la que florece el creer en una verdad suprema o un préstamo que le hace la inteligencia a la voluntad para permitirse vivir con un poco de paz. En esta dicotomía tanto La duda como Cónclave resultan muy interesantes. Porque si creemos que la fe es una certeza podríamos citar el versículo más intolerante del Antiguo Testamento, pero si dejamos, como sucede a Fiennes, que la certeza se disipe, puede que tengan lugar esos dos momentos en que al interior de la ficción de Cónclave Dios manda claros mensajes físicos: un terremoto y un atentado. “¿Es que no puedes decir las cosas con más claridad?”, parece preguntarse Fiennes cuando mira entre el polvo el famoso mural de Miguel Ángel.

Lo importante, en todo caso, es advertir aquí que la película de Edward Berger funciona tanto en el nivel del entretenimiento como en el de quien va al cine un poquito a pensar. A dejarse llenar el inconsciente de imágenes.

La fotografía de Stéphane Fontaine es grandiosa. Se detiene de pronto a mirar unas manos, quizás un ojo. Y luego se abre para que el espectador vea desfilar a un centenar de cardenales que llevan paraguas blancos en los jardines del Vaticano. En cuanto a las conclusiones, en la película no las hay. O el Espíritu Santo golpea como a Jonás con más dudas que certezas o simplemente no existe y lo único que podemos hacer es, como Ralph Fiennes cuando ha aceptado su destino, maravillarnos del caminar de una tortuga y de que la gente sea tan feliz cuando el humo blanco precede al griterío y pensar, quizás, como el mismo personaje, que llenos de certezas queda muy poco espacio para albergar esperanza o amor.

Imagen portada: Especial / Laberinto

Fuente:

// Con información de MILENIO

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: Staff
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